Si usas la IA te echarán fuera. ¿Por qué?

Resulta que ahora algunos jurados literarios se han puesto exquisitos. Dos obras han sido expulsadas del concurso más importante de Nueva Zelanda —más de 30.000 euros en juego— porque sus portadas estaban generadas con inteligencia artificial. Pues muy bien. Pues vale. Pues de acuerdo. No es que las hayan eliminado por ser malas, que lo son, sino porque se ha utilizado la herramienta equivocada. Como si el pecado fuera pronunciar “IA” en voz alta. Hay quien oye ese término y le entra un sarpullido moral, como si hubiese invocado al maligno. Sigo sin entenderlo. ¿Qué importa en un premio literario si la portada se ha hecho con IA o no? ¿Desde cuándo el jurado de una obra escrita decide también qué técnicas visuales son legítimas? Y más absurdo todavía: si esas novelas se publican en otros países, cada edición tendrá su propia portada, su propio estilo y su propio traductor visual. Pero aquí, de repente, la portada es una frontera ética. “Es que somos defensores de ilustradores, fotógrafos, diseñadores”, dicen. En un comunicado, Smither lamentaba que “el meticuloso trabajo de los diseñadores no esté siendo respetado”. ¿De verdad ese respeto depende de usar o no IA? ¿Así de frágil creen que es la profesión? Vamos por partes. Los diseñadores llevan usando “inteligencias artificiales” desde que apareció el ordenador, aunque entonces nadie usara ese nombre. ¿O alguien cree que lo que sale de un Mac es de su puño y letra? Todo lo que hacemos pasa por procesos matemáticos, algoritmos, interpolaciones y correcciones invisibles. Ni el trazo sobre la tableta es “propio”: el software lo interpreta, lo suaviza, lo redibuja. Siempre ha habido un componente no humano en el proceso, solo que era tan lento y torpe que nos hacía sentir en control. La diferencia es que ahora la escala es otra. La IA actual no deja de ser lo que era Photoshop en los 90, pero multiplicado por millones de datos, con una potencia que la hace imprevisible y a veces peligrosa. Pero la lógica de fondo es la misma: una herramienta que expande las posibilidades del diseñador. ¿Entonces por qué una portada hecha con Photoshop sí vale, una con InDesign también, una con Procreate sí, una con Figma sí… pero una generada con IA ya no? ¿Dónde ponemos la línea? ¿Cuánto “digital” aceptamos antes de que deje de ser puro? Y si nos ponemos estrictos, tampoco se libran las tipografías. Muchas se construyen por interpolación entre pesos, curvas y nodos que ningún humano dibuja uno a uno. ¿Las descalificamos también? El argumento de fondo es otro: las portadas expulsadas eran malas. Muy malas. Pero que una herramienta produzca malos resultados no es culpa de la herramienta, sino del criterio de quien la usa. Y si un editor acepta una portada horrible generada con IA, eso es un problema editorial, no una cuestión ética universal. Durante años se han publicado portadas mediocres hechas con bancos de imágenes, con filtros automáticos, con recursos prefabricados. Entonces no pasaba nada. Ahora sí. Esto ya lo hemos vivido. En los 90 hubo quien aseguraba que si algo estaba hecho con ordenador no valía: “demasiado frío”, “sin alma”, “no tiene huella humana”. Con la fotografía digital pasó lo mismo. Hoy nadie lo discute. Dentro de una década ocurrirá igual con la IA. Porque usar IA no elimina el oficio. Hay que seguir teniendo criterio. Hay que saber elegir. Hay que saber cuándo algo funciona y cuándo no. Si le pides a una IA “hazme una portada con un gato sonriente” y te devuelve una chapuza, eres tú quien decide si esa basura llega a imprenta. Si decides que sí, adelante. Será un fracaso o un éxito, pero no un debate moral. Lo más irónico es que ya no podemos distinguir si algo lleva IA o no. Los ordenadores llevan ya IA. Los móviles llevan ya IA. Las cámaras llevan ya IA. El software de maquetación y de edición también. Todo lleva ya IA. Y si seguimos por este camino, llegará el día en que nos descalifiquen no por usarla, sino por asumir que nuestro trabajo ya no es trabajo porque “lo hace una máquina”. Qué equivocados están. La IA no nos sustituye. Lo harán, en todo caso, quienes no entienden cómo funciona nuestra profesión. Y esos, desgraciadamente, no necesitan IA para equivocarse.

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