El Centro Niemeyer de Avilés acoge la exposición A todo color en la que Isabel Muñoz muestra 30 fotografías a color muy poco conocidas junto a otros 8 platinos en blanco y negro, de piezas más populares. Las imágenes a color, varias de ellas platinotipias, pertenecen a las series Etiopía (2002), Omo River (2005), Amor y Éxtasis (2008) y Mitologías (2012).
_
En las fotografías Isabel Muñoz pasa de la fascinación por los cuerpos desnudos de los Omo y los Surma de Etiopía a la exhibición del dolor en las extremas prácticas religiosas de la cofradía Al Qadiriya en Iraq que, por otro lado, despiertan en el espectador ecos de la iconografía religiosa occidental. La exposición ha sido comisariada por Christian Caujolle, director y fundador de la Agence VU y está organizada por diChroma photography.
«Favorecidas por la sensualidad y delicadeza de la impresión de platino en gran ―incluso, muy gran― formato, las fotografías en blanco y negro de Isabel Muñoz resultan inconfundibles», comenta Christian Caujolle. Presentan bailes tan diferentes como el tango, el flamenco, el ballet clásico cubano o la danza del vientre que se mezclan sin problemas con instantáneas de toreros, luchadores turcos, monjes voladores chinos y acrobáticos capoeiristas brasileños. En las imágenes de Isabel Muñoz encontramos elegancia nada presuntuosa, fotografías encuadradas «con una precisión tan quirúrgica que son capaces de recrear la idea de movimiento, nos hablan, colocadas unas al lado otras, de una fascinación por el cuestionamiento del cuerpo erotizado tan intensa como su atención por las vibraciones de la luz», afirma Caujolle. «No cabe duda: Isabel Muñoz es una de las fotógrafas en blanco y negro más sabias y sutiles que hay».
Sin embargo, más allá de sus trabajos para revistas, existe una parte importante y muy poco conocida de su obra realizada en color. «Si aproximamos dos series, que podríamos pensar opuestas, relacionando así dos técnicas de revelado que no tienen aparentemente nada en común, podemos vislumbrar la naturaleza del color en una artista que no cesa de explorar», aclara Christian Caujolle. «La serie más espectacular es la que, al precio de mil riesgos y otras tantas trampas burladas, nos introduce en las prácticas de una cofradía religiosa, la de Al Qadiriya, redescubierta en Iraq, donde los adoradores de Alá entran en trance, se evaden de su cuerpo y no sienten dolor alguno cuando se sajan con cuchillas de afeitar que luego engullen, caminan impertérritos sobre montones de vidrio machacado o se perforan impávidos las carnes».
Para Caujolle, estas imágenes resultan impresionantes «más por los hechos y actos a los cuales nos remite que por el posicionamiento de la fotógrafa, que no se sabe cómo puede seguir, en un ambiente tan delirante, encuadrando con precisión y acercándose a la materialidad de las texturas y de las pieles. Sentimos aquí rápidamente los ecos de la gran pintura clásica, la misma que nos ha sido provista con abundancia desde iglesias y museos y que viene aquí servida en revelados fotográficos clásicos que nutren la profunda intensidad de los tintes y la estridencia de algunas carnaduras incendiadas por la luz. Visualmente, estos ‘locos de Dios’ no son muy diferentes a los mártires y otros santos del catolicismo más exacerbado».
«Frente a esto, las hieráticas figuras de los Surma o de los Omo de Etiopía también dialogan con la pintura», explica Christian Caujolle. «Para empezar, porque estos pastores guerreros de las altas mesetas se pasan el día pintándose el cuerpo, inventando paisajes en sus espaldas, transformando sus rostros y manos en escritura, luciendo a veces sencillas y ricas joyas de oro o de conchas, envolviéndose con simples y raídos trapos como si de chales de una gran elegancia se tratara. Pero también porque el tratamiento dado, entre retratos y detalles corporales, afirma una misma intensidad lumínica que permite que los trazos de color surjan suavemente de la fineza del grano de la piel. El tono mate de las increíbles impresiones de platino en color permite recrear toda suerte de sutilezas materiales y tonales ―dan ganas de tocar―, mitiga el aspecto más decorativo o frívolo y, paradójicamente, intensifica en semitintado el efecto cromático. Entonces, y esto es lo que aproxima a estas dos series en su propia naturaleza, el color se convierte en el protagonista mismo de la fotografía, más allá de las temáticas representadas. Pues nos hallamos, en los dos casos, ante fotografías de color y no sólo ―lo que es atribuible a la pura técnica― ante fotografías en color».
Otra prueba de la unidad en una obra fotográfica de Isabel Muñoz que se presenta a menudo «por tramos, series, destinos, es que estos dos conjuntos tan distantes nos reenvían de nuevo a la cuestión del cuerpo y de su representación». Imágenes que se sitúan «entre la soberbia desnudez de los africanos y el deseo de dolor para alcanzar el éxtasis de los místicos, se da ―como en dos polos que se atraen y se repelen― ese misterio de la forma que toma cuerpo, siempre en busca de una forma de placer».
De momento, el hallado por nuestra mirada es total, nutriéndose de los matices de una paleta que parece ilimitada en sus variaciones, siempre insatisfecha pues busca una totalidad que no sabemos si se halla en el exceso o bien en el absoluto de la tranquilidad reafirmada.
En este vídeo se observa su paciente y meticuloso proceso de trabajo.
Isabel Munoz, Photographer / Making of from Chema Vegas on Vimeo.
______
Actualizado 07/02/2020