Un artículo que reclama que los grandes teóricos también tengan el reconocimiento máximo por parte de las instituciones y del propio sector.
Se han hecho públicos los Premios Nacionales de Innovación y Diseño de este año, enhorabuena a los ganadores. Este año hay una mención de honor a Ramón Úbeda, un profesional del diseño con una extensa trayectoria. Al ver su mención he recordado que Juli Capella y Quim Larrea también fueron galardonados con sendas Distinciones Honoríficas el año 2000. Y me he preguntado qué tienen en común estos tres profesionales.
Bueno, además de que los tres participaron en proyectos editoriales De Diseño (1984-1987) y Ardi (1988-1994), hay otra característica que los une, los tres no son diseñadores estrictamente hablando. Es cierto que los tres han diseñado en algún momento, pero el grueso de su trayectoria lo conforman, la escritura, el activismo, el comisariado de exposiciones, el asesoramiento a empresas e instituciones, etc. Es decir, su trabajo se escapa de la concepción de diseñador, estrictamente hablando. Enric Satué e Ives Zimmermann tienen su premio, pero estoy seguro de que no es por la enorme contribución de sus libros o proyectos editoriales.
Entonces me ha dado por repasar los premiados en todas las ediciones anteriores. He echado en falta algunos nombres que deberían, sin lugar a dudas, estar en ese listado: Norberto Chaves, Isabel Campí, la tristemente desaparecida Anna Calvera. En este grupo estarán a mi entender teóricos como Eugenio Vega o Joan Costa y de generaciones un poco más cercanas como Raquel Pelta, Tachi Mora, Xavi Calvo o Manuel Sesma.
Si me apuras, impulsores de publicaciones importantes como Albert Isern, Alvaro Sobrino, Pierlugi Cattermole o Víctor Palau tampoco parece que puedan formar parte de los premiados algún día. Me dejo a muchísima gente interesante que ha contribuido de forma notoria a que el diseño nacional haya evolucionado, crecido y esté donde está, para bien o para mal.
no son olvidos
Que ninguno de ellos haya sido galardonado con el Premio Nacional no son olvidos. Lo que sucede es que a pesar de que en su definición los premios dicen que «Los premios tienen por objetivo extender, impulsar la cultura del diseño, promocionar el diseño sobre todo en la relación entre diseño y empresa y favorecer una pedagogía de valoración y reconocimiento del diseño por parte de la sociedad» tanto organizadores como jurados no se lo acaban de creer.
Porque, en ese quehacer, la mayoría de los nombrados van sobrados de méritos para merecer la distinción máxima, pero claro, no son diseñadores, específicamente. No sé si en otras disciplinas sucede lo mismo, pero, en realidad, me da igual.
Me interesa lo que hacemos con nuestra profesión y lo que estamos haciendo es un error garrafal. No solo porque estos enormes profesionales se quedarán sin premio, sino y, sobre todo, porque la señal que estamos mandando a la sociedad y a los estudiantes, es que solo son importantes para el diseño aquellos que ejercen su profesión desde la práctica.
La señal que estamos mandando a la sociedad y a los estudiantes, es que solo son importantes para el diseño aquellos que ejercen su profesión desde la práctica.
Obviamente, a nadie se le escapa que me siento parte de ese grupo de «no importantes», sin compararme con algunos/as a los que considero maestros/as. De hecho, me inventé el palabro «paradiseñador» para intentar explicar mi trabajo. Y por eso me atrevo a reclamar que los grandes teóricos tengan el reconocimiento máximo por parte de las instituciones y del propio sector.
Los que nos dedicamos a la teoría, o a impulsar iniciativas o a escribir o comisariar exposiciones sobre diseño, no somos algo al margen del diseño, formamos parte intrínseca de él y creo que, modestamente, podemos decir que: impulsamos la cultura del diseño, promocionamos el diseño y favorecemos una pedagogía de valoración y reconocimiento del diseño por parte de la sociedad.
No entenderlo así es no entender el propio diseño y reducir el ámbito de este a la conceptualización y formalización de nuevos productos, espacios o elementos de comunicación gráfica.
Cuando doy clases, siempre le digo a mi alumnado que no todos acabarán diseñando pero que, si saben encontrar su potencial en alguna de la multitud de tareas que hay alrededor del diseño, podrán formar parte de este sector, desarrollar su creatividad y contribuir a la evolución de una profesión que no es estanca, más bien todo lo contrario. Sé que no soy el único que lo hace, pero de nada servirá si las instituciones no entienden que el diseño es más que tener un estudio.
y las mujeres
Otro tema es el género, no se necesita más que saber que entre los premiados a lo largo de toda la historia, solo hay tres mujeres, para ver que algo no funciona. La lista de candidatas dignas de tal honor sería larga y no me sirve que las bases digan que ha de presentarse uno mismo a esos premios. Ese es otro enorme error de los Premios Nacionales de Diseño. Un premio que responde a carreras consolidadas no se puede basar en aquellos que se postulan para ello, es indigno para profesionales con carreras que abarcan toda una vida.
Me alegra que Ramón Úbeda vea reconocida su valía, pero me hubiera alegrado aún más si esa valía hubiera sido suficiente para el jurado, para otorgarle un Premio Nacional, sin necesidad de tener que añadir menciones, como si fuera algo accesorio, periférico, ajeno al propio diseño. Y si no, como digo en el titular que les cambien el nombre al premio y no hablen de Diseño sino de Diseñadores.