Olga Subirós, comisaria y diseñadora de la exposición Matter Matters. Diseñar con el mundo, en el DHub de Barcelona, plantea un cambio de paradigma en la relación entre diseño y materialidad. A través de proyectos que van desde la recuperación de materiales urbanos hasta la experimentación con biomateriales, la muestra evidencia cómo el diseño puede pasar de ser una herramienta de explotación a convertirse en un motor de regeneración.

¿Qué papel juega el diseño en la crisis climática actual y cómo puede convertirse en una herramienta para la regeneración en lugar de la explotación?
El diseño ha jugado un papel central en la crisis climática porque ha estado al servicio de un modelo económico basado en la extracción y el consumo masivo de recursos. Sin embargo, en los últimos años han surgido prácticas que buscan revertir esta lógica y convertir el diseño en un motor de regeneración. Un ejemplo innovador en la exposición es la butaca Nuez Bio diseñada por Patricia Urquiola y producida por Andreu World, que presenta una alternativa al plástico a base de un termopolímero derivado de la fermentación de bacterias modificadas genéticamente, a la que se le añaden cargas naturales y aditivos de carácter vegetal. Otro ejemplo es la recuperación de saberes preindustriales, como trabaja el colectivo Tornen les Esquelles, donde la lana de ovejas de Collserola, que solía ser un residuo sin valor, se reintroduce en circuitos de producción sostenible para fortalecer la relación entre humanos y ecosistemas locales.
La exposición plantea un cambio de paradigma en la forma en que entendemos la materialidad en el diseño. ¿Estamos preparados para dejar atrás la lógica extractivista y adoptar un enfoque más regenerativo?
A nivel conceptual, el cambio de paradigma ya está en marcha, pero a nivel sistémico todavía queda un largo camino por recorrer. La exposición presenta casos en los que esta transición ya está ocurriendo. La reutilización de materiales urbanos en el proyecto ReLabs, impulsado por el colectivo Basurama, es una muestra de cómo podemos evitar la extracción innecesaria dando una nueva vida a los materiales desechados. También el uso de maderas descartadas por la industria del mueble, como en el trabajo de Cris Noguer, que nos acerca a una renovada relación con materias no normativas, disidentes.
La muestra yuxtapone piezas históricas con obras contemporáneas. ¿Qué podemos aprender del pasado para evitar repetir los mismos errores en el futuro del diseño?
Observar el pasado nos ayuda a entender cómo se han construido los sistemas materiales actuales. En la exposición, una pieza clave es la comparación entre los muebles coloniales hechos con maderas tropicales explotadas sin control y propuestas, aunque truncadas, como el maderón, un material desarrollado a partir de cáscaras de almendra que imita la resistencia de la madera sin necesidad de talar árboles. Aprender del pasado significa reconocer las lógicas que han llevado a la sobreexplotación y buscar alternativas que las transformen.

En un mundo cada vez más digital, ¿qué relevancia sigue teniendo la materialidad en el diseño y cómo se redefine su papel en este nuevo contexto?
Una nueva generación de creadores utiliza el modelaje 3D y herramientas de inteligencia artificial para representar nuevos mundos, a menudo con una estética onírica. Algunos de estos diseños que primero existen en el ámbito virtual acaban convirtiéndose en nuevas realidades. La silla Hortensia de Andrés Reisinger cautivó a los usuarios de las redes sociales por su exuberancia formal y se hizo viral, lo que llevó a su materialización. La diseñadora Júlia Esqué realizó el desarrollo material, que incluye las 20.000 piezas de poliéster con forma de pétalo rosa que transforman un concepto virtual en un mueble comercial y un objeto de culto.
La digitalización parece inmaterial, pero en realidad depende de infraestructuras físicas con una enorme huella ecológica. La exposición lo ilustra con la instalación Defoooooooooorest, de Joana Moll, que visualiza cuántos árboles serían necesarios para absorber el CO₂ generado por las búsquedas en Google.
En la exposición también se incluyen reflexiones sobre los minerales necesarios para la tecnología digital y su vinculación con las lógicas extractivistas y colonialistas de territorios y cuerpos en la instalación Calculating Empires de Vladan Joler y Kate Crawford.
El DHub apuesta por un modelo museístico más inclusivo y transversal, alejándose de las categorías disciplinarias tradicionales. ¿Deberían los museos de diseño en general seguir este camino y reconfigurar la forma en que presentan sus colecciones?
Los museos de diseño han estado tradicionalmente organizados en torno a categorías disciplinares y estilísticas, pero hoy necesitamos nuevas narrativas que conecten el diseño con sus contextos materiales, sociales, ecológicos y políticos. En Matter Matters, esto se refleja, por ejemplo, en la conexión material entre un teléfono móvil, una cerámica histórica y otra contemporánea con motivos azules: el cobalto; o en dos platos de latón del siglo XVI con escenas de acción y dos videojuegos. Este diálogo permite entender que el diseño no es solo una disciplina formal, sino un campo de interacción material con profundas implicaciones.

