¿Puede una tipografía ser racista?

El actual revisionismo cultural procedente de Estados Unidos ha acabado por alcanzar a la tipografía y ello podría dar pie, si no nos dejamos arrastrar por el griterío reinante, a un interesante debate. Ana Moliz lanza el guante en este artículo. «Los dogmas del pasado silencioso son inadecuados para el presente tempestuoso. La oportunidad es una montaña de dificultades, y debemos crecer con la oportunidad.» Abraham Lincolm citado por Ken Robinson en «Bring on the learning revolution», conferencia TED de 2010 Nos estamos acostumbrando muy rápidamente a los debates de brocha gorda, sin matices de ninguna clase y casi sin argumentos. Diría incluso que resulta excesivamente benévolo llamar «debate» a lo que no es más que una bronca tabernaria entre facciones irreconciliables. Parece que nadie escucha y todo el mundo chilla. Las emociones andan desatadas y han barrido de la escena pública cualquier atisbo de razonamiento. puritanismo, ofendiditos, moralina, censura... No descubro nada nuevo al afirmar que vivimos inmersos en un cambio de época (no en una época de cambios), de ahí la convulsión espasmódica generalizada de la sociedad. Revisionismo de saldo, neoliberalismo rampante, sentimientos a flor de piel, abandono de las Humanidades, el individuo engullido por mil identidades, puritanismo reaccionario exacerbado, batallones de ofendiditos, moralina en proporciones cósmicas, censura y autocensura… y esta cara de asombro, de pasmo, de incredulidad, de estupefacción, de cabreo, que se nos queda a algunas, y también a algunos, cuando el ajetreo diario nos permite unos instantes de quietud para mirar alrededor. El caso es que a raíz de un artículo de la escritora especializada en diseño y cultura visual Anne Quito publicado hace unos días en CNN titulado «Karate, Wonton, Chow Fun: el fin de las fuentes “chop suey”» se ha puesto el foco en esta especie de «guerra cultural» en la tipografía. Vamos a intentar centrarnos en lo exclusivamente tipográfico —aunque, evidentemente, como se puede ver, la tipografía no vive aislada en su mundo ideal, por suerte—. La autora, citando al escritor, diseñador e historiador tipográfico estadounidense Paul Shaw, las denomina fuentes «chop suey». El asunto en absoluto es nuevo. estereo tipos El artículo de Shaw, que se publicó en Print Mag allá por 2009 bajo el ingenioso y acertado título de Estereo Tipos, es un esclarecedor recorrido por diversas fuentes «étnicas», donde se aprecia con claridad como estas tipografías son, en buena cantidad de casos, fruto de chapuceras interpretaciones o bienintencionados ejercicios de estilo con más o menos fortuna, mero afán comercial, malentendidos, desidia cultural o directamente prejuicios racistas y xenofobia. A veces, como Shaw pone de manifiesto, algunas tipos se identifican con ciertos estereotipos culturales «a través de apariciones recurrentes en portadas de libros y carteles, por personas que conectaron las tipografías con sus propios prejuicios y percepciones culturales, reforzando lentamente las asociaciones étnicas de las fuentes en la mente de los espectadores» y no tanto por una intención en su diseño original. Deja claro el autor que algunas «se consideran exóticas debido al contexto más que a las características innatas», como por ejemplo Auriol, tipo display creada en 1901 por George Auriol, que, según el contexto, puede ser «francesa» o «japonesa». inventos americanos No es este el caso de las llamadas fuentes «chop suey» —bautizadas así porque el famoso plato de presunta gastronomía tradicional china es en realidad un invento estadounidense—, que nacieron con el propósito claro de remedar la cultura china mediante la caricatura de su escritura a ojos de una sociedad occidental absorta, durante buena parte del siglo XIX, en un folclórico orientalismo cargado de topicazos. Shaw establece el origen de estas fuentes en 1883 en la Cleveland Type Foundry, que patentó una tipo llamada inicialmente Chinese y más tarde Mandarin. Página del especimen de la Cleveland Type Foundry Tipografía Mandarin A partir de aquí, las mil tipografías de «estilo chino u oriental» son elementos habituales del paisaje urbano. Pero su punto más siniestro se encuentro en el uso abiertamente racista y xenófobo que le han dado algunos políticos estadounidenses contra la población oriental. Algunos ejemplos de ello son sorprendentemente cercanos en el tiempo, como el caso del senador demócrata estadounidense de origen coreano Andrew Kim, sucedido en 2018. Al margen de esto, su uso perdura porque perduran sus fines comerciales. ¿Cómo deberíamos tomarnos pues que los incontables comercios regentados por chinos que podemos encontrar hasta en la más pequeña población española use fuentes «chop suey» en sus rótulos? Aunque no nos guste que estos legítimos intereses comerciales encuentren un punto de apoyo en groseros estereotipos culturales y étnicos, habremos de matizar que poco tienen que ver con un afán denigratorio, xenófobo y racista, aunque tal vez este punto también requiera ser debidamente matizado. Tipográficamente, poco tienen que aportar estas fuentes, más bien nada. Muy, muy lejos quedan de proyectos tipográficos de gran envergadura intelectual que bucean en diferentes culturas para hallar puntos de encuentro entre sus distintas manifestaciones escritas. Y este, por suerte, es otro tema muy diferente. →Ilustración: Carmen Casado.

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