Diarios y revistas norteamericanas han confiado durante décadas en la ilustración española para completar sus páginas o ilustrar sus portadas. Diego Mir ha sido el último ilustrador en sumarse a la hornada de profesionales que trabajan con grandes compañías mediáticas al otro lado del ‘charco’. Hagamos un repaso a esta estrecha colaboración entre ilustración española y publicaciones norteamericanas.
«El mundo del ilustrador especializado en prensa es duro, de inmediatez, autoexigencia y agilidad mental».
Diego Mir sabe de lo que habla, y no solo por su última colaboración con The New York Times, uno de los periódicos de mayor repercusión mundial y un referente en dirección de arte. Tras años y años de arduo trabajo para medios nacionales como El País e internacionales como The Outpost y Life & Style, cuenta ya a sus espaldas con una merecida trayectoria en cuanto a ilustración en prensa se refiere. Quizá precisamente por ello, Mir no duda en señalar directamente al ámbito nacional con cierta crítica al hablar sobre este tema: «Si aspiras a crecer profesionalmente, con un aumento de calidad, visibilidad, profesionalidad en el trato y mejora de condiciones económicas, debes publicar fuera de España».
Los medios de comunicación norteamericanos son algunos de los más reconocidos del mundo. A pesar de ser los causantes de términos como «prensa amarilla» (la férrea competencia entre el editor Joseph Pulitzer y el magnate William Randolph Hearst propició esa acepción), muchas de las cabeceras estadounidenses han sido ovacionadas por sus investigaciones y reportajes (cómo olvidar, por ejemplo, el escándalo del caso Watergate, que ayudó a destapar el periódico The Washington Post). Si hay algo que también tienen en común estos casi ancestrales medios es su cuidado y detalle por las ilustraciones, con una cultura en torno al hábito del dibujo que parece algo alejada (en general) de los estándares periodísticos españoles.
Diego Mir, que también se encargó de llevar a cabo la portada del número 3 de Gràffica, nos confirma ese interés por la ilustración que sí ostentan los medios norteamericanos. «Los directores de arte en EEUU tienen un baremo, en general, mucho mayor que el se aplica en España». Y no solo eso: «Te exigen, pero también se vuelcan con ideