Músico, DJ, compositor y vocalista de León Benavente, Abraham Boba (Vigo, 1975) publica 163 centímetros (Arrebato Libros, 2025), un ensayo poético y autobiográfico donde la estatura se convierte en punto de partida para hablar de identidad, percepción y mirada. Con un tono lúcido y sin victimismo, el artista recorre su infancia, sus afectos y su relación con el cuerpo y el arte, acompañado por fotografías personales y una cuidada edición visual.

163 centímetros es una reflexión sobre cómo la estatura moldea la forma de mirar el mundo. A través de fragmentos autobiográficos, referencias históricas y culturales, Abraham Boba firma un texto que oscila entre la memoria, el ensayo y la poesía.
El libro, editado por Arrebato Libros en una primera edición especial a color, combina palabra e imagen con una elegancia que dialoga con la fotografía analógica de Sara Condado (La Peliculera). El proyecto se expandirá en un espectáculo escénico con bases musicales y proyecciones, que se estrenará el 31 de enero de 2026 en el Teatro Circo Murcia. Conversamos con Abraham Boba sobre la libertad de escribir sin melodía, la relación entre música y literatura, y la decisión de mirar la vida —literal y simbólicamente— desde 163 centímetros.

Has trabajado en otros poemarios, pero quizás este es más amplio y personal. ¿Qué te ha permitido “163 centímetros” que no te habían dado los anteriores?
Como libro sólo publiqué un poemario hace tres años, un poco sui generis también, porque los libros que me interesa también leer son los poemas que van más allá de la idea que todo el mundo tiene en la cabeza de poema como rima. Yo estaba acostumbrado a escribir canciones, que sobre todo soy eso, escritor de canciones, y lo que suelen tener las canciones es un contexto y un acompañamiento, son una estructura armónica y melódica a la que te tienes que amoldar para encajar unas palabras dentro de una melodía. Lo que me permitió escribir al margen de las canciones es la libertad absoluta de tener solamente una hoja, un papel y un bolígrafo, y poder desarrollar la temática como quieras. Supongo que eso fue lo que me llevó a abrir un poco más el espectro y dedicarme más a la escritura de este tipo. En el caso de “163 centímetros”, que es más una especie de ensayo o un conjunto de reflexiones, lo que me permitía era desarrollar una temática más personal y autobiográfica. Cuando escribo canciones, sobre todo las que escribo para mi grupo, León Benavente, siempre tienden a ser temas que parten de mi visión sobre las cosas, pero somos un grupo de cuatro personas y yo quiero que todos sintamos las canciones y que esas canciones nos comuniquen lo mismo. Obviamente, los temas que están vinculados a mi vida personal quedan más excluidos. Supongo que de ahí también surgió la idea de escribir este libro.
Es fascinante porque haces muchísimas cosas, entre los DJ sets, los conciertos, la escritura, ¿cómo gestionas el tiempo y las ideas?, aunque intuyo que es una misma cosa en sí y para sí, pero…
Ya, creo que lo interesante de esto es no verlo como compartimentos estancos, como: esto las canciones, esto el grupo, esto el DJ set, esto escritura… sino que, para mí, es todo parte de lo mismo. Pensar siempre en el acto creativo, aunque es un poco rimbombante, pero es así, al fin y al cabo, es a lo que me dedico: crear cosas. Aunque sean temáticas distintas, lo bueno es que se puedan alimentar unas a otras, aunque yo nunca vaya a escribir una canción sobre la estatura, posiblemente eso me da pie sin que yo lo sepa a abrir un camino que luego me servirá a la hora de escribir una canción o al revés, o estar pinchando música electrónica me servirá para entender la música de otra manera. Lo veo como una especie de contenedor que voy llenando con experiencias y cosas que voy haciendo, pero que todo de alguna manera acaba formando parte de lo mismo.
