Ha empezado el año y ya tenemos el primer despropósito en cuanto a Branding. Sí el año pasado lo cerrábamos con el rediseño de Iberia, este año lo empezamos con el de Pascual.
La marca tenía y tiene deficiencias claras a nivel estético y a nivel técnico. Ahora, las sigue teniendo. Sin embargo, antes de afilar las teclas deberíamos de pensar lo fácil que es decir «este diseño es un truño» y lo difícil que es decírselo a la cara a un cliente, más cuando el cliente tiene esa dimensión y la marca está asentada durante décadas entre el público. Cuando leo las críticas de los lectores en medios internacionales, con concienzudos análisis, incluso con acidez e ironía, es cuando pienso que aquí todavía nos queda mucho por recorrer en todos los aspectos. ‘Trolear’ es un muy fácil, pero enfrentarse a un proyecto de branding como el de Pascual o Iberia y salir indemne no es tarea fácil.
Todos, y repito todos, hacemos cosas feas que no nos gustan, pero no nos queda otra y las hacemos porque el cliente las quiere; no hay más remedio. ¿A quién no le han dicho la famosa frase de ‘Pues no me gusta»? Si le pasa a cualquier diseñador con un cliente minúsculo, ¿qué no pasará en las reuniones con empresas que se juegan cientos de millones de inversión?
Es fácil imaginar al cliente diciendo, «es que eso no lo podemos tocar», «si cambiamos los colores no nos van a reconocer en el mercado»… Aunque también es fácil oír la voz interior del diseñador acordándose de la madre del cliente.
Son las cosas que tiene esta profesión. Que todo el mundo opina, que todo el mundo tiene gusto y todos saben mucho, aunque en el fondo la mayoría no sabemos nada de casi todo.
Seguiré con los ojos abiertos observando los secretos de lo que nos deparará este nuevo año.