También en tipografía las mujeres han jugado en el pasado un papel esencial que ha sido, como en tantas otras ocasiones, ninguneado e invisibilizado.
El trabajo de investigación Women in type, centrado en la industria tipográfica del siglo XX, arroja luz sobre una situación profundamente injusta con las mujeres.
La idea de «messy history» (historia desordenada) resulta sumamente útil para abordar la contribución de las mujeres en la historia de la industria de la tipografía.
Frente a la historia plenamente difundida y aceptada, la historia convencional («neat history»), que establece una autoría individual, generalmente masculina, en contextos muy definidos y explicaciones que tienden a la simplificación, la «messy history» pretende explorar, examinar, indagar bajo diferentes enfoques y puntos de vista alternativos que lleven al redescubrimiento de la verdadera dimensión del papel de las mujeres en la industria tipográfica.
A partir de este punto de partida —el concepto «messy history» acuñado por la profesora de diseño gráfico Martha Scotford en su ensayo Messy history vs. neat history: toward an expanded view of women in graphic design— el equipo de investigadoras formado por Fiona Ross, Alice Savoie y Helena Lekka han puesto en pie el proyecto de investigación académica de tres años realizado en el Departamento de Tipografía y Comunicación Gráfica de la Universidad de Reading (Inglaterra) entre marzo de 2018 y noviembre de 2021 bajo el título de Women in type.
Women in type persigue el redescubrimiento de la contribución de las mujeres a la historia de la tipografía. Y lo hace a través de una atractiva y funcional página web en la que, además de interesantes textos englobados en diversos campos de estudio, encontramos abundante material fotográfico a modo de prueba irrefutable y una amplia selección bibliográfica que aborda temáticas como «las mujeres en la industria», «historia de las mujeres», «las mujeres en el diseño y la edición» o «historia del diseño tipográfico».
La investigación de Women in type cubre un periodo temporal que abarca desde 1910 hasta 1990 y se centra básicamente en dos empresas británicas, Monotype Corporation y Linotype Limited.
Estas empresas solían contratar mujeres para sus departamentos de dibujo tipográfico, donde se realizaban las labores de desarrollo y producción de las fuentes tipográficas, por el simple hecho de que sus salarios eran sustancialmente menores que los de los hombres.
La investigación de Ross, Savoie y Lekka demuestra, apoyándose en el trabajo de las sociólogas Rosemary Crompton y Kay Sanderson (Gendered Jobs and Social Change, Unwin Hyman, 1990), que estos departamentos se nutrían principalmente de mujeres jóvenes solteras que se encontraban en esa edad en la que ya podían obtener «permiso» para desempeñar un trabajo remunerado «fuera de casa» mientras llegaba el momento de casarse y asumir las labores del hogar.
Por lo tanto, la rotación de trabajadoras era enormemente alta, lo que contribuía a mantener los salarios bajos, además de resultar un factor determinante en la sumisión en un segundo plano casi invisible de su contribución al buen funcionamiento de la industria.
No olvidemos que en aquellas primeras décadas del siglo XX la tipografía era una industria (enmarcada claramente en plena eclosión del capitalismo y en una sociedad férreamente patriarcal) y como tal dependiente de la intervención de numerosas personas durante los procesos de producción, es decir, la tipografía se encontraba muy lejos de ser una labor meramente individual, generalmente asumida por un único diseñador.
Esta mirada que aporta el proyecto Women in type, necesariamente feminista y reivindicativa sin abandonar su aliento académico, deja bien patente que el diseño tipográfico es, sobre todo, un proceso colaborativo en el que se hace necesaria la intervención de diversas personas a causa de la complejidad del proceso industrial.
Es decir, se trata de poner en discusión la figura, casi monolítica, del diseñador individual (y en este caso, cuando digo «diseñador individual» no estoy usando el genérico masculino, sino que me refiero a los diseñadores hombres) como creador único de un producto acabado y listo para su comercialización, y, sobre todo, se trata de reivindicar el trabajo silencioso, paciente y casi siempre mal pagado de miles de anónimas mujeres sin las cuales no hubiera sido posible la expansión y el éxito de la industria tipográfica.