El libro se titula “163 centímetros”, pero acabas confesando que ni siquiera sabes si hoy mantienes esa cifra y que tampoco te preocupa demasiado acercarte a la farmacia a comprobarlo. ¿Barajaste otra alternativa antes de decidirte por este título? ¿Fue un proceso largo o nació de inmediato?
La temática se me ocurrió hace bastante tiempo, justo cuando estaba cerrando el poemario que escribí para Espasa, “Esto no es una canción”. Se me pasó por la cabeza la idea de que quería escribir algo que no fuesen poemas, y este tema que me toca tan de cerca, con el que llevo toda mi vida conviviendo, me daba pie para, por un lado, abrir un debate y, por otro lado, para escribir algo que tuviese varias capas. Directamente lo primero que se me ocurrió fue el título. Me pasa con algunas canciones. Es una herramienta más a la hora de escribir. En el caso del libro, tenía un cuaderno en el que durante estos casi tres años que estuve dedicando a escribir “163 centímetros”, iba apuntando todo tipo de cosas que tuviesen relación con la temática, desde artículos que leía hasta conversaciones que tenía con gente. Muchas veces, para las canciones se me ocurre el título de una canción sin saber realmente qué voy a escribir o sobre qué va a ir la canción, pero apunto el título y a partir de ahí empiezo a desarrollar la temática. Con el libro tenía claro cuál iba a ser el tema, pero tuve más claro aún que se tenía que titular así. Y realmente es que es verdad, ¿no? Y hoy todavía no he bajado a la farmacia a medirme, pero creo que ya debo haber descendido un par de centímetros de esos 163, no estoy seguro de mantenerlos.

A lo largo de los capítulos aparecen muchas figuras históricas y culturales de baja estatura, que en algún momento mencionas como “parte del club”, desde Alejandro Magno hasta Prince. ¿Cómo construiste este mosaico de referentes?
No tengo ningún problema en decir de dónde surgen las ideas porque siempre es bueno tener referentes y, en este caso, cuando tuve la idea de escribir este libro, se me cruzó por el camino El libro de las lágrimas (2019; Tránsito, 2020) de Heather Christle, una poeta neoyorquina que me gusta mucho. Este libro seguía un poco la estructura que yo luego usé para para “163 centímetros”, mezclar párrafos autobiográficos con estudios relacionados y datos más objetivos. Esto fue lo que iluminó un poco el camino para seguirlo y desarrollar el tema. También se me cruzó la biografía de Jarvis Cocker, de Pulp, un personaje que siempre me pareció muy interesante y sobre todo porque siempre le ha gustado reírse de sí mismo, cosa que me parece fundamental. Es una manera de contar tu vida sin resultar dramático ni sonar victimista con esta temática, además, tan concreta. Para mí, era importante el tono que tuviese el libro para que no llevase a la gente a leerlo desde un punto de vista en el que alguien lo escribe para exorcizar sus demonios y, en cambio, sí para hablar de otras muchas cosas, que el libro tuviese diferentes capas.
Más allá del contenido, la forma también es importante, y en este caso el texto está apoyado por una fuerte carga visual bastante íntima y, además, he visto que has colaborado con Sara Condado (La Peliculera), ¿por qué ella?, ¿cómo habéis vivido esta colaboración?
Porque ella es una de las personas que mejor me conoce. De hecho, desde los comienzos de León Benavente, trabajamos con ella, ha hecho videoclips, campañas de publicidad para discos, fotos… De la misma manera que iba guardando material que quería desarrollar, también fui recopilando imágenes relacionadas con la temática del libro. Mi idea al principio era que el libro incluyese estas imágenes, pero luego también me di cuenta de que eso podría suponer un conflicto con los derechos. Ahí fue cuando pensé en utilizar el archivo familiar al que también había estado acudiendo, cada vez que iba a comer a mi casa a ver a mis padres, por ejemplo. Y luego también me apetecía ilustrar algunos de los pasajes de objetos que aparecían, es decir, darle un valor artístico. Sabía que Sara podía entender perfectamente ese lenguaje.
