La afirmación comercial de que las gafas con filtro de luz azul funcionan carece de fundamento.
Una revisión científica de 17 estudios ha concluido que estas gafas, a pesar de ser comúnmente anunciadas, son más costosas pero no han demostrado su efectividad en la prevención de la fatiga visual causada por el uso de teléfonos móviles y computadoras, ni en la mejora de la calidad del sueño.
Esta revisión exhaustiva, basada en la mejor evidencia científica disponible hasta la fecha, no deja lugar a dudas. Según Laura Downie, profesora de optometría en la Universidad de Melbourne y autora de la revisión científica, “usar lentes con filtro de luz azul para reducir la fatiga visual asociada con el uso de computadoras puede no tener ventajas a corto plazo. También es incierto si estas gafas afectan la visión o la calidad del sueño”. Downie sugiere que las personas consideren estos hallazgos al decidir si comprar estas gafas.
En los últimos años, los filtros de luz azul han ganado popularidad con el aumento de los dispositivos móviles. Según un estudio australiano, el 75% de los optometristas recetaban este tipo de lentes en 2018. Estos filtros se pueden vender como una opción adicional, por alrededor de 30 euros, para gafas recetadas normales o como un modelo específico. También existen gafas diseñadas exclusivamente para filtrar la luz azul, con un precio a partir de 40 euros. Muchos dispositivos móviles incluyen una opción de “cambio nocturno” que ajusta los colores de la pantalla a tonos más cálidos, limitando la emisión de luz azul. Sin embargo, todas estas medidas son ineficaces y carecen respaldo científico.
Las campañas afirman que esta tecnología filtra las ondas de luz específicas emitidas por dispositivos digitales como teléfonos, computadoras y tabletas, mejorando la atención y la vigilia al regular el reloj biológico. Teóricamente, la exposición a la luz azul de los teléfonos móviles antes de dormir podría dificultar conciliar el sueño. Algunas bases científicas respaldan esta afirmación, con estudios en moscas de la fruta que explican cómo ajustan sus patrones de sueño según la exposición a la luz azul. Sin embargo, Conchi Lillo, investigadora de la Universidad de Salamanca y autora del libro “¡Abre los ojos!”, señala que “nuestros circuitos neuronales son mucho más complejos que los de las moscas”.
La cantidad de luz azul que reciben nuestros ojos de fuentes artificiales como las pantallas de computadoras es aproximadamente una milésima parte de la que recibimos de la luz natural. Por lo tanto, se espera que tenga un efecto insignificante. Además, las lentes con filtros de luz azul generalmente bloquean solo entre el 10% y el 25% de la luz azul, dependiendo del producto. Además, estos filtros pueden ser contraproducentes. Como advierte Lillo, “durante el día, necesitamos percibir la luz azul del sol para regular nuestro ritmo circadiano. Bloquearla puede causar somnolencia y trastornos del sueño”.
La revisión de Cochane también encontró que no hay evidencia de que las lentes con filtro de luz azul protejan contra el daño retiniano, el tejido sensible a la luz en la parte posterior del ojo. Según la Dra. Downie, “no se pueden sacar conclusiones sobre los posibles efectos a largo plazo en la retina”. A pesar de las afirmaciones publicitarias de la industria, no se ha establecido ninguna relación entre la luz azul y la fatiga ocular.
La fatiga ocular ocurre al pasar largos períodos frente a una pantalla, como un teléfono móvil o una computadora. Sin embargo, como señala Lillo, “no es debido a la luz azul”. Factores como la reducción del parpadeo, que provoca sequedad ocular, y enfocarse en un punto cercano específico contribuyen a la fatiga ocular. Esto se puede abordar descansando los ojos durante 20 segundos cada 20 minutos. La luz azul brillante y fría también puede resultar molesta en ciertos contextos, pero Lillo afirma que simplemente reducir la intensidad es una solución fácil.