Siento admiración por lo que hacen otros sectores profesionales. Siento admiración por cómo los taxistas se manifiestan por la entrada de Uber en España, veo cómo las amas de casa se quejan por multitud de temas, siento admiración por cómo las asociaciones de gays y lesbianas se manifiestan, con ‘orgullo’, una vez al año para tener visibilidad, siento admiración por las enfermeras cuando ponen el grito en el cielo porque el consejero de Sanidad de Madrid dice que posiblemente la enfermera ‘pudo mentirles’, pero aún más allá de la pataleta, la enfermera pone una demanda contra el consejero por ‘atentar gravemente contra su honor’…
–
¿Y nosotros qué?
Los diseñadores, los creativos, los culturetas a los que nos gusta esto de la imagen y la cultura visual, nada de nada. Como mucho, nos limitamos a unos cuantos tweets de indignación, a compartir cervezas y enfado con nuestros colegas y a leer las notas de lamento de las asociaciones que nos representan. Eso es todo.
Incluso en algunos casos nos conformamos con aquello tan manido de ‘es que es legal’, y ahí nos resignamos. También es legal que te llamen mentiroso, pero se reacciona. Uber es legal, pero se le advierte a la administración de las irregularidades y desigualdades. Se movilizan aunque sea legal.
¿Quién nos representa?
Es una pregunta que me hago muchas veces. Los que parece que deben representarnos se limitan a emitir comunicados de resignación e indignación que sirven de poco. Y ahí finaliza su capacidad de movilización. A pesar de estar en la industria creativa nuestros representantes tienen poca inventiva para pensar en acciones de movilización.
Muchos de los que deberían dar soluciones se preguntan cuál es la solución. Mal vamos si no saben qué hacer. Parece que no son capaces de abrir un Change.org y pedir firmas, parece que no saben crear un hastag para unir toda la indignación, parece que no saben conseguir titulares en la prensa para dar visibilidad a nuestro enfado, parece que no son capaces de convocar un ‘troleo’ digital, parece que no saben buscar pretextos legales, parece que no saben…
Lo que ocurre es que no se sienten ‘agraviados’ cuando la administración nos dice en nuestra cara que nuestro trabajo lo puede hacer cualquiera sin más. No se sienten aludidos cuando nos hacen trabajar gratis, no se sienten aludidos cuando nos cobran impuestos por nuestra actividad, pero no se les exige lo mismo a los que se presentan a concursos públicos, no sienten que está amenazado nuestro patrimonio visual, no sienten que nadie esté atentando contra nuestros intereses…
Sin embargo, sí se sienten alterados cuando atentan contra los suyos y entonces pelean y buscan abogados. ADCV acaba de ganar parcialmente el recurso que le obligaba a pagar 24.000 euros de multa por el Valor del Diseño, dejándolo en 6.000 euros. Parece que habrá que ‘multar’ a las asociaciones para que reaccionen y pongan a un abogado para que defienda nuestros intereses, igual que lo hacen para defender los suyos.
No somos incomodos
En el fondo lo que ocurre es que no se quiere incomodar. Ser incómodo significa pelearse, llevarse alguna bofetada, enemistarse con más de uno, pero las asociaciones no están en posición de hacerlo. Están más en la posición de pedir y ser dóciles. Si durante los últimos 25 años hubiéramos sido la piedra en el zapato de los políticos seguro que ahora los políticos ya nos tendrían en cuenta, ser incómodo a corto plazo es muy incómodo, valga la redundancia, pero a largo plazo es una buena medicina. Lo han conseguido otros colectivos con un peso específico mucho menor que nosotros, lo consigue una enfermera que es capaz de arrancarle una disculpa a un consejero y sentarlo en el banquillo. Si ellos pueden, nosotros también deberíamos de poder. Hay cientos de razones.
¿Quién empieza? Me gustaría sentir admiración por mi sector.
Actualizado 24/11/2014