Desvelada la nueva imagen de la Marina de València, ha sido casi una reacción unánime en la redacción y en las redes. El trabajo realizado por Eduardo Aires para la ciudad de Oporto ha sido una inspiración, un referente o un lugar donde fijarse. Un proyecto imposible no tener encima de la mesa.
Una estética que ha sido muy visible para los que nos dedicamos a la imagen gráfica, publicada en cientos de revistas nacionales e internacionales. Precisamente, este fin de semana estábamos con él en Murcia y ha sido inevitable recordarlo. No se que pensará Eduardo, pero a mi me ha parecido muy coincidente. Demasiado. No hablamos de una copia, pero sí de un parecido poco recomendable.
No es que me parezca mal que la imagen de la Marina Real sea semejante a una de las marcas-ciudad mejor concebidas de los últimos años, eso aparentemente debería ser bueno. Si nos inspiramos, inspirémonos en los que lo hacen mejor. Incluso tampoco está mal que sea una estética de línea vectorial muy facilona que está muy presente en la gráfica de hoy en día. Si hay que ser trendy, es una buena opción. Lo verdaderamente importante es:
¿Qué tiene que ver esta estética con el espacio que debe representar? ¿Es diferenciador? ¿Es una identidad con personalidad propia que da carácter propio? ¿Es perdurable?
Todas esas preguntas son fáciles de contestar desde un punto de vista de imagen de marca. Es evidente que esta estética es muy actual y pasará fácilmente de moda. De hecho, ya está un poco fuera de onda precisamente por su uso extremo.
Los diseñadores valencianos Enrique Casp y Antonio Ballesteros explican que «la marca de la Marina de València pretende simbolizar el vínculo entre las personas y el mar. Es una indentidad gráfica sencilla y atemporal que, además, transmite empatía y optimismo». Y utilizan el lema “Ven a escribir el futuro de La Marina, sueña València”.
Pero la respuesta más evidente es que no representa en absoluto la zona ni la idea de espacio que supuestamente se pretende crear. «La Marina de València aspira a convertirse desde ya en el espacio estratégico con más potencial de la ciudad. El lugar para acoger las actividades productivas más innovadoras y creativas, aprovechando la infraestructura existente y sirviendo como palanca de transformación de los Poblados Marítimos y del resto de la ciudad», afirman desde la propia Marina de València.
Para un visitante con cierta cultura visual y cierto bagaje viajero reconocerá rápidamente la imagen de Porto y puede que piense: ¿Qué tiene que ver esto con Porto? Si se quiere crear una nueva zona en la ciudad que tenga la suficiente personalidad como para atraer negocio, cultura, ocio… hubiera sido interesante tener una identidad propia.
Por otro lado, si nos quedamos con el icono solamente es difícil percibir algún atisbo de personalidad o diferenciación. En breve, habrá quien encuentre parecidos a otros proyectos. Es cierto que es gracioso, sonriente, marinero… pero gráficamente es muy pobre. Igual hay que esperar a futuras aplicaciones y desarrollos para poder valorar en qué se convertirá.
Tipográficamente es también muy trendy. Una tipografía geométrica igual que la de Porto e igual de habitual en todo lo que se desarrolla hoy dentro de esa ya casi obsoleta corriente gráfica del New Ugly Design. Escribir un texto con una tipografía trendy no es hacer un logo. No existe modulación del naming, es igual de importante poner ‘Marina’ que ‘València’.
El logo solo tiene vida, de momento, en una indiana que rellena muy bien un espacio editorial, pero que no deja de ser una justificación muy sencilla. No hay relación histórica con el barrio, ni elementos identitarios que simbolicen el espacio, que recuperen algún valor propio e inequívoco.
En cuanto al color, parece que no se han comprado una buena carta Pantone, ya que con un color único se resuelve todo. Demasiado simple para tanto que representar, para tanta riqueza colorista que se supone debe expresar. El azul eléctrico que está por todas partes es coincidente con una tendencia estética muy actual que pasará rápido. Algún que otro color hubiera sido deseable, sobre todo, como contraste, como punto de diferenciación con Porto, como elemento que combina con el azul del mar. No todo será azul marinero en La Marina.
Un resultado como este no justifica un concurso público y muchos meses de trabajo. Cuesta entender por qué motivo se eligió a esta candidatura cuando otros con una solvencia mayor y más contrastada estuvieron en liza, pero fueron descartados. También es cierto que desconozco las premisas, objetivos y las pautas requeridas por el cliente, que tal vez es lo que buscaba y lo que se ha ido trabajando conjuntamente, así que igual es lo que necesita el espacio y lo que se ha querido. En muchas ocasiones, los clientes deciden más de lo que a los diseñadores les gustaría.
Es un proyecto que parece resuelto más como un proyecto editorial que como un proyecto de branding. No en vano, los diseñadores que lo han desarrollado son grandes especialistas en Editorial.
Es una imagen sin alma y vacía de contenido. Casi un emoticon que representa una cara sonriente con unas grandes cejas u ojos.
Unido a unos iconos lineales que simplifican cada una de las zonas de La Marina de València. Con azul y solo azul. Como proyecto de branding está lejos de ser un proyecto bien resuelto. Seguramente, con la aplicación a soportes mejorará en algunos aspectos y posiblemente en buenas y nuevas manos se consiga desarrollar una identidad diferenciada.
Esperemos que el contenido y la propuesta cultural sea más potente que su imagen. Seguro que todos lo deseamos.
Algunas reacciones en Redes sociales:
Logo de la Marina de Valencia. Supongo que el autor tendrá amplios estudios relacionados con el diseño, y no lo habrá hecho gratis.Tremendo. pic.twitter.com/RIfuSApOXB
— José Manuel (@JoseManuel_VCF) 8 de marzo de 2017