Lawrence Lessig es el abogado que ya ha transformado la ley de propiedad intelectual con su innovación Creative Commons. Ahora está centrado en un problema todavía mayor, el sistema político estadounidense que oprime a la creatividad y que no permite la re-creación a golpe de ley.
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(Aplausos) Quiero hablarles un poco sobre contenido generado por los usuarios. Voy a contarles tres historias, para llegar a un argumento que va a decirles un poco acerca de cómo abrir ese contenido generado por los usuarios para los negocios. Esta es la primera historia.
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1906. Este hombre, John Philip Sousa, viajó a este lugar, el Capitolio de Estados Unidos, para hablar sobre esta tecnología que él llamaba, cito, “Máquinas parlantes”. Sousa no era un partidario de las Máquinas Parlantes. Esto es lo que tenía para decir: “Estas Máquinas Parlantes van a arruinar el desarrollo artístico de la música en este país. Cuando yo era un niño, en frente de cada casa en las noches de verano era posible encontrar jóvenes juntos cantando las canciones del momento, o las viejas canciones. Hoy, se escuchan estas máquinas infernales durante todo el día y toda la noche. No nos va a quedar una sola cuerda vocal,” dijo Sousa. “Las cuerdas vocales serán eliminadas por un proceso de evolución así como la cola del hombre, cuando evolucionó de los simios”.
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Ahora, esta es la imagen en la que quiero que se enfoquen. Esta es una foto de la cultura. Podríamos describirla utilizando la moderna terminología de computadores como una especie de cultura de lectura-escritura. Es una cultura donde la gente participa en la creación y la re-creación de su cultura. En ese sentido es de lectura-escritura. El miedo de Sousa era que perdiéramos esa capacidad debido a estas, comillas, “máquinas infernales”. Ellas nos la quitarían. Y en su lugar tendríamos lo opuesto a una cultura de lectura-escritura, lo que podríamos llamar cultura de sólo lectura. Cultura en la que la creatividad es consumida pero el consumidor no es un creador. Una cultura que está controlada de arriba hacia abajo, donde las cuerdas vocales de millones se han perdido.
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Ahora, a medida que miramos hacia atrás al siglo 20, al menos en lo que pensamos como el, cito, “mundo desarrollado”, es difícil no concluir que Sousa tenía razón. Nunca antes en la historia de la cultura humana, ésta había estado tan profesionalizada, nunca antes tan concentrada. Nunca antes la creatividad de millones ha sido tan efectivamente desplazada, y desplazada debido a estas, entre comillas, “máquinas infernales”. El siglo 20 fue el siglo donde, al menos para aquellos lugares que mejor conocemos, la cultura pasó de ser de lectura y escritura a ser de sólo lectura.
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Ahora, en segundo lugar. La tierra es un tipo de propiedad; es propiedad, está protegida por la ley. Como Lord Blackstone lo describía, la tierra está protegida por la ley de invasión a la propiedad privada, durante la mayor parte de su historia, por la presunción de que protege a la tierra tanto hacia el subsuelo como hacia arriba en una medida indefinida. Ahora, este era un buen sistema durante la mayor parte de la historia de la regulación de la tierra hasta que esta tecnología llegó, y las personas empezaron a preguntarse, ¿son estos instrumentos invasores dado que vuelan sobre la tierra sin compensación de los derechos de las granjas que están en el suelo a medida que viajan por el país? Bien, en 1945, la Corte Suprema de Justicia tuvo la oportunidad de abordar esa pregunta.
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Dos agricultores, Thomas Lee y Tinie Cosby, criadores de pollos, tenían una demanda importante por causa de estas tecnologías. La denuncia era que sus pollos seguían el patrón de los aviones y chocaban contra las paredes del granero cuando los aviones volaban sobre la tierra. Por lo que apelaron a Lord Blackstone para decir, que estos aviones estaban invadiendo su propiedad. Considerando que desde tiempos inmemoriales la ley ha dicho que no se puede volar sobre la tierra sin el permiso del propietario, este vuelo tiene que detenerse. La Corte Suprema consideró esta tradición de cientos de años y dijo, en un dictamen escrito por el juez Douglass, que los Cosbys debían perder. La Corte Suprema dijo que la doctrina de protección de la tierra incluyendo el cielo, no tiene lugar en el mundo moderno, de otro modo todo vuelo transcontinental estaría sujeto, sometería al operador a un sinnúmero de demandas por invasión de propiedad. Sentido común, una idea rara en la ley, pero aquí estaba, el sentido común. (Risas) Se rebelaba ante esa idea: sentido común.
