«Yo y mis circunstancias o cómo ir de guay precarizando el trabajo» por Ena Cardenal

En noviembre del año pasado recibí una maravillosa noticia: me habían seleccionado para formar parte del pool de empresas que trabajarían para el nuevo Acuerdo Marco del Ayuntamiento de Madrid.

Llevaba cuatro años desaparecida, durante los cuales fui madre y trabajé como freelance a destajo para una gran empresa, lo que me obligó a rechazar, por primera vez en mi vida profesional, todo el resto de encargos que me llegaban.

Mi desconexión con el mundo coincidió con la llegada de Nacho Padilla al Ayuntamiento. Recuerdo ver esas estupendas campañas que pululaban por las calles de mi ciudad adoptiva con una mezcla de envidia y admiración.

En 2020 terminó el proyecto que me tenía secuestrada, mi niña caminaba y hasta cantaba, pero ya no me llamaba ni el Tato, claro. Y con la convocatoria del nuevo Acuerdo Marco llegó mi oportunidad.

Tachán.

El concurso fue, cómo no, una pesadilla, lo normal en estos casos, vaya. Resultamos ganadores 13 estudios de 68: Aníbal Hernández, Murray, Juárez Casanova, Rubio & del Amo, Romualdo Faura, Koln, Atipus, AR Difusión, Yinsen, Folch/Nadie, White Horse/ Naranjo Etxeberría, F33 y yo.

Lloré de felicidad.

En marzo empezaron a llegar las invitaciones. Y lo que prometía ser el paraíso del diseñador gráfico se convirtió en una especie de Circo romano al mejor estilo hollywoodense.

El nuevo Acuerdo Marco se regula de forma muy diferente a los anteriores: para cada licitación debemos concursar todos los estudios (a excepción de algunas a las que se invita en petit comité según su valoración en la tabla del jurado para una puja privada) y el único criterio de adjudicación es el precio de descuento sobre un tarifario ya muy ajustado.

Además, nos obligan a presentar, como mínimo, el descuento que ofertamos inicialmente al concursar y como resulta que Folch/Nadie ofertó un 19% de descuento, si queremos tener alguna opción de ganar una licitación debemos superar ese descuento. Admite las bajas temerarias.

Se abre el telón.

De los trece estudios, tres (Romualdo Faura, White Horse /Naranjo Etxeberría  y Folch/Nadie) emprendieron, desde el segundo uno, una terrorífica política de descuentos. Faura va por libre, Folch y White Horse pertenecen al mismo conglomerado de empresas, aunque en el Acuerdo Marco aparecen como socios de UTES diferentes. El récord lo tiene, a día de hoy, Folch/Nadie con un 59 % (33.350 euros reducidos a 13.673,5) que no está nada mal.

El argumento utilizado: esto es legal, que lo es, y cada uno tiene sus circunstancias. Las suyas, evidentemente, les permiten hacerlo.

No es personal, alegan, forma parte de una “estrategia empresarial”. Bueno, hasta donde yo sé, todos los que formamos parte de los trece estudios somos personas, no caracoles.

En la práctica ha supuesto que esos tres proveedores se han llevado, por ahora, el 80 % del dinero adjudicado (en los concursos abiertos a los 13) y han conseguido que el Ayuntamiento no invierta casi la mitad del presupuesto destinado a un oficio. Lo que hacen es legal, sí, pero eso no quiere decir que sea ético.

El resto de estudios (y el propio Ayuntamiento que argumenta, inocentemente, que no esperaba esto) hemos asistido atónitos e impotentes, a la función semanal. Somos como niños pequeños que cada dos o tres días vemos pasar ante nuestros ojos, hambrientos y maravillados, carritos llenos de tartas, dulces y helados.

Que sabemos que no podremos tocar.

A no ser que bajemos a la arena con un buen machete.

Mis circunstancias también me lo permiten.

Podría bajar con machete, espada, piedras y hasta con un buen lanzallamas.

Podría hacer gratis muchas de esas campañas y así atiborrar mi ego/prestigio profesional de flanes con nata, helado de chocolate y tiramisú.

Pero resulta que tengo valores, además de circunstancias. Al igual que los otros 10 estudios que no han querido entrar en combate.

Hasta que no ha quedado más remedio.

De nada han servido las reuniones (Ayuntamiento incluido), los intentos de diálogo para actuar con sensatez. La dinámica circense se ha impuesto conforme pasaban las meses: hemos ido aceptando la realidad al tiempo que se acumulaban las facturas sin pagar. El contrato finaliza en marzo de 2022, calculo que, más o menos en octubre, ese increíble 59 % nos parecerá normal.

Claro que me asombra la inocencia del Ayuntamiento: el sector público debería dignificar las condiciones de trabajo de los profesionales y es evidente que con este Acuerdo Marco se está consiguiendo exactamente lo contrario.

Y claro que me escandaliza que con nuestros impuestos se fomente la precarización de un sector, aunque sea culpa indirecta de un interventor que intervino (valga la redundancia) en el último momento. Y me consta que, a nivel personal, esta situación es tan desagradable para ellos como para nosotros.

Y que están buscando una fórmula legal para evitar la bajadas temerarias.

Nosotros también.

Pero lo que me tiene realmente estupefacta es la postura deliberadamente insolidaria de Romualdo Faura, Folch/Nadie y White Horse /Naranjo Etxeberría. Estudios que presumen de ser lo más, que van de guays, usando en las redes palabras como sostenibilidad, progreso, ética, nuevo paradigma, etc. Y cuyos hechos hablan de lo contrario: fomentando la banalización del trabajo a conciencia, devaluando su valor hasta límites insospechados. Convirtiéndolo en algo irrelevante.

Mi hija ha cumplido 3 años, yo cumplo 53 en breve. Esto que siembran los que defienden la ley del mercado salvaje es lo que ella recogerá.

Me pidió un disfraz de mariquita para el próximo Halloween, pero he decidido que se lo voy a comprar de gladiadora.

Hay gente muy rara ahí fuera.

Dominan perfectamente la estética, pero no entienden nada de ética.

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