El 2 de mayo es el Día de la Comunidad de Madrid y, tan importante como esta festividad, es su bandera en esta fecha. La creación de blasones y la heráldica –el arte de explicar y describir los escudos de cada linaje, ciudad o persona–, suele estar asociado a la creencia de que su origen se localiza en punto muy lejano en la historia. No es el caso de la creación de la bandera y el escudo de la Comunidad de Madrid, ya que los elementos que los componen fueron diseñados hace relativamente poco, en 1983.
Ciertamente, la Comunidad Atónoma de Madrid fue la de más reciente creación entre todas las que configuran el Estado. Y ante tanta diversidad en el ámbito de la heráldica, ¿cómo conseguir distinguir esta nueva comunidad entre otras gracias a su atractivo y significado? Para dar solución a tal problema, encargaron el proyecto al diseñador José María Cruz Novillo y al poeta y periodista Santiago Amón. Estos decidieron dejar a un lado el proceso de heráldica tradicional y centrarse en un proceso de diseño de reducción y simbolismo que diera la solución gráfica que necesitaban: «Para una Comunidad nueva, un nuevo diseño», afirmaron. De este modo acabaron con unos diseños en los que tan importante era la historia geográfica de Madrid como la naturaleza.
Según cuenta Cruz Novillo en el libro ‘El escudo y la bandera. Memoria y diseños de los símbolos de la Comunidad de Madrid’, a principios de septiembre de 1983, el Consejero de Presidencia de la Comunidad de Madrid, don Javier Lesma, reunió a Amón y a Cruz Novillo para plantearles el problema.
En esta primera reunión revisaron los símbolos utilizados por la anterior Diputación de Madrid como antecedentes inmediatos: un escudo formado por la acumulación de los distintos partidos judiciales de la provincia y un signo (ganador en un concurso) que representaba el perímetro aproximadamente triangular de Madrid.
«Yo creo que no había transcurrido una hora de conversación y ya habíamos determinado los conceptos básicos a partir de los cuales empezar a diseñar», explica Cruz Novillo.
Estos conceptos fueron que el color debía ser rojo carmesí (el mismo color usado en el escudo de Castilla ya que Madrid, situada entre las dos Castillas, tiene una fuerte y tradicional vinculación con ellas); las siete estrellas blancas (coincidiendo con las que decoran el escudo de la villa de Madrid) con cinco puntas simbolizando las cinco provincias que limitan geográficamente la Comunidad; dos castillos dorados representando a las dos Castillas; y una corona real dorada reducida a sus rasgos esenciales.
El primer diseño que se abordó fue el escudo y a continuación la bandera. El color rojo que se escogió fue el Super Warm Red de Pantone por ser el más similar al rojo carmesí del Pendón de Castilla. Aunque hubo ciertos problemas con los antecedentes iconográficos, se crearon castillos con tres torres y tres ventanas por ser esta forma la más respetuosa con la tradición. Las estrellas fueron los elementos más claros desde un principio porque, además de que ya aparecían en el escudo e la ciudad de Madrid, simbolizaban la constelación de la Osa Mayor (vista a la perfección desde el cielo madrileño de la Sierra de Guadarrama). Después de probar varias opciones se decidió que la mejor opción era colocarlas en el centro de la bandera y alinearlas en dos hileras, cuatro arriba y tres abajo, por ser la disposición que mejor se adapta a su doble utilización en el escudo y la bandera.
«Me parece muy positivo que un proceso creativo y formalizador de tanta complejidad haya dado como fruto un repertorio iconográfico tan fácil de describir verbalmente y tan cargado de antecedentes históricos/legendarios», asegura Cruz Novillo.
La creación del escudo y de la bandera de la Comunidad Autónoma de Madrid fue todo un ejercicio de síntesis y la demostración de cómo el diseño es fundamental en cualquier aspecto de nuestra sociedad.