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Para terminar. Antes de Internet, el último gran horror que cayó sobre la industria de contenidos fue un horror creado por esta tecnología: la radiodifusión. Una nueva forma de difusión de contenidos y, por tanto, una nueva batalla por el control de las empresas que difundirían ese contenido. Ahora, en ese momento la entidad, el cártel legal que controlaba los derechos de reproducción para la mayoría de la música que sería emitida usando estas tecnologías, era ASCAP. Tenían una licencia exclusiva sobre el contenido más popular, y la ejercían de una manera que trataba de demostrar a los radiodifusores, quién en realidad estaba a cargo. Así, entre 1931 y 1939 aumentaron las tasas alrededor de 448%, hasta que finalmente los radiodifusores se reunieron y dijeron, bien, no más de esto. Y en 1939 un abogado, Sidney Kaye, inició algo denominado Broadcast Music Incorporated. Lo conocemos como BMI. BMI era mucho más democrático en las obras que incluía en su repertorio, incluyendo en él, por primera vez, música Afroamericana. Pero lo más importante fue que BMI tomó obras del dominio público e hizo arreglos de ellas, entregándolas gratuitamente a sus suscriptores. De modo que – en 1940 cuando ASCAP amenazó con duplicar sus tasas — la mayoría de los radiodifusores optaron por BMI. Ahora, ASCAP dijo que no le importaba. La gente se rebelaría, predijeron, porque la mejor música ya no estaba disponible, pues los radiodifusores habían optado por la segunda opción, proporcionada por BMI, de dominio público. Bueno, la gente no se rebeló, y en 1941, ASCAP colapsó. Lo que es importante reconocer es que, a pesar de que estos radiodifusores estaban transmitiendo algo que uno podría llamar la segunda opción, esa competencia fue suficiente para romper, en ese momento, este cártel legal de acceso a la música.
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Bien. Tres historias. Aquí está el argumento. En mi opinión, lo más importante que hay que reconocer sobre lo que Internet está haciendo, es la oportunidad de revivir la cultura de lectura-escritura que Sousa idealizaba. La tecnología digital es la oportunidad para revivir estas cuerdas vocales sobre las que habló, de forma tan apasionada, al Congreso. Contenido generado por los usuarios, difundiéndose en los negocios de formas tan extraordinariamente valiosas como estas, celebrando la cultura de aficionados. Con lo cual no quiero decir cultura de “aficionadillos” sino que me refiero a la cultura en la que las personas producen por el amor a lo que están haciendo y no por el dinero. Me refiero a la cultura que sus hijos están produciendo todo el tiempo. Pues cuando se piensa en lo que Sousa idealizaba en los jóvenes juntos, cantando las canciones del momento, o las viejas canciones, usted debería reconocer lo que sus hijos están haciendo ahora. Tomando las canciones actuales y los temas antiguos y remezclándolas para convertirlas en algo diferente. Es la forma en la que ellos entienden el acceso a esta cultura. Por lo tanto, veamos algunos ejemplos para comprender de qué estoy hablando aquí.
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Aquí hay algo llamado Anime Music Video, primer ejemplo, tomando animación grabada de la televisión re-editado para seguir otras pistas musicales. (Música) En este tengan… fé. Jesús sobrevive. No se preocupen. (Canción: “I Will Survive” de Gloria Gaynor) (Risas) Y esta es la mejor. (Canción: “Endless Love”, de Lionel Richie y Diana Ross) Mi amor… Sólo existes tú en mi vida… Eres lo único luminoso… Mi primer amor… Tú eres cada respiro que tomo… Eres cada paso que doy… Y yo… Quiero compartir todo mi amor contigo… Nadie más lo hará.. Y tus ojos… Me dicen cuánto te importa… (Music) Entonces, esto es remezclar. (Aplausos) Y es importante enfatizar que lo que esto no es — no es lo que llamamos, comillas, “piratería”. No estoy hablando de, ni justificando a personas que toman todo el contenido de otras personas y lo distribuyen sin el permiso del propietario del copyright. Estoy hablando de personas que están tomando y re-creando cosas utilizando el contenido de otras personas, utilizando tecnologías digitales para decir las cosas de manera diferente. Ahora, la importancia de esto no es la técnica que acaban de ver. Porque, por supuesto, todas las técnicas que han visto aquí es algo que los productores de cine y televisión han podido hacer durante los últimos 50 años. Lo importante es que esa técnica se ha democratizado. Hoy, cualquiera que tenga acceso a un computador de $1500 dólares puede tomar imágenes y sonidos de la cultura que nos rodea y usarlos para decir las cosas de manera diferente. Estas herramientas de creatividad se han convertido en herramientas de expresión. Se trata de conocimientos básicos para esta generación. Así es como nuestros hijos hablan. Es como nuestros hijos piensan; es lo que sus hijos son a medida que comprenden las tecnologías digitales y su relación con ellos mismos.
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Ahora, en respuesta a este nuevo uso de la cultura mediante las tecnologías digitales, la ley no ha usado mucho de su sentido común para dar la bienvenida a este renacimiento de Sousa. En cambio, la arquitectura de la ley de derecho de autor y las arquitecturas de las tecnologías digitales, a medida que interactúan, han producido la presunción de que estas actividades son ilegales. Porque si la ley de derecho de autor, en su núcleo, regula algo llamado copias entonces, en el mundo digital, el hecho del que no podemos escapar es que cada vez que hacemos uso de la cultura, producimos una copia. Por lo tanto, cada uso único requiere permiso; sin permiso usted es un infractor. Usted es un infractor de la misma manera en que estas personas fueron invasores. El sentido común aquí, sin embargo, aún no se ha rebelado en réplica a esta respuesta que ha ofrecido la ley a estas formas de creatividad. En cambio, lo que hemos visto es algo mucho peor que una revuelta. Hay un creciente extremismo que proviene de ambos lados en este debate, en respuesta a este conflicto entre la ley y el uso de estas tecnologías.
