«La visita del síndrome del impostor», por Juan Ramón Martín

Terminan las vacaciones y comienza un nuevo ciclo de trabajo, este artículo nos coloca en ese momento en el que algunos piensan que necesitan reciclarse o formarse más aún con el objetivo de afrontar ese síndrome del impostor que muchos llevamos dentro.

Foto de Dahee Son en Unsplash

Terminan las vacaciones y afrontamos un nuevo curso. Algunos han cambiado de trabajo, otros vuelven al que tenían. Algunos buscan uno nuevo, siguen buscando porque no tenían o quieren, simplemente, cambiar incluso de sector. Otros, simplemente, comienzan o continúan sus estudios. Es momento de buenos propósitos y de querer hacer algunos ajustes en nuestras vidas, profesionalmente hablando. Cambios que requieren una buena dosis de iniciativa, mucha energía y focalización mental.

Durante las vacaciones, te prometiste desconectar de las redes sociales, pero no lo hiciste: caíste en la trampa. ¿La gente en Twitter no tiene vacaciones?, ¿tienen ocio o también lo usan para seguir leyendo e investigando?, ¿es que esta gente no tiene vida personal?, me he preguntado en ocasiones, mientras el feed de Twitter volvía a jugármela recargándose automáticamente y haciéndome perder el hilo.

Por supuesto, la proyección de la realidad que nos ofrecen las redes está distorsionada. Y muy probablemente cuando tú estás de vacaciones, otros están trabajando. Y cuando ellos tienen vacaciones, a ti ya se te ha olvidado…

A ver, y luego están los que es verdad que nunca desconectan ni paran de trabajar, que hay gente para todo. Pero vamos, que entre lo que te llega y la imagen que tú te creas, la sensación de que no estás aprovechando el tiempo puede llegar a ser estresante. ¡Y estás (o has estado) de vacaciones, no lo olvides!

Entre lo que te llega y la imagen que tú te creas, la sensación de que no estás aprovechando el tiempo puede llegar a ser estresante.

Mientras veías las fotos estupendas de la paella que se habían preparado tus amigos, o las terribles del aeropuerto de Afganistán, ibas encontrándote con interesantísimos enlaces que has ido guardando porque te vendrían bien para una clase, para ese proyecto, para leerlo en cuanto llegues de las vacaciones. Has guardado la referencia de ese libro y ese vídeo de la última actualización de Figma (¿no descansan en Figma?).

Yo no sé vosotros, pero a mí se me ha hecho bola tanto contenido. Vamos, que no doy abasto. Y eso, además, me genera cierta ansiedad. Habrá que filtrar las fuentes, me digo, mientras agrego a otras cuatro personas en redes porque me parece interesante lo que dicen. Lo cierto es que probablemente sea el momento de poner orden en las listas de Twitter y, quizás, en algunas cosas más. Pero lo cierto también es que tanto post, tanto Medium, tanto libro/paper por leer, tanto curso interesantísimo online o presencial —que ¡cómo no vas a hacer!— acaban dejándote, a veces, con la sensación de que no estás «a la altura de lo que de ti se espera» o, mejor dicho, «de lo que tú esperas de ti mismo».

Si a este escenario (postvacacional, nuevo curso con sus consiguientes cambios) le sumamos la visita de nuestro amigo el «síndrome del impostor», la situación se enriquece, digámoslo así. En torno al 70% de las personas reciben esta inesperada y poco grata visita o la van a recibir en algún momento de sus vidas. ¡Y qué mejor momento que justo cuando empieza un nuevo ciclo, cuando menos falta nos hace!

A mí me viene a ver de vez en cuando y me consta, por lo que veo en redes, que a muchos colegas de universidad y de profesión les visita también habitualmente. En el sector TIC parece que tiene una presencia alta y, si eres mujer, un poco más que si eres hombre. Vamos, que es muy probable que te encuentres entre los que quieres cambiar tu vida y te asalta el síndrome del impostor porque te han admitido en tal máster (cuando no lo mereces) o te han aceptado en tal trabajo (cuando tú de eso no tienes el expertise suficiente).

Tal y como leo en The impostor Phenomenom, en el círculo vicioso del impostor una de las opciones es la «sobre cualificación», (buenas noticias para universidades y escuelas) lo cual genera un gran esfuerzo (en muchos casos innecesario): prepárate bien, trabaja duro, para estar a la altura. El problema es que cuando el ciclo termina, si todo sale bien, te dirás a ti mismo que si no vales tanto, que lo has conseguido por todo lo que te has esforzado, mientras otros lo hacen con mucho menos esfuerzo.

En el círculo vicioso del impostor una de las opciones es la «sobre cualificación»

La otra opción, más económica, es la procrastinación, pero no cantes victoria. Si la cosa sale bien al final, lo achacarás a la buena suerte. El caso es no asumir que ha sido por méritos propios. Vamos, que no tienes escapatoria.

Sakulku, J. & Alexander, J. (2011). The Impostor Phenomenom. International Journal of Behavioral Science, 6 (1) pp. 73-92.

Mi consejo es que no te agobies. Lo más probable es que se te pase pronto, en cuanto te vuelvas a meter en la rueda y la rueda pueda contigo; o en cuanto veas que tus nuevos compañeros son gente normal, tan estupendos como tú; o cuando veas que puedes con los retos. Si no es así, mejor lee el segundo disclaimer que te dejo más abajo.

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Para terminar, dos últimos descargos de responsabilidad:

Los que vivimos de la formación, deberíamos estar de enhorabuena porque esta situación nos favorece: más necesidad de formación es igual a más alumnos. Sin embargo, me pregunto si en la comunicación que hacemos hacia nuestros potenciales usuarios, no estamos fomentando a veces este síndrome. No lo tengo claro.

No se me interprete mal. Estoy convencido de la necesidad de la formación inicial y a lo largo de la vida, pero de eso hablaré otro día.

Naturalmente, cuando esto pasa «de castaño a oscuro», que decimos en España, es decir, cuando esta situación pasa de ser algo esporádico, que nos afecta solo de vez en cuando (en ocasiones hasta de forma perversamente positiva), a una fase de bloqueo existencial, es momento de hacérselo mirar por un psicólogo. Y este artículo, por supuesto, no te puede ayudar en eso.

→Juan Ramón Martín es profesor de diseño en la Facultad de Comunicación de la Universidad Pontificia de Salamanca.

 

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