Paramount+ se queda con los derechos globales de South Park en un acuerdo histórico que redefine el valor del contenido de animación para adultos. La operación, valorada en 1.500 millones de dólares por cinco años, culmina meses de tensas negociaciones y revela cómo la propiedad intelectual puede convertirse en el activo más codiciado del streaming.

En un momento en el que las plataformas compiten no solo por suscriptores sino por franquicias capaces de sostener su modelo de negocio, South Park se ha convertido en el último gran trofeo del streaming. Trey Parker y Matt Stone, creadores de la serie, han firmado un acuerdo con Paramount+ valorado en 1.500 millones de dólares que da a la plataforma los derechos de emisión global por los próximos cinco años. Y no se trata solo de una operación entre dos partes: este pacto es la consecuencia de una batalla más compleja, que implica fusiones corporativas, demandas cruzadas, tensiones internas y una lección clara para la industria: quien tenga la IP, tiene el poder.
Porque South Park, estrenada en 1997, no solo ha sobrevivido a todas las modas, cancelaciones y plataformas. Ha sabido capitalizar su identidad irreverente, su agilidad de producción y una comunidad fiel que envejece con ella. Y aunque a simple vista parezca una serie de animación algo desfasada, su valor económico ha crecido exponencialmente. Hace apenas cinco años, HBO Max pagó 500 millones por sus derechos temporales. Hoy, esa cifra se triplica.
El nuevo contrato con Paramount+ implica la producción de 10 episodios nuevos cada año y el traslado de todo el catálogo histórico a la plataforma. En Estados Unidos, esto marca la primera vez que South Park estará disponible en Paramount+, desplazando a HBO Max, cuyo acuerdo finalizó en junio de 2025. Pero detrás de esta maniobra hay algo más que cifras millonarias: hay una historia de desencuentros, fusiones truncadas y una lucha por controlar los futuros beneficios del streaming.

Guerra de plataformas, egos y abogados
La operación llega tras una dura disputa legal entre Paramount y Warner Bros. Discovery, propietaria de HBO Max, que en 2023 demandó a la primera por incumplimiento de contrato. El motivo: mientras HBO Max esperaba recibir temporadas completas, los creadores entregaban episodios sueltos o especiales que se emitían como “películas” en Paramount+. La acusación: evasión creativa del contrato. La defensa: tecnicismos legales sobre qué se entendía por temporada.
A esta batalla se sumó un segundo frente: la fusión entre Paramount y Skydance, en negociación desde hace más de un año. Según informes del Los Angeles Times, los propios Parker y Stone calificaron públicamente la operación como “un desastre” que estaba “jodiendo South Park”. Y no era un exabrupto gratuito: la fusión retrasó el estreno de la temporada 27, prevista inicialmente para el 9 de julio, hasta el 23 de julio de 2025, justo cuando se anunciaba el nuevo contrato.
En paralelo, ejecutivos vinculados a Skydance —como Jeff Shell, procedente de NBCUniversal— fueron señalados por los creadores como responsables de sabotear negociaciones con otras plataformas como Netflix, en un intento por reducir el valor de mercado de la serie. El ambiente se volvió tan tenso que Parker y Stone contrataron al mediático abogado Bryan Freedman para explorar posibles acciones legales.
Y mientras tanto, los fans esperaban. La temporada 27, que finalmente se estrena esta semana, se ha convertido en el símbolo de un tira y afloja que ya no se juega en las oficinas de Comedy Central, sino en despachos de abogados y salas de juntas donde las decisiones creativas importan menos que el reparto de beneficios.

Lo que vale una idea (bien protegida)
El acuerdo firmado no solo asegura la continuidad de la serie. También refuerza el modelo de negocio que Parker y Stone diseñaron desde 2007, cuando establecieron South Park Digital Studios junto a Viacom (entonces propietaria de Comedy Central). A través de esta estructura, los creadores conservan el 50 % de los ingresos generados por licencias de streaming, lo que significa que de esos 1.500 millones, al menos 750 millones van directos a Park County, su empresa productora.
Este control de la propiedad intelectual es lo que ha convertido a los creadores de South Park en una excepción dentro de la industria. Mientras otros artistas pierden los derechos de sus obras al firmar con estudios o plataformas, ellos han logrado mantener el control, incluso en medio de un panorama en el que los contenidos se fragmentan, migran o desaparecen de los catálogos por decisiones puramente financieras.
Lo irónico es que, en pleno auge de la IA y los contenidos generativos, una serie hecha con estética rudimentaria, con voces recicladas y un humor que raya el absurdo, se haya convertido en una de las más valiosas del planeta. Pero tiene sentido: South Park es capaz de reaccionar en tiempo real a la actualidad política, de generar conversación social, de provocar sin miedo. Y eso, en la economía de la atención, es oro.
Mientras plataformas como Netflix, Disney+ o Prime Video siguen quemando contenido nuevo a toda velocidad para mantener la retención de usuarios, Paramount+ ha apostado por algo diferente: consolidar una IP longeva con una base de fans consolidada, y que además puede renovarse año a año con un modelo de producción ágil.
¿Es una señal de que el contenido clásico está recuperando terreno frente a la obsesión por lo nuevo? ¿O simplemente la prueba de que, si sabes negociar, un episodio de animación vale más que mil campañas de marketing?
En cualquier caso, el acuerdo redefine el valor del contenido animado para adultos y marca un punto de inflexión para la industria del streaming. Si South Park vale 1.500 millones por cinco años, ¿cuánto valen otras propiedades con décadas de historia y comunidades activas? Quizá la batalla por el futuro del entretenimiento no esté en la creación de nuevos universos, sino en quién consigue quedarse con los que ya funcionan.