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Un lado construye nuevas tecnologías como una recientemente anunciada que les permitirá, a ellos, retirar automáticamente de sitios como YouTube cualquier material que incluya contenido protegido por derechos de autor sin que haya o no un juicio sobre el uso justo que podría aplicarse al uso de dicho contenido. Y en el otro lado, entre nuestros niños, hay un creciente abolicionismo del derecho de autor, una generación que rechaza la noción misma de lo que se supone que debe hacer el derecho de autor, que rechaza el derecho de autor y considera que la ley no es más que una tontería a la que se debe ignorar y con la que se debe luchar en cada oportunidad posible. El extremismo de un lado engendra extremismo en el otro, un hecho que deberíamos haber aprendido muchas, muchas veces, y los dos extremos en este debate están, simplemente, equivocados. Ahora, el equilibrio por el que yo trato de luchar — Yo, como cualquier buen liberal, intento luchar inicialmente mirando al gobierno. Grave error, ¿verdad? (Risas)
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Mirando primero a los tribunales y las legislaturas, para tratar de conseguir que hagan algo de modo que el sistema tenga más sentido. Esto ha fallado en parte porque los tribunales son demasiado pasivos, en parte porque las legislaturas son corruptas, con lo que no quiero decir que hay sobornos tratando de detener un cambio real, sino más bien que la economía de la influencia que rige la forma en la que funciona el Congreso, hará que los creadores de políticas no entiendan esto sino hasta que sea demasiado tarde para arreglarlo. Por lo tanto, necesitamos algo diferente, necesitamos un tipo diferente de solución, y la solución aquí, en mi opinión, es una solución privada, una solución que busque legalizar de nuevo lo que es ser joven, y hacer realidad el potencial económico de ello, y ahí es donde la historia de BMI se vuelve pertinente. Porque como demostró BMI, la competencia aquí puede lograr algún tipo de equilibrio. Lo mismo puede suceder ahora. No tenemos un dominio público al cual recurrir así que, en cambio, lo que necesitamos son dos tipos de cambios.
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En primer lugar, que los artistas y creadores acojan la idea; y escojan que su trabajo esté disponible de manera más libre. Así, por ejemplo, pueden decir que su trabajo está disponible de manera libre para este tipo de uso aficionado, con fines no comerciales, pero no libremente para cualquier uso comercial. Y en segundo lugar, necesitamos que las empresas que están construyendo esta cultura de lectura-escritura acojan esta oportunidad de manera expresa, para habilitarla, para que esta ecología de contenidos libres, o de contenidos más libres pueda crecer sobre una plataforma neutral donde existan los dos simultáneamente, de manera que lo más libre pueda competir con lo menos libre, y la oportunidad de desarrollar la creatividad en esa competencia pueda enseñarle a unos las lecciones de los otros.
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Ahora, quisiera hablar sobre un plan en particular del cual sé algo pero no quiero violar el primer mandamiento de no venta de TED, así que no voy a hablar de esto en absoluto. En cambio, solamente voy a recordarles la lección que BMI nos enseña. Que la elección que hagan los artistas es la clave para que la nueva tecnología tenga la oportunidad de estar abierta para los negocios, y necesitamos construir esa elección de los artistas aquí si estas nuevas tecnologías van a tener esa oportunidad. Pero permítanme terminar con algo que creo que es mucho más importante — mucho más importante que los negocios. Es el punto acerca de cómo esto se conecta con nuestros hijos. Tenemos que reconocer que son diferentes de nosotros. Estos somos nosotros, ¿verdad? (Risas) Hicimos cintas mezcladas, ellos remezclan música. Vimos la televisión, ellos hacen televisión.
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Es una tecnología que los ha hecho diferentes, y cuando vemos lo que esta tecnología puede hacer tenemos que reconocer que no se puede matar el instinto que la tecnología produce; sólo podemos criminalizarlo. No podemos evitar que nuestros hijos la usen; sólo podemos volverla clandestina. No podemos volver pasivos a nuestros hijos una vez más; sólo podemos volverlos, comillas, “piratas”. ¿Y eso es bueno? Vivimos en este extraño tiempo, una especie de edad de las prohibiciones, donde en muchas áreas de nuestra vida, vivimos constantemente en contra de la ley. Las personas comunes viven la vida en contra de la ley, y eso es lo que yo – nosotros – estamos haciendo a nuestros hijos. Ellos viven la vida sabiendo que viven en contra de la ley. Esa comprensión es sumamente corrosiva, extraordinariamente corruptora. Y en una democracia debemos ser capaces de hacerlo mejor. Hacerlo mejor, al menos para ellos, si no para una apertura a las empresas. Muchas gracias. (Aplausos)