«No es el ángulo recto que me atrae, ni la línea recta, dura, inflexible, creada por el hombre. Lo que me atrae es la curva libre y sensual, la curva que encuentro en las montañas de mi país, en el curso sinuoso de sus ríos, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer preferida. De curvas es hecho todo el universo, el universo curvo de Einstein.»
Así definía su obra Oscar Niemeyer que falleció ayer a los 105 años dejando un inmenso legado arquitectónico repartido por todo el mundo. Seguidor y gran promotor de las ideas de Le Corbusier, es considerado uno de los personajes más influyentes de la arquitectura moderna internacional. Fue pionero en la exploración de las posibilidades constructivas y plásticas del hormigón armado.
Dentro de sus principales proyectos arquitectónicos destaca la construcción de Brasilia como nueva capital de su país durante los años 1960. Niemeyer fue el principal responsable de algunos icónicos edificios públicos de la ciudad, como el Congreso Nacional de Brasil, la Catedral de Brasilia, el Palacio de Planalto y el Palácio da Alvorada. Fue también uno de los principales responsables del equipo que diseñó la Sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. El Centro Niemeyer de Avilés fue la única obra del arquitecto brasileño en España.
Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, afirmó en una nota oficial que «Brasil perdió hoy uno de sus genios. Niemeyer fue un revolucionario, el mentor de una nueva arquitectura, bonita, lógica y, como él mismo definía, inventiva», expresó Rousseff en una nota divulgada por el Palacio de Planalto, sede de la presidencia y una de las obras diseñadas por Niemeyer.
El calificativo de revolucionario le cabe a Niemeyer no solo por los innovadores diseños de sus obras, en los que daba vida al hormigón armado con trazos sinuosos inspirados en las curvas de la naturaleza, sino también por su militancia comunista, que le llevó al exilio político en los años setenta, durante la dictadura militar brasileña.
Entre otros muchos galardones, recibió en 1988 el premio Pritzker, el mayor reconocimiento en el mundo de la arquitectura; el Lenin de la Paz (1963), el Príncipe de Asturias (1989), elLeón de Oro de la Bienal de Venecia (1996), el UNESCO de la Cultura (2001) y la Orden de las Artes y las Letras del Gobierno de España (2009).