Todos los lunes desde septiembre he escrito aquí. Una columna tras otra. A veces con más dudas que certezas. Otras con la necesidad de sacudirme la rabia. Muchas veces desde la intuición, otras desde la evidencia. Pero siempre con una pregunta de fondo: ¿cómo seguimos pensando el diseño desde dentro?
Hoy esta sección hace una pausa. No es un cierre. No es un adiós. Es solo un paréntesis de verano. Gràffica, como medio, sigue. Seguimos publicando, entrevistando, investigando, imprimiendo, organizando talleres, preparando el próximo número. Pero esta columna semanal —esta voz más personal y directa— se detiene para respirar. Para mirar con algo de perspectiva. Para volver con más ganas y mejores preguntas.
También paran nuestras colaboradoras y colaboradores habituales. Porque no tenemos recursos para seguir produciendo al mismo ritmo durante los meses más calurosos. Y porque ellos también necesitan vacaciones, parar, recuperar fuerzas. Este medio no se sostiene sobre estructuras grandes ni sobre subvenciones ilimitadas. Se sostiene sobre personas que ponen mucho de sí mismas cada semana. Y eso, hay que saber cuidarlo.
Y sí, paro porque es complejo. Difícil. Y a veces —no puedo negarlo— frustrante. Este año ha sido todo eso: difícil, complejo y muy agotador. Y no porque haya sido más intenso que otros, sino porque parece que vivimos en una tormenta perfecta. Los medios lo tenemos más complicado cada día. La inteligencia artificial también nos afecta: la caída del tráfico orgánico ha sido brutal. Sí, gracias a que la IA nos considera un medio confiable, ChatGPT ya es el cuarto canal que más tráfico nos genera. Pero es un tráfico muy poco monetizable.
Y ahí tenemos otro problema: la monetización. Aunque los anunciantes valoran nuestra audiencia —y eso es lo más importante— también hemos visto cómo algunos agentes del llamado “ecosistema del diseño” nos roban literalmente anunciantes, a pesar de estar subvencionados hasta las cejas. Competir en ese espacio es, cuanto menos, desleal.
A eso se suma el cambio generacional. Es cada vez más complicado conectar, tanto con lectores como con colaboradores. En resumen: hay que parar y repensar muchas cosas. No dudéis de que volveré con más ideas, con más locuras. O quizá no. Porque tampoco sería extraño. Este proyecto necesita ayuda, y si no hay lectores ni ingresos que apoyen esta locura de mantener vivo un medio sobre cultura visual… tampoco voy a arriesgar todo mi patrimonio personal y económico (que, por cierto, es ninguno). De momento no tenemos ni inversores, ni rentas de las que vivir.
En el artículo anterior ya hablé de la mala costumbre de pensar que todo debe ser gratis. Y no lo puede ser. Así que considera esto:
Ser suscriptor de Gràffica no significa solo tener acceso exclusivo a más contenido. Significa hacer posible que este contenido exista. Que podamos seguir escribiendo con libertad. Que podamos dedicar tiempo a investigar, a contar historias que no siempre se cuentan. A decir lo que muchos piensan pero pocos se atreven a publicar.
Porque esto no lo sostiene la publicidad. Ni los clics. Ni los likes. Ni las subvenciones, como sí lo hacen a otros. Lo sostiene una comunidad de personas que creen que el diseño necesita una voz crítica, libre y comprometida.
Volveré después del verano con más reflexiones. Con más dudas. Con más ganas de sacudir lo que se da por hecho. Mientras tanto, gracias por leer, por estar ahí, por seguir creyendo que el diseño también se escribe.
Nos vemos pronto.
Ojalá también desde dentro.
Lee más, diseña mejor.