¿Es el diseño social la única salida ética y viable para el futuro, o puede seguir existiendo un diseño que responda a necesidades comerciales sin ser destructivo?
Sí, es necesario reformular el diseño comercial para que no sea destructivo. En la exposición, proyectos como Top Manta, una marca creada por el Sindicato de Manteros de Barcelona, que comercializa zapatos y prendas de moda, demuestran que se pueden desarrollar modelos comerciales que no solo sean sostenibles, sino que también generen impacto social.
Si el diseño sigue priorizando el marketing y el consumo masivo en lugar de una visión regenerativa, ¿qué consecuencias podría tener para la profesión y la sociedad?
El diseño que perpetúa el consumo sin límites corre el riesgo de volverse irrelevante ante la crisis ecológica. En la exposición, se muestra cómo la producción de objetos con vida útil corta ha generado una acumulación insostenible de residuos. Por eso, la exposición aboga por iniciativas como el derecho a reparar, recientemente legislado en Europa, que abren la posibilidad de un diseño que prolongue la vida útil de los productos en lugar de fomentar su descarte.
¿Cómo pueden los diseñadores equilibrar su trabajo entre el mercado y la responsabilidad social sin caer en el greenwashing o en estrategias superficiales de sostenibilidad?
El equilibrio entre mercado y responsabilidad social requiere tomar decisiones conscientes sobre materiales y procesos productivos. Un ejemplo en la exposición es la evolución de la lámpara Cesta de Miguel Milà. Diseñada en 1962, originalmente constaba de una pantalla de plástico y una estructura de abacà, una fibra natural extraída de la caña de Manila. Actualmente, la producción de la lámpara se ha adaptado a un enfoque más sostenible, reemplazando el plástico por vidrio y el abacà por madera de cerezo de proximidad, reduciendo así la huella ecológica y asegurando una producción más ética.
Este cambio ilustra cómo el diseño puede evolucionar sin renunciar a su identidad, optando por materiales responsables y evitando la explotación de recursos y personas. Más allá del greenwashing, diseñar con responsabilidad implica no solo cuestionar el impacto ambiental, sino también garantizar que las decisiones productivas sean viables a largo plazo para el planeta y las comunidades involucradas.

Si el diseño se aleja cada vez más de los problemas reales de la sociedad para centrarse en tendencias comerciales y en la estética vacía, ¿corre el riesgo de volverse irrelevante?
Sí, el diseño debe mantenerse conectado con las necesidades reales de la sociedad. En la exposición, esta idea se plasma en proyectos como el Banco Filomena, hecho con troncos de árboles caídos tras la borrasca Filomena, que transforma un residuo en un elemento útil para el espacio público. La relevancia del diseño dependerá de su capacidad para responder a estos desafíos con soluciones concretas.
Otro ejemplo de materia afectiva con el entorno es el proyecto Sala Beckett del estudio de arquitectos Flores & Prats, que recuperó elementos como ventanas, puertas y cenefas del edificio original aunque las bases del concurso permitían derribarlo. El resultado es un teatro y centro de dramaturgia que refleja la memoria del club social original, en el cual los vecinos pueden reconocer los espacios en los que habían celebrado bodas y otras fiestas.
Nos identificamos y definimos a partir de los espacios que hemos ocupado en otros tiempos. Las memorias personales y colectivas se tejen en estos lugares relacionales, dando y recibiendo significado. Este proyecto muestra cómo la arquitectura nos puede emocionar con el pasado y traer los vestigios al presente, preservando así nuestro patrimonio emocional.
Más allá de la sostenibilidad, ¿cómo puede el diseño reconfigurar nuestra relación con la materia y la producción de objetos en una era marcada por la crisis ecológica y la digitalización?
El diseño puede cambiar nuestra relación con la materia si deja de concebirla como un recurso a extraer y empieza a entenderla como parte de un todo interconectado. La exposición Matter Matters contribuye a esta transformación cultural. Diseñar con el mundo implica abandonar la lógica extractivista y adoptar una nueva ecología de las cosas, basada en el cuidado, la durabilidad y la regeneración.
Para responder a la crisis ecológica debemos imaginar nuevas formas de relacionarnos con la materia desde el afecto. Diseñar con el mundo es, en última instancia, un acto de imaginación radical que nos insta a repensar nuestra relación con la vida misma.
Actualizado 20/03/2025