Typorama mira hacia arriba

Según la consigna del libro Typorama de Letras y Edificios, la tipografía y la arquitectura tienen una larga tradición en común. Una contraseña que describe las páginas de esta gran edición publicada en Buenos Aires por Tipografía II, de la Cátedra Longinotti.

En el exceso, el metalenguaje del libro Typorama es vital. Términos como Nexus, Ortodoxia, Costruzione, Tecnic, Neon Light, Edilicia, Newspeak, Neon Deco, Neolengua, Structype, Androgina y Humanoide, entre otros que detalla el sumario, ponen en foco ejercicios gráficos de un tiempo y lugar perteneciente a un futurismo abismal, cuyo telón de fondo es la ciudad humeante y sus múltiples lecturas tipo-arquitectónicas. Resabios de cultura pop, donde Un Mundo Feliz (Aldous Huxley,1932), More Songs about Buildings and Food (Talking Heads, 1978) y Blade Runner (Ridley Scott, 1982) son insoslayables en su matriz de influencias. El fantasma de estos registros, aparece en Typorama en distintas combinaciones formales: distopía, arte del ruido, poesía concreta, pasado-presente, nostalgia digital, estética y consumo, vindicaciones pop.

Según dice el profesor Enrique Longinotti en el prólogo del libro, Typorama «es la síntesis de un proyecto académico en torno a la creación de un repertorio de signos a partir de la investigación de la arquitectura urbana como su referencia conceptual, formal y estilística». Para Longinotti, la hyperfuente (una temprana hipótesis de trabajo que indaga en la anatomía de la letra «y saben, por ende, que sus paisajes cambian, como lo hacen las ciudades y las poblaciones»define lo extremo, lo preciso, cuida la identidad tipológica de cada carácter y explora sus límites formales.

Sin embargo, en la doxa de Typorama, la palabra clave es deconstrucción. Typorama nos recuerda la fascinación que nos provocaba el uso tipográfico manipulado y experimental de los 90. El diseño de Neville Brody, Why Not Associates, Philippe Apeloig, Phil Baines, P. Scott Makela, las fuentes de Barry Deck, Max Kisman, Edward Fella, Jonathan Barnbrook, Noise, de Attik, y las publicaciones del visionario Lewis Blackwell, promovían una ruptura a partir del avance de la tecnología, con eje en la deconstrucción, la legibilidad impura y la abstracción conceptual. Si en Typography Now: the Next Wave (Booth-Clibborn, 1991), el crítico Rick Poynor, analizaba la forma en que el espaciado de palabras crecía progresivamente hasta que el texto de desintegra en partículas (entre otros dispositivos del momento, su ejemplo era The Telephone Book, diseñado por Richard Eckersley en 1989) en la exploración de Typorama «la fuente se expresa no en reposo sino en acción». Estas reflexiones habilitan el repertorio que ofrece la complejidad del texto tipográfico, el color, la tridimensionalidad y las texturas.

Typorama amplifica un tono de voz, una identidad visual –confirmado por la mayoría de los ejercicios ejecutados por los alumnos de Tipografía II–, que promueve con habilidad modelos alternativos en la organización entre texto e imagen. De esta manera, si bien desde 1998 el urbanismo, las ciudades y su cartografía es un tema recurrente en las publicaciones de Tipografía II, Typorama posiblemente sintetice toda la curiosidad reflexiva entre el estudio de la letra y su contexto.

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