En el año 2000 una fábrica de electricidad de ladrillo rojo situada a orillas del Támesis y diseñada en la década de los años 50 por Giles Gilbert Scott (el mismo que diseñó las famosas cabinas de teléfono rojas), se convertía en el Tate Modern; el conocido Museo Nacional Británico de Arte Moderno. Ahora, en 2016, este museo añade una sorprendente pieza piramidal retorcida a su arquitectura: Switch House.
Diseñada por los mismos arquitectos que se encargaron de la transformación de fábrica a museo, Herzog & de Meuron, la pirámide se alza majestuosamente, orgullosa de sus torsiones y de su fachada construida a base del ladrillo rojo tan característico de la arquitectura inglesa. Este nuevo edificio anexo es la demostración de cómo es posible un buen maridaje entre lo tradicional y la estética más moderna y contemporánea; una gran combinación entre espacios industriales y la más elegante arquitectura del siglo XXI.
Según cuenta el director del museo Sir Nicholas Serota, el museo necesitaba una urgente ampliación ya que debido a la popularidad que tiene el museo, este alberga al año más de cinco millones de visitantes y, en consecuencia, el aumento de espacio era imprescindible. Con esta ganancia de espacio, también podrán ofrecer una mayor variedad de artistas internacionales presentando así una visión cada vez más internacional del arte moderno y contemporáneo.
Quizás, lo más característico del Switch House es su fachada retorcida compuesta por una celosía de ladrillo perforado a través de los cuales pueden verse las luces que encienden por la noche. El interior es igualmente sorprendente con sus blancos espacios expositivos, con ángulos casi imposibles y preparados para crear grandes experiencias para el visitante.
«La forma del Switch House se sitúa entre lo más racional y lo más irracional; una pirámide que está no solo está relacionada con la geometría de la parcela, sino que también está ideada pensando en el modo en que los visitantes entran en las galerías«, explica el arquitecto Jacques Herzog.
La altura del nuevo edificio (64,5 m) –en proporción con la altura de la torre ya existente de la antigua fábrica (99 m)– y sus dimensiones, aportan al museo un 60 % más de espacio: diez plantas dedicadas a performances e instalaciones de vídeo. En la parte superior, el visitante podrá disfrutar de una terraza con unas maravillosas vistas de la ciudad de Londres en 360º.