Incluso, Pepe, el editor, había recibido el texto previamente sin imágenes y cuando luego le envié las imágenes, me dijo: “Joder, ¿estás seguro de que quieres que lleve imágenes?, porque creo que el libro es muy potente sin información visual”, yo también dudé, pero llevaba tiempo con ganas de hacer esta especie de artefacto de libro un poco más pop y pensé que realmente si en algún momento iba a escribir algo que llevase acompañamiento visual, tenía que ser este libro. Además, por otro lado, también me da pie para crear una especie de escenario estético que me va a servir en un futuro para el show que voy a hacer en relación con el libro. Lo estreno el 31 de enero en Murcia y es un show basado en los textos del libro, pero también en muchas de las imágenes que aparecen.
Creo que cuando se lee cualquier obra, uno se crea su propio escenario e intenta elucubrar y fantasear entre posibles escenas y diferentes contextos. Aquí no es que fuese más sencillo, pero sí que ibas más al grano. Durante el relato me imaginaba Veía la imagen que acompañaba al relato y ya no me imaginaba, sino que sabía a la perfección, por ejemplo, cómo eran los botines Chelsea de los que hablas, y luego muestras la imagen de tu colección de botines.
Hay muchas más imágenes que estaban, Sara hizo muchas más fotos, que tienen que ver con eso, con referencias concretas del libro, pero hicimos un cribado y creo que al final se quedaron en su justa medida. Tampoco quería que fuese tan explícito porque es verdad que precisamente una de las cosas bonitas que tiene la literatura es que cada uno se crea sus propias imágenes, y, a veces, dar las cosas tan mascadas puede ir en la contra en vez de ir a favor, pero en este caso creo que la selección que hicimos finalmente y haber dejado las imágenes justas hace el efecto que yo buscaba.
Dentro de esta parte visual, hay una cosa muy interesante y que le da un aire nuevo y peculiar al libro. El momento en el que hablas de tu etapa en el baloncesto, aparece la foto original y luego al lado la interpretación que hizo la IA…
Sí, ese es el último párrafo que escribí para el libro. Vino a comer a casa un amigo mío desde la infancia que mide casi 1’90 o algo así, con el que jugué a baloncesto en el mismo equipo del colegio. Le pregunté por si tenía alguna foto del equipo y justo me dijo: “Ah, pues sí, mira, tengo esta foto”, la buscó en el móvil y me la pasó. No me acordaba de esa foto y justo es una en la que yo estoy en la línea de atrás. Normalmente solía estar delante por ser más bajo, pero en este caso no. Él mismo me dijo que no se veía muy bien, que estaba un poco borrosa y que la iba a pasar por una Inteligencia Artificial para ver si la hacía un poco más clara. Y pasó esto. Me enseñó cómo había quedado y él solo se fijó en que nos había cambiado un poco las caras, pero de lo que yo me di cuenta es de que a mí me había quitado el número del equipo y la pelota que tenía agarrada contra el pecho. Había entendido que, por mi estatura, ya no era un jugador, sino un preparador físico. Claro, poner las dos imágenes una al lado de la otra, fue el colofón perfecto.
¿Qué quieres contarme acerca del diseño en este proyecto? ¿Con quién lo has trabajado?
Pepe trabaja con Andrés, quien se encarga de hacer los diseños de los libros de Arrebato. Una de las cosas más guay que tiene esta editorial, entre muchas otras, es que los libros que publica no siguen siempre una misma estética o formato, que también está muy bien, sino que la libertad, en este sentido, es total.
La poeta norteamericana Claudia Rankine escribió un libro que me sirvió de referencia: “Ciudadana. Una lírica estadounidense”, es flipante. Aquí, ella también mezclaba muchas imágenes y curiosamente lo que más me echaba para atrás era el papel, más blanco que el que suele haber en los libros, en los que las hojas siempre suelen tirar un poco más al amarillento. Pero, por otro lado, ese papel en blanco era mucho más fiel a la fotografía original, la impresión quedaba muy bien. Casi al final, Pepe, el diseñador, y yo hablamos de descartar el papel tan blanco, pero hubo un momento que decidí tirar hacia este papel. La tipografía, obviamente, fue cosa de Andrés que es muy bueno. Eligió la tipografía legible y elegante que buscaba. Luego, con la movida de la cubierta, yo tenía una imagen que aparece al principio del libro que para mí definía muy bien todo el contenido: la foto de una miniatura del David de Miguel Ángel al lado de la de un Playmobil que alguien me regaló en un concierto y que soy yo. Como portada del libro claramente explica muchas cosas, pero, elegir poner una imagen en la portada era demasiado redundante. Andrés me propuso esta portada más clara y concreta, un poco minimalista. Creo que, por la costumbre de los discos, cuando ves algo que sabes que te ha gustado mucho y la guardas ahí, normalmente yo ya sé que esa va a ser la elegida, y así fue. Al final, decidimos este color amarillo con un negro muy contrastado que se hizo con un golpe seco en la portada y que tiene un poquitín de relieve y un poco de brillo.
Ahora que me he pasado por alguna librería y lo he visto ahí entre otros tantos, creo que destaca bastante. Supongo que eso, ante el aluvión de publicaciones que se hacen, tiene su parte positiva. Agradezco mucho a la editorial, Arrebato, por haber apostado por esta edición y este formato tan cuidado.
Si este libro pudiera hacer algo más allá de leerse -cambiar un hábito, confrontar un prejuicio, herir alguna certeza-, ¿qué esperas concretamente que ocurra en el lector?
Bueno, por un lado, me gustaría que la estatura, que es la temática que une todo, se entienda como un artefacto literario y que a quien le guste leer y esté acostumbrado a ello, lo valore como libro, trate el tema que trate, que esté bien escrito o que le haya interesado. Eso sí que, con el feedback que estoy recibiendo, creo que es algo que he conseguido y estoy contento. También me interesa que se genere un debate en torno a la temática porque considero que no es un tema que esté encima de la mesa, tanto como otros que tienen que ver con los cuerpos normativos hoy en día. De hecho, de eso me he dado cuenta escribiendo el libro. Prácticamente no hay bibliografías sobre esto. Solo encontré a una escritora norteamericana que escribió un ensayo puro y duro con relación directa al tema que me aportó datos interesantes. Creo que está bien que la gente, sobre todo aquella que tiene una estatura normativa, lo lea porque se va a dar cuenta de algunas circunstancias en las que ni siquiera estaba pensando yo.
Creo que también se disfruta mucho del lenguaje, el tono y el vocabulario que usas. Ayuda a no conectar con la compasión, sino a entender la perspectiva y unirse a ella. Un punto medio.
Sí, como sucede con todas las temáticas, lo interesante a parte de la misma temática en sí, es el punto de vista y el tono. Fue una de las cosas en las que más pensé a la hora de escribir el libro porque es un tema que puede dar lugar al humor fácil. Mucha gente cuando le decía que estaba escribiendo un libro sobre la estatura lo primero que hacían era reírse, soltaban una risa inocente, y no me apetecía que tuviese ese tono. Pero tampoco quería que fuese un tono victimista porque realmente nunca me he sentido así ni he sentido un rechazo directo por el hecho de medir poco, pero está claro que también quería poner sobre la mesa sin tapujos ni filtros qué se siente al ser una persona que no está en la media del cuerpo normativo. Me alegra porque parte del feedback que estoy recibiendo tiene que ver con el tono en el que está escrito el libro y supongo que como lo he pensado tanto para no caer ni en un lado ni en el otro, quedarme en el medio o estar jugando entre ambos, es lo que quería.
Actualizado 02/11/2025














