Querida Cira,
Hace días que quería escribirte pero ya sabes de mi tendencia a procrastinar.
Hoy pensaba en mis comienzos, ¡cómo pasa la vida! Aún recuerdo aquel maldito día en el que fui plenamente consciente de que necesitaba dinero para salir adelante. Como todos, durante años tuve unos socios magníficos llamados progenitores. Ellos, como pudieron, me educaron lo mejor posible y subvencionaron mi existencia durante una gran parte de vida. A veces esa subvención estuvo penalizada por grandes charlas acerca de cómo debía enfocar mi futuro, aceptar mis responsabilidades, etc. En su momento me parecieron penalizaciones, más tarde comprendí que aquello formaba parte de mi educación y hoy estoy muy agradecido… Aunque no estoy muy seguro de si he sabido agradecérselo lo suficiente.
Afortunadamente con el tiempo aprendí a ver las cosas de otra manera y, gracias a ello, si miro atrás y al presente puedo decirte que soy feliz y he sido un tipo autosuficiente. Aún recuerdo la satisfacción del momento de los inicios de mi emancipación, mi primer espacio, mis primeros viajes. Sobre todo el levantarme con la ilusión de quien comienza algo nuevo cada día y acaba exhausto de creatividad, retos y también alguna crisis existencial, pero todo necesario. Con el tiempo he conocido mucha gente que valora mi trabajo y tengo experiencias diarias que van enriqueciendo lo que soy y lo que hago.
Pero aún recuerdo las primeras veces que tuve que hablar de dinero. Me preguntaba: «¿De verdad es necesario?», «¿Cuánto debo cobrar por esto?», «¿Y cuando lo cobraré?», «¿Sabrá el que tengo enfrente valorar mi trabajo?».
¡Hay que ver cómo es la experiencia! Ahora cuando hablo de dinero hasta tengo ciertas reglas:
Siempre hablo de dinero al principio, para dejar sentadas las bases sobre las que vamos a trabajar. Aquí contemplo cuánto voy a cobrar y cómo lo voy a cobrar, así me resulta más sencillo y después me centro en el desarrollo del proyecto.
Nunca comienzo a trabajar hasta que está cerrado el tema del dinero. Siempre cobro un anticipo antes de comenzar a trabajar.
Siempre que comienzo un proyecto hago una pequeña lista con los costes que pienso que debe asumir este proyecto. Aquí incluyo un número de horas que son las que calculo que voy a invertir en el trabajo y también los costes externos del proyecto como son materiales, colaboradores, etc. Por supuesto, a estas cantidades les sumo un margen.
Nunca trabajo por debajo de los costes que he calculado.
Cuando un cliente me pone el precio del proyecto por lo general no me gusta, pero a veces este precio no está mal y ayuda a saber los esfuerzos que debo invertir y los recursos que necesita el proyecto. Nunca le digo que sí a las primeras de cambio pero si veo que es viable tras estudiarlo, acepto el proyecto.
Si un cliente no me paga en las fechas acordadas y tras varios avisos no puedo cobrar el trabajo, envío un burofax mediante un abogado. Lo he tenido que hacer en dos ocasiones y en ambas ha funcionado.
Cuando me llama un cliente para competir por un trabajo en el que presiento que solo se va a tener en cuenta el precio… Le comunico que no voy a participar.
Desde pequeño me gustaron los lápices y el papel. Podía pasar horas dibujando y perder totalmente la noción del tiempo al hacerlo, con lo que al final estudié Bellas Artes para más tarde hacer diseño gráfico, ya que me parecía muy interesante esta disciplina (que entonces comenzaba a tomar forma). Durante mis estudios no necesitaba mucho dinero, mis socios capitalistas siguieron invirtiendo amablemente, aun así comencé a realizar algunos trabajillos que me daban para algún capricho los fines de semana. Pero cuando terminé los estudios, todo se comenzó a complicar.
Yo seguía perdiendo la noción del tiempo de una manera maravillosa y era feliz con mis cosas: dibujaba, hacía carteles, me implicaba en alguna expo, hacía favores a los amigos, etc. Pensaba que realmente lo que hacía valía la pena y me sentía muy a gusto conmigo mismo… Pero llegó un día en que la vida y mis socios me obligaron a ingerir bocados de realidad. ¿De verdad era tan importante eso del dinero?… Parecía ser que sí. Si te digo la verdad, en aquel entonces todo aquello me tocaba las narices. Yo pensaba que el arte era algo que sale de dentro y que, o bien vendría alguien a descubrir que yo tenía talento, o poco a poco encontraría mi camino. Desde luego no concebía la idea de comerciar con mi “arte” ni mucho menos la de “venderme” por cuatro duros.
Encontré un trabajo los fines de semana que me daba algo de pasta para seguir tirando, aunque no lo suficiente como para dejar de vivir en la casa familiar. El dinero que ganaba lo invertía en materiales para seguir haciendo cosillas entre semana, pero el trabajo del fin de semana se extendió a toda la semana y cada vez estaba más cansado para seguir haciendo mis cosas. Debo decirte que al principio le veía cosas interesantes al trabajo, imagino que cosas de la novedad, pero con el tiempo lo único interesante era que tenía algo de dinero para poder vivir y pude irme de casa de mis padres… Por lo demás acabé harto del trabajo, de los horarios, de la monotonía y de trabajar en algo que realmente no me gustaba en absoluto. Las preguntas vinieron solas: «¿Esto es todo?», «¿Voy a pasarme la vida trabajando en algo que no me gusta y por lo que me pagan una miseria?», … En fin, todas las fases son necesarias. Tracé un plan y un día me levanté y lo mandé todo al carajo.
Retomé el contacto con algunos de mis antiguos compañeros que estaban trabajando en el sector diseño y ellos mismos me pusieron en contacto con otros. Actualicé mi portfolio y generé uno nuevo centrado en diseño editorial, ya que siempre me había atraído ese área… Al cabo del tiempo pude entrar a media jornada en un estudio. Ahí aprendí y estuve atento a lo que me gustaba y a lo que no. De ahí salté a algunos estudios más hasta que terminé teniendo mi propio proyecto.
Fue entonces cuando comencé a hablar de dinero y hasta la fecha, no he dejado de hacerlo. Es más, ahora lo veo normal y necesario, tanto como diseñar, crear o respirar. Pero hoy recordaba que hubo un día en el que me daba palo hablar de dinero. Qué curiosa es la vida, ¿verdad?
Ya sabes que me gusta compartir mis reflexiones contigo. Espero que estés bien, imagino que ya pensando en los tiempos estivales.
Besos,
xxxoooxxx
Daniel.
Actualizado 10/11/2017