Hay muchas maneras de encargar un proyecto público. No todas son lo ética y justas que deberían ser con la profesión y el sector; y en algunas ocasiones constituyen auténticos ejemplos de especulación en el sector. No por ello conviene no conocerlos y, de esa pretensión, recogemos esta lista de modelos que salió publicada en el número 8 de la Revista Gràffica donde analizamos en profundidad el diseño en el sector público.
concursos abiertos
Al hablar de esta modalidad de modelos de encargo, hay que distinguir entre dos orientaciones diferentes: el concurso que se dirige a todos los públicos, y el que solo se enfoca a profesionales.
Del primero se ha hablado largo y tendido a lo largo de la revista, y es aquel que apela a toda la ciudadanía a que participe. Con precios muy variables, que suelen pasar por reconocimientos simbólicos, dispositivos tecnológicos (como una tablet), o diferentes recompensas de consolación dependiendo de sus características; desde luego no resulta la manera más favorable de obtener un resultado de calidad.
Los concursos abiertos al sector profesional, aunque superan esta primera traba, tampoco suponen una elección idílica, puesto que en muchas ocasiones exigen la presentación de unas propuestas que no se remuneran. Trabajar, como aquel que dice, gratis. Otro inconveniente en este sentido es que este tipo de concursos no suelen promocionarse mucho, y muchas veces solo se puede acceder a ellos a través de las asociaciones o los complejos textos de las instituciones (como el BOE), lo que dificulta su visibilidad.
concursos cerrados o llamadas a proyectos
Por el momento, y a pesar de las deficiencias ya mencionadas anteriormente, sus criterios son mejores que en el caso de los concursos abiertos. Tienen diferentes maneras de ser realizados y, con ellas, pueden variar las condiciones. Por un lado, el concurso se puede cerrar a profesionales a los que se les pide su portfolio como presentación al concurso. No se les encarga nada, como en el caso de los concursos abiertos y, por tanto, resulta más rentable para los candidatos.
Competir por portfolio, sin embargo, es una opción criticada por el sector, que considera desleal la medida, ya que los trabajos de un gran estudio siempre irán por delante de los de una agencia pequeña.
Por otro lado, la Administración puede escoger a varios profesionales (por ejemplo, unos 50), y pedirles también una presentación de sus trabajos. A partir de ahí, solo se escoge al que cumpla mejor con los requisitos propuestos. Eso sí, cierra el foco al resto del sector, que no puede participar a no ser que haya sido llamado.
Por último, y como variante del caso anterior, está el caso de las llamadas a proyectos todavía más cerradas en cuanto a participación de candidatos. En este caso, el cliente en cuestión puede seleccionar únicamente a tres estudios o agencias para que desarrollen una propuesta que es remunerada. Puede haber distintas fases, también pagadas, y el que finalmente gana el concurso cerrado es el que se lleva el presupuesto total.
encargo directo
Esta modalidad solo se puede ejecutar cuando el presupuesto público lo permita, es decir, si este llega hasta un máximo de 15 000 euros (impuestos no incluidos).
Por un lado, el diseñador puede presentar un presupuesto y que el cliente se lo apruebe; o este último puedo llamar y adjudicar el proyecto directamente a alguien con un pliego de condiciones cerrado. En cierto sentido esta opción puede resultar más fácil para la Administración si sabe de antemano con quién le puede interesar trabajar.
acuerdo marco
A pesar de la reciente polémica originada por la carta de Ena Cardenal, el acuerdo marco es un modo muy interesante de trabajar en lo público, y su manera de gestión y funcionamiento procede de lo privado, curiosamente. El primer organismo público en ejecutarlo con firmeza ha sido el Ayuntamiento de Madrid, cuyo acuerdo marco acoge una bolsa de proveedores dividida en dos lotes (uno de diseño gráfico, y otro de creatividad) donde hay una serie de empresas profesionales.
Cuando hay un proyecto gráfico, pueden ofertárselo a estos agentes a través de tarifa o adjudicación directa o; por otro lado, por concurso para cada campaña. Permite mantener durante un tiempo una cantidad de proveedores de confianza que contribuye a aligerar otros procesos que serían más retorcidos y tediosos. Además, la bolsa se renueva cada uno o dos años y así posibilita la rotación de profesionales.