La semana pasada estuve dando clase en el Master Intensivo de Diseño Gráfico en el IED. Titulitis vs realidad era el título de una parte de mi presentación, y mira por donde, parece hecho a propósito con el tema de la nomenclatura para los títulos de las escuelas superiores de Arte y Diseño.
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Con este tema tengo un pensamiento dual. Por un lado, sabiendo que el título equivale a todos los efectos a grado, pues uno se queda más tranquilo. Yo estudié Bellas Artes y soy licenciado, y otros amigos son ingenieros. Los dos hicimos carreras universitarias y cuando acabamos, la Administración llamó de forma diferente a lo que habíamos hecho, estudios superiores.
Pero si rascas un poco en el tema hay muchos matices y mucha gente que se pone nerviosa. Y con razón. A todos los efectos nada cambia, pero si a una cosa le llamas de otro modo por algo será, es lo que suele pensar la gente. Lo cierto es que como decía Jordi Font, director del Institut del Teatre, en un artículo en El País, «el pan es el pan, el vino es el vino y el grado es el grado. Y no puede obligarse a nadie a que llame, al pan, ‘masa de harina horneada’ ni, al vino, ‘mosto fermentado’ ni, al grado, ‘título superior’».
¿Intereses malintencionados? Pues algo hay, pero todavía no vemos por donde van a venir. Si a algo le llamas de otra manera corres el riesgo de que en un futuro a esa otra cosa que no se le llama igual que a la otra pase a ser otra cosa de verdad. Y como quien no quiere, se acabe convirtiendo a todo aquello que está bajo el paraguas de ‘Títulos Superiores de Enseñanzas Artísticas’ en algo no tan superior. De hecho, ahora ya ocurren casos curiosos. Una escuela privada homologada por una universidad puede dar un título de ‘Grado’ mientras que una escuela pública ofrece un ‘Título Superior’. Paradójico.
Pero lo que más preocupa es la repercusión social. Todavía recuerdo a una viejecita diciéndole a su nieta que lo de hacer Bellas Artes estaba muy bien, pero que debía estudiar algo serio, de futuro. Pues eso, que si alguien en este país estudia Diseño, Danza, Música, Teatro, Moda… pues seguirá considerado como ‘diferente’. Y os puedo asegurar que muchos de los profesionales que estudian estas disciplinas están mil veces mejor formados que muchos a los que les otorgarán el título de ‘Grado’.
Otra cosa es si realmente a muchas escuelas deberían de darles la capacidad para titular. Porque seamos sinceros. Hay algunas escuelas de arte que dejan mucho que desear y que lo que allí se imparte o incluso el profesorado están a años luz de otros centros. Y ahí es donde debería centrarse el Ministerio, en generar los elementos necesarios para que la escuela pública sea tan competente como la escuela privada, esa que decíamos que puede ofrecer ahora grados. Y es que con la titulación se puede dar otra paradoja, y es que alguien pudiera empezar su formación en la peor escuela de España y en el último momento dar el salto a la mejor escuela privada y ¡voilà! titulazo. Será por eso que algunas escuelas privadas no quieren convalidar todos los créditos.
¿Es importante el título? Os aseguro que en 20 años de profesión jamás nadie me ha pedido el título. Es más, nunca fui a recogerlo. Así que, si algún día me lo piden tendré un serio problema. Para la mayoría de las cosas no hace falta y a casi nadie le importa en el ámbito profesional si tienes título o no. A todo el mundo le interesa ver lo que eres capaz de hacer, y no la titulación que fuiste capaz de conseguir.
Y en una «carrera de fondo», como dice Oscar Mariné, no tiene mucho sentido. Al poco de acabar tus estudios nadie te valora por la nota media que sacaste, sino por lo buenos o malos que son tus proyectos. Y en los tiempos que corren ni un solo cliente te pedirá la titulación, eso si encuentras un cliente, algo que está en peligro de extinción.
La realidad no necesita títulos. La realidad no tiene titulitis. En realidad nos debería dar igual cómo nos llamen, la realidad es que en este país siempre nos han tratado como algo secundario y no será por la nomenclatura de un título lo que lo haga cambiar. Igual lo que hay que hacer es cambiarle el título a los políticos y ‘degradarlos’ a otra cosa. Bueno, en el fondo ya lo están, ¿no?
Actualizado 07/07/2014