Estaba feliz, aquella noche iba a la entrega de los premios con más trayectoria en su país y un gusanillo danzaba por su interior. Se había presentado con algunas piezas y percibía que alguna de ellas sería premiada.
Al principio se presentaba a diferentes premios por inercia, por aquello de que si una organización externa reconoce tu trabajo te hace sentir más segura. Aunque había pasado temporadas de ‘premios no’ e incluso de ser antipremios, que en el largo camino profesional, por todas las épocas pasa una.
Hace años que había decidido como estrategia de promoción de su trabajo presentarse a este tipo de certámenes. Cierto era que los premios podían ser injustos y que suelen ser fuente de polémica ya que es muy complicado que llueva a gusto de todos, pero a ella le funcionaban a la vez que le aportaban una inyección de adrenalina para continuar con su a veces difícil lucha diaria. Además, por el tipo de cliente al que se había enfocado, los premios le venían más que bien. Trabajaba con clientes que aunque no lo manifestasen de manera abierta, por su comportamiento se podía deducir que les gustaba sentir que trabajaban con ‘los mejores’ y aunque existían excelentes profesionales sin premios en su trayectoria, a ella, contar con premios en su portfolio le funcionaba muy bien.
Llegó al Museu del Disseny con la sonrisa puesta. Apenas traspasó la puerta ya estaba fundida en múltiples besos y abrazos de compañeros de profesión. Le gustaba la sensación de estar rodeada de personas y grandes profesionales, que incluso a pesar de la distancia, viven todos en su día a día cosas similares. Las cosas que se contaban los unos a los otros, siempre contenían nexos de unión por las preocupaciones compartidas. Alguna vez encontraban soluciones a sus problemas cerveza en mano y en caso contrario, al menos las sonrisas estaban aseguradas.
Aunque a veces les acuciaba la pereza por asistir a ese tipo de actos, una vez allí todos se sentían como en casa y eso es una suerte ya que no en todas las profesiones pasa.
La entrega comenzó puntual, el presentador de este año era un monologuista y además ilustrador. Una vez comenzado el discurso le pareció muy acertado. Había acudido a otros eventos de ese tipo y no había nada más soporífero que un cargo político presentando o una presentadora carca como dando el Telediario. No iba mal la cosa.
Comenzaron a subir los primeros premiados, caras alegres y buen rollo para hacerse la foto. Ella esperaba expectante, llegó el turno de su categoría, se mostraron en pantallas los trabajos seleccionados y pronunciaron su nombre…
¡Un Oro!
El gusanillo comenzó a bailar a ritmo frenético, quizá desde fuera pueda parecer una chorrada y algo exagerado. Ella consideraba que el verdadero triunfo en el cierre de un proyecto es haber disfrutado al realizarlo, poder aprender de lo malo, cobrar la factura, que el cliente y ella estén satisfechos y si además lo diseñado ha sido útil para la sociedad pues ya es la cuadratura del círculo.
Pero no nos engañemos, el reconocimiento de un premio además de que alimenta el ego y un poquito el alma, pues lo hace a uno un poquito más feliz.
Y si en los premios a los que acudía hoy se encontraban entre los miembros del jurado profesionales con los que había compartido algunos proyectos y otros de los que admiraba su trabajo, pues hacía que lo hubiese recibido con más ilusión.
Subió al escenario con parte de su equipo a recoger el premio, aunque no habían podido estar todos presentes, un proyecto rara vez lo realiza una sola persona y para ella era importante el reconocimiento del equipo.
Recibieron el premio con alegría y su foto así lo reflejó. Eran muchos los premios a entregar, pero echó de menos poder decir unas palabras y que su trabajo se mostrase con más detenimiento; un segundo para recogerlo le sabía a poco.
Tras la entrega llegó el momento esperado de la fiesta al aire libre con cerveza fresca y pizza caliente. Entre la multitud se encontró a Manuel, él también había sido premiado en la categoría de multimedia.
– «¡Manuel! ¿Qué tal? Oye, ¡enhorabuena! Ya he visto que tenéis un plata».
– «¡Lo mismo digo! Por nuestra parte muy contentos pero estaba hablando antes con Joel que ellos se han llevado el Oro y comentábamos acerca de la complejidad a la hora de instaurar los criterios para dar los premios».
«En una web, ¿qué se mide? ¿La estética? ¿La usabilidad por parte de usuario? ¿La complejidad en la programación? ¿Y hasta qué punto inciden las tendencias gráficas? Bueno, ya sabes, intentábamos resolver el mundo».
– «Justo comentaba lo mismo con Juan. Aún con los criterios existentes y válidos, que todos entiendan lo mismo, a veces es complicado. Por ello, que los criterios sean concretos, claros, sencillos e incluso diferentes para cada categoría podría ser interesante».
– «Pero bueno, vamos a celebrar lo del premio, ¿no? ¿Te apetece una cerveza fresquita?», dijo Manuel.
– «¡Venga!»
Cira disfrutó de una noche en la que compartió sorpresas y alegrías y al acostarse se sintió satisfecha consigo misma. Ya había colgado en sus redes lo del premio, pero esto solo era un avance, consideraba que este premio además de hacerla feliz podía ser una herramienta de importante promoción, enviar un newsletter, notas de prensa a medios, comunicarlo a sus clientes, etc. Todo ello formaba parte de las tareas de sus próximos días.