«Mínimo y máximo» por Álvaro Pons

¿Realmente se puede construir una historieta con elementos mínimos? ¿Con la simplificación máxima del trazo y la narrativa? El autor Chris Stygryt nos ofrece buenos ejemplos. Hace unos años Stygryt (Burdeos, 1965) inició con El señor Coco (2020) un camino de progresiva simplificación de su trazo y de su narrativa. Con Felipe IV (2020) y El viaje de Felipe (2022) ha ido experimentando con el estilo, buscando quedarse con los elementos básicos de la narrativa en una deconstrucción en el sentido más canónico: ir poniendo a prueba los elementos constitutivos del lenguaje de la historieta para identificar su función básica, crear una taxonomía exacta de cada uno de ellos que luego le permita despojarse de aquellos superfluos y redundantes para llegar a un minimalismo estético absoluto. Transmitir lo máximo con los elementos mínimos, pero ojo al reto, sin caer en el formalismo puro. en construcción Transmitir lo máximo con los elementos mínimos, pero ojo al reto, sin caer en el formalismo puro. Una auténtica dicotomía que puede parecer casi herejía, pero que Stygryt analiza hasta dominar y llegar a la lógica conclusión de En construcción (Desfiladero, 2022). Tras el proceso de búsqueda de los elementos basales de una historieta, tras la identificación de esas piezas de construcción que arman el relato gráfico para lanzar su mensaje, toca poner a prueba a la teoría y forzar al máximo las hipótesis: ¿realmente se puede construir con esos mínimos elementos? Y la respuesta no es solo afirmativa, sino que rompe necesariamente la frontera artística para entrar en la labor del demiurgo, el dios supremo de la creación. Construir una historia es crear en el sentido más religioso del término, es dar a luz mundos y universos con sus reglas, es tomar la batuta de la creación absoluta, es ser un Dios absoluto y poliédrico que, también puede cambiar a su gusto las normas a medida que va dando forma a su cosmos. En construcción parte de esos elementos mínimos para reflexionar sobre la complejidad que es posible alcanzar, sobre el papel de la autoría y su responsabilidad. Pero también es una nueva búsqueda, una exploración de los límites posibles de las combinaciones de las piezas que encontró para llegar a la constatación de que no existen esos límites. del minimalismo al absurdo En su paseo creativo, el minimalismo deja paso a la abstracción, a la figuración y al absurdo, como expresiones macroscópicas de esa realidad microscópica ordenada a golpe de línea y punto, en constante mutación pero que resultan ajustarse a una secuencia lógica y natural. La experimentación radical de Stygryt es solo apariencia, una frontera impostada que da la bienvenida a un universo extrañamente cercano y comprensible. Puede que la primera sensación de la lectura de la última obra de Stygryt sea de desconcierto ante la propuesta, pero en el momento en que se da el paso de entrar en la narración, el lector se encuentra cómodo en una realidad que resulta conocida, porque todos los elementos son reconocibles, han estado siempre ahí rodeándonos, acompañándonos en nuestro recorrido visual por la existencia. Stygryt nos hace ver que todos somos dioses de nuestras ficciones, de una imaginación que crea nuestra memoria y, con ella, nuestra vida. Stygryt pone esas piezas de construcción infantil delante del lector y le anima a ir de su mano y convertirse también en dios, en divinidad que comparte la creación a través de una lectura que necesariamente genera sus propias interpretaciones, sus propias versiones. Lo coloca de tú a tú con el creador para entender que todos somos dioses de nuestras ficciones, de una imaginación que crea nuestra memoria y, con ella, nuestra vida. Y solo con unas líneas y unos puntos. No hace falta nada más para crear en el mundo del tebeo

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