La casa es la última adaptación de una obra de Paco Roca, un sentido acercamiento a las relaciones familiares que nos hace preguntarnos qué hacemos con los recuerdos. Con Paco Roca hablamos de su relación con el cine, de su último trabajo, El abismo del olvido, y de cómo ser Paco Roca.
Acaba de estrenarse La casa, la versión del cómic homónimo al cine. ¿Cuál ha sido tu primera impresión al verla?
La verdad es que la vi dos días antes del Festival de Málaga. Hasta entonces no había visto ni leído nada. Álex compró los derechos prácticamente cuando salió el cómic, pero ha tardado muchos años en realizarla. Todo ese tiempo íbamos hablando, me iba preguntando las dudas que tenía, pero no había enseñado nada. Me decía que cuando lo tuviese más avanzado, pero al final no la he podido ver hasta dos días antes del estreno y porque tenía que hablar de la peli. Luego me contó que no se atrevía, que le daba mucho apuro. La ví en mi casa con un poco de miedo, pero a los cinco minutos entré en la peli y lo que contaba y ya no recordé que era una historia mía. Me emocioné mucho y alguna lagrimilla se me salió. La primera impresión fue muy buena.
Más que jugar a las siete diferencias da la sensación que traduce tu obra y la convierte en propia.
Yo creo que de eso se trata una adaptación. Que compartan un mismo universo pero que dudes qué estaba en la obra original y qué en la adaptación. A mí mismo me cuesta saber si algún elemento estaba en el cómic o no. Eso es lo bonito. Que cada una funcione de forma independiente y que juntas te lleven a otro lugar.
En la película, como en el cómic, es tan importante lo que se ve como lo que sucede detrás de cámara, en el espacio entre viñetas. Es un silencio que está muy presente en los dos.
Es una de esas historias que, si te la cuentan, no tiene mayor interés. Cuando estaba haciendo el cómic y explicaba el argumento no veías esas caras de qué apasionante, me lo tengo que comprar. Se trata de ir seduciendo al lector o al espectador poco a poco con cosas con las que se puede sentir cercano. Hay historias, como ésta, que te atrapan por su cercanía. Por acercarte a lo que conoces, a tu familia. Los sentimientos los comprendes. Cuando haces este tipo de historias no sabes si estás conectando o no. Cuando hacía el cómic tenía muchas dudas. Era la primera vez que hacía un cómic así. No sabía si esos sentimientos tan personales iban a conectar con alguien, pero luego te das cuenta de que todos somos iguales en lo esencial. Todos nos tenemos que enfrentar a los mismos temas de una manera parecida.
La casa sirve de excusa para hablar de las relaciones paterno-filiales, del paso del tiempo y de los cuidados en una época en el que cada vez es más relevante qué hacemos con los mayores, un tema muy presente en toda tu obra.
Con el cómic quería salir de esquemas que había usado hasta entonces. La casa es una metáfora, es algo inanimado pero es el espíritu del padre. Un recuerdo de lo que fue él y su familia y lo que podría suponer desprenderse de esa casa, perder para siempre esos lugares de la infancia. Intentaba reflexionar sobre la memoria, los recuerdos que intentamos desde lo inmaterial recuperar. Coleccionamos cómics, muñequitos… por nostalgia, como una manera de volver a nuestra niñez.
Cuando Álex me dijo que quería adaptar esta historia me pareció complicado porque estamos hablando de cosas que son tan intangibles que tenía dudas de que pudiese sostenerse en una película. Lo que Álex ha hecho es aumentar el drama en la historia para llevar a los personajes al límite y la historia se sostenga. Es una estructura que aguanta en el papel, pero en la pantalla es diferente.
Con La casa comienzas un proceso que hace que cambies tus formatos y tu manera de narrar evitando la literalidad en lo que cuentas, en la línea de autores japoneses como Taniguchi, que a través de lo cotidiano nos acerca a sentimientos mucho más abstractos. Algo similar sucede en la película con obras como los cuentos de Ozu con un costumbrismo en el que parece no suceder nada, pero hay historias ocultas muy larvadas que van apareciendo.
Son historias que me gustan mucho. Parece que no te cuentan nada, pero cuando acabas el libro o la película te han dejado algo dentro y le vas dando vueltas durante días. Son una puerta abierta a cada lector. Con La casa he recibido muchos mensajes de que le ha recordado a la gente la casa familiar que tenía. Proyecta muchos de sus recuerdos y emociones en el cómic, pero allí no están. Es el lector el que lo aporta y eso es muy bonito.
Hablabas antes de la dificultad de trasladar algunos elementos del cómic a la película. Hay una página en la que vemos en un contenedor un montón de objetos y nos cuentas a qué momento de la historia particular se asocia dicho objeto. Algo similar a una infografía que parece intraducible a otro formato.
De hecho, me comentaba Álex que le gustaba mucho esa página pero no había encontrado la manera de traducirlo al cine y sumarlo a su narración y eso me gusta. Mucha gente me sigue diciendo que mis cómics son muy cinematográficos. No digo que sea al contrario, pero creo que estoy en un camino en el que estoy intentando contar las cosas de un modo que solo se pueda hacer con el lenguaje del cómic. Cuando comenzaba en esto tenía en la cabeza películas. Me encanta el cine y lo que sé de narración viene de ver películas y de leer libros sobre narración cinematográfica. Con el tiempo he intentado alejarme más de todo ello porque son historias de personajes que quieren mostrar su mundo interior y para eso tienes que buscar otros recursos para que sea entretenido y ágil. Te das cuenta de que necesitas las metáforas visuales, encontrar un narrador que te introduzca en la cabeza de los personajes… Poco a poco, por las historias que me ha ido apeteciendo hacer he ido necesitando más alejarme de ese lenguaje cinematográfico para no tener simplemente bustos parlantes.
Tus trabajos son corales y da la sensación que los personajes son arquetipos que te sirven para trasladar las ideas que tienes.
Es lo que intento. Cada personaje está allí para cumplir una función dentro del relato. Intentas que sean reales, pero te tienen que servir para reflexionar sobre temas que me parecen interesantes. Son como figuras de ajedrez.
No sé cómo convives con cómo se solapan los acontecimientos relacionados con Paco Roca. Entras en promoción de La casa, un producto derivado de tu obra, mientras está muy fresca tu última obra: El abismo del olvido. También se compagina con pequeños hitos de la cultura pero grandes para el mundo del cómic como el documental Imprescidibles de La 2, que normaliza que una autor de cómic tenga tanta relevancia como cualquier otro creador. ¿Cómo se convive con ello?
Ha sido el denominador común desde que salió Arrugas. Es una secuencia de sucesos que ha hecho que desde 2006 tenga todas las semanas alguna entrevista. Son 18 años. Es rara la semana que no tengo nada, muchas situaciones que jamás hubiese pensado que sucederían. Presentar una gala de alzhéimer o estar en un acto del ayuntamiento. Ha sido un no parar. Por un lado, está bien porque estás siempre presente, pero se me ha hecho muy difícil porque mi idea es seguir creando en todo este caos. Me ha sucedido que aún estoy con la promoción de El abismo del olvido con la de la película. Desde hace tres semanas no tengo un momento para sentarme en mi estudio y seguir creando. Ese ha sido mi mayor agobio todos estos años. No he podido disfrutar de todo lo que me ha ido pasando. Mientras estoy recibiendo un premio pienso en el tiempo que me está quitan para seguir trabajando. Lo disfruto, pero estoy deseando volver a mi estudio para poder seguir produciendo a mi ritmo. He tenido que sacrificar muchas cosas, no tener tiempo para nada y una familia desatendida. Menos mal que trabajo desde casa. Ha sido un dilema conciliar esas dos partes: la promoción y las cosas extraordinarias que te van sucediendo y mi necesidad de poder seguir creando a la vez.
Decía Cary Grant que todo el mundo quiere ser Cary Grant… hasta Cary Grant.
(Risas) No me podía imaginar hace veinte años todo lo que me ha sucedido. No podía imaginarlo porque no había equivalentes. Quizás Ibáñez u otros autores en Francia lo han vivido, pero jamás me imaginaba estar en programas de televisión, de radio. Estaba mañana me enviaban un twit de que la nueva secretaria del Partido Socialista en Valencia le había hecho al presidente de la Generalitat, que es del PP un “regalo envenenado”, un ejemplar de El abismo del olvido. Son cosas que ya me parecen muy marcianas, la trascendencia que han llegado a tener determinadas cosas y el lugar donde te pueden colocar. Nunca hubiese imaginado este tipo de cosas, pero se llevan mal con el seguir creando tranquilo en tu estudio.
Tienes un superpoder y es que a nadie le molestan tus trabajos. En El abismo del olvido hablas de las fosas comunes republicanas de un modo en el que nadie se siente especialmente ofendido.
Si alguien se siente ofendido es porque no lo ha leído. Es gente que tiene prejuicios de lo que esperan que sean las cosas sin haberlas conocido. Ha sido complicado de hacer, pero muy interesante. Para Rodrigo y para mí era comprender un tema muy complicado con el que hay gente muy exaltada a favor y en contra. El hacer el cómic intenta quitar todos los discursos de no remover o de La República y empezar a investigar, a hablar con unos y con otros y es cuando ves que es un tema de derechos humanos. Cuando escuchas a las familias hablar, de su búsqueda, te das cuenta de que nadie puede ir contra de eso. Solo puede estar en contra el que no quiere escuchar.
Desde hace tiempo estás haciendo unas obras en las que te significas más en una sociedad muy polarizada. No sé hasta qué punto afecta a tu mensaje y a tus lectores esta sociedad de bandos que se está construyendo.
Sí que me han llegado comentarios de lectores que piensan que he cambiado. Desde Arrugas o El invierno del dibujante hasta Regreso al Edén, Los surcos del azar o El abismo del olvido piensan que me he politizado pero no debería ser así. Yo tengo mi visión pero estar en contra de este tipo de historias es estar en contra de la democracia. Intento contar las historias de la gente que no pudo contarlas. Yo no intento hacer campaña por ningún partido pero intento contar historias necesarias y no creo que sea un posicionamiento que debería tener consecuencias en mis lectores. De hecho, cada vez tengo más lectores y no menos o sea que o hay mucha gente que piensa como yo o hay gente que ve en ello una reivindicación de la memoria.
La memoria es tu gran tema desde Arrugas, la individual y la colectiva. De las personas que no escriben la Historia pero que son atravesadas por ella a pesar de no decidir.
Me interesa mucho la memoria. Por una parte, como dices, para dar voz a gente que ha sido eliminada de ella. Aún a día de hoy hay familias que tienen que hablar en voz baja y escuchar cómo les dicen que se callen.
La memoria me interesa también como personaje de la historia, es como una batalla perdida. La memoria lucha contra el olvido. La memoria siempre está envuelta en esa melancolía de saber que la lucha se perderá pero se perderá con dignidad. Ahora se recuerda la memoria de todos esos republicanos cuyos restos están en fosas comunes pero cuando desaparezcan sus hijos están abocados al olvido. Lo mismo sucede con nuestros recuerdos, nuestras vidas. Me parece un tema muy interesante que tiene muchos matices.
La película de La casa acaba de estrenarse pero el cómic tiene ya nueve años. En una época en la que las novedades son constantes. ¿Cuál es el secreto para convertir cada libro nuevo en un clásico instantáneo por el que no pasa el tiempo? ¿Cuántos ejemplares se habrán vendido ya de La casa?
No lo sé muy bien. Creo que 60.000 ejemplares o así. Una de las claves es el esfuerzo por seguir trabajando. Cada vez que saco un nuevo libro se mueve todo el catálogo. Hay muy pocos títulos míos que no se han reeditado con cierta frecuencia a lo largo de los años. Creo que cada nuevo cómic llega a un público diferente. Con El abismo del olvido han llegado nuevos lectores de otros frentes que no me conocían pero que han empezado a conocer mi obra anterior. Seguir trabajando y haciendo otros temas te lleva a eso.
El universo conspira para que todo suceda. Rodrigo Terrasa comentaba que El abismo del olvido era un libro que tenías que hacer, a pesar tuyo incluso.
Sí. Tenía mis dudas por lo que hablábamos antes. Es un tema muy delicado, muy político. Ya había hecho Regreso al Edén. Son historias tristes, historias duras que hacen que te enfades con el discurso político que escuchas mientras lo estás haciendo. Con el abismo del olvido me pasaba eso multiplicado por diez. Es un tema que no sabía si me apetecía pero cuando Rodrigo me llevó a ver a las familias como la de Leoncio Badia, enseguida me convenció. Pensaba que esas historias se tenían que conocer y dar voz a esa gente. Nunca pretendes que lo que haces tenga una trascendencia social, pero explicando la situación desde otra óptica que el discurso político y el discurso moralista de las asociaciones se podía llegar a reflexionar, a entender un tema despojándolo de esos prejuicios al leer historias de este tipo.
La primera edición de El abismo del olvido, de 40.000 ejemplares, se agota en una semana. No sé si es mucha presión a la hora de hacer un nuevo trabajo que cada libro tuyo se reedite constantemente, que se traslade a otros medios…
A veces sí. Intento no pensarlo. La mejor manera para mí ha sido ponerme con el siguiente proyecto nada más acabar el anterior. No disfrutas de su éxito, pero te quita esa presión. Yo ya estoy trabajando en un nuevo proyecto y me centro en sus problemas de guion, de narración, de dibujo… Intento no darle importancia, pero es complicado a veces. No es que tu editorial te condicione, pero hay unas expectativas de venta muy grandes y te genera un cierto vértigo, pero intento centrarme en mi propio trabajo. Pensar en qué tema puede ser interesante tocar, buscar nuevas soluciones… ojalá vendiese muchos cómics pero es algo que no puedo controlar. Por ejemplo, El abismo del olvido. Rodrigo y yo teníamos dudas de cómo iba a funcionar el libro. Mientras lo hacíamos gobernaban partidos que estaban haciendo muchas exhumaciones y socialmente no sucedía nada. No había protestas ni cismas. Pensábamos mientras hacíamos le libro que llegábamos tarde y que socialmente ya estaba aceptado y que simplemente se iba a quedar en una historia más que afortunadamente ya no era un problema para muchas familias. De repente cambió el gobierno y las nuevas leyes van dirigidas a acabar con todo ello y decir que este tema atenta contra todo. De repente el tema vuelve a estar en el debate. Es algo que no puedes pensar. Sin saberlo, PP y VOX nos hicieron una campaña brutal. Si llegamos a saberlo les votamos (Risas). Ha sido increíble lo que ha movido todo esto. Los medios te preguntan, lo que te decía antes del “regalo envenenado” … son cosas que han venido genial al libro, pero no lo puedes controlar.
Lo que más me tranquiliza es saber que hay lectores que te son fieles. Yo soy fiel a escritores que me gustan, entro en su universo, aunque haya obras que no son las mejores. Hablan de cosas que conozco, de su mundo y creo que tener ese tipo de lectores es un alivio.
Contigo el cine parece haber encontrado un filón. Tus obras tienen un interés mediático que han pasado por animación, por series, por películas de imagen real…
No lo entiendo. Hay autores de cómic en España que tienen obras geniales, pero también es cierto que hay cada vez más que se están adaptando al cine o las series. Para las productoras es un filón para encontrar historias, historias que sean divertidas, atrevidas… que parten de ser ya visuales. Está claro que un cómic no es un storyboard, pero tienes ya un punto de partida, tienes una estética y un universo ya creado. Por una parte, todas estas adaptaciones que me están sucediendo hablan del buen momento que pasa el cómic. Álvaro Ortiz tiene algún proyecto en ciernes, Santiago García ya ha hecho un par de series…
Aunque huyo de la narración cinematográfica sí que puede ser que tengan ya un planteamiento muy visual. Son personas que hacen cosas, son acciones y situaciones muy gráficas. También es cierto que, cuanto tienes el foco encima, es más fácil que te miren a ti frente a otros autores.
Precisamente Santiago García contaba que las adaptaciones de sus obras le habían dado una solvencia económica que no hubiese tenido nunca a través del cómic pero que no redundaba en la aparición de un público nuevo en sus trabajos en viñetas.
Es cierto que son públicos estancos. La mayoría de la gente que ve una película no se acerca después al libro, cómic del que parte, pero sí hay un pequeño público que hace ese trasvase. Si una película tiene 100.000 espectadores igual 10.000 pueden tener interés en el libro o el cómic y es un público que para nosotros no está nada mal. No es todo el público que ha visto la película, pero sí es uno mayor que si no existiese esa adaptación.
Comentabas antes que lo viste La casa hasta estar acabada. En Arrugas participas en el guion y en Memorias de un hombre en pijama participaste de algún modo. ¿Cómo han ido cambiando las adaptaciones a lo largo del tiempo?
Al principio quería estar más involucrado en el mundo del cine. Arrugas era animación y siempre quise conocer ese mundo, de modo que me involucré mucho. Fue una experiencia tan buena que me involucré en Memorias de un hombre en pijama. Me ofrecieron guionizar y dirigir y acepté encantado, pero todo fue distinto. No pude y no supe controlarlo y la película se fue por un camino que no era el que yo quería. Me pareció que había perdido el tiempo, que eran unos años que podía haber dedicado a hacer mis propios proyectos. Acabé muy desilusionado.
Las cosas que vinieron después han salido muy bien. No querían que colaborase más y tampoco lo he pedido. Prefiero seguir con mis cómics que volver para atrás con algo que ya he hecho. Además, me he vuelto más temeroso. Llevo toda la vida haciendo cómic y no es que lo controle, pero pretender hacer algo nuevo bien sin conocerlo me parece que requiere un esfuerzo y una valentía que no tengo. A partir de Memorias de un hombre en pijama me he desocupado y no he tenido problemas. He tenido suerte de que las dos adaptaciones que han venido después, tanto La fortuna que hizo Amenabar como La casa de Álex han sido muy buenas y he aprendido mucho viendo cómo trabajan. Cuando te olvidas que es tu obra y quieres verla igual que el original es cuando la disfrutas.
Tiene que ser una experiencia pasar de un trabajo tan individual a un trabajo tan en equipo y que depende de tantos elementos como es el cine.
En el cómic la única limitación es la que tienes tú como autor. En el cine, además, tienes otros elementos como el presupuesto, el tiempo que tienes, la confianza que tenga el productor en tus ideas… me parece una lucha inmensa y hay tantas posibilidades de que aquello se vaya por otro camino que me sorprende cuando una película como La casa funciona como lo hace.
Hay un par de proyectos relacionados con tus cómics.
Los surcos del azar está en manos de Daniel Monzón. Tiene el guion terminado, pero lo está haciendo para Netflix y en la plataforma ha habido cambios. Aún no le han dado luz verde para desarrollarlo como película, pero me parece increíble que lleves meses trabajando y todo se detenga por un cambio de dirección
Con Rodrigo, antes de El abismo del olvido, junto a otro amigo que se llama Guillermo, hemos estado trabajando en otro proyecto, pero al revés. En lugar de vender los derechos la idea es desarrollarlo nosotros y hacer nuestra propia adaptación, en este caso de El invierno del dibujante y ver después cómo se puede mover. Pensamos que puede ser una buena miniserie que nos permita explorar más caminos que no pude desarrollar en el cómic. Empezamos a hacer un pequeño desarrollo de esta serie e intentamos sacarlo adelante con Borja Crespo, sin ninguna influencia de nadie.
No sé si se puedes hablar de tu siguiente proyecto.
Sí. Es un encargo de DC. Me dijeron que eligiese el personaje que quisiese y que hiciese lo que quisiera con él. Elegí a Catwoman, les propuse una idea y me la aceptaron. Serán cuatro números de Catwoman en la guerra civil española, que creo que es un escenario que le va bien al personaje. Tardaron seis meses en dar el ok al guion y cuando me lo dieron ya había empezado El abismo del olvido y cuando he acabado el libro he vuelto a ello. Tengo los bocetos de los cuatro números hechos y de nuevo me lo tienen que validar. Si tardan otros seis meses empezaré con mi siguiente y así. Espero que para la jubilación haya acabado la miniserie.
Es gracioso porque en tus comienzos intentaste entrar en el mercado del superhéroe y ahora lo consigues pero marcando tus tiempos.
Sí, además sin querer ir a su terreno y jugando en el mío o en uno intermedio. No necesito hacer una historia de superhéroes al uso, sino que puedo introducir mis propias condiciones. Otra cosa es preguntarme qué necesidad tengo de hacerlo. Puedo hacer lo que me gusta, vivir de ello y vender muy bien. No tengo la necesidad de hacer algo comercial, creo que es más un capricho por recuperar unos personajes que pertenece a tu infancia.
Caprichos como llevar a Batman a Benidorm y que se encienda la batseñal con el toro de Osborne.
Es ese juego. Ver hasta qué punto tu visión puede tener un interés en el mundo del superhéroe. A veces es complicado ver qué puedo aportar yo al personaje. No es la acción ni un gran dibujo. Quizás esa parte más cotidiana. Esas cosas me hacen gracia. Cuando haces tus propias historias tienes que empezar desde cero y necesitas hacer muchas páginas para que el lector conozca su universo, pero Batman ya funciona como un icono y es gracioso ponerlo en otros contextos.
¿Tu siguiente cómic horizontal?
(Risas) No lo sé. Es cierto que las obras más personales las estoy haciendo en horizontal y lo otro en vertical. Tengo otro proyecto más personal que lo haré cuando acabe Catwoman, si es que no tardan mucho en responderme. No sé si será horizontal. Es cierto que el apaisado me gusta cada vez más. Me permite otra narrativa y puedo romper la página en dos permitiendo trabajar en distintos niveles de lectura. No sé si será horizontal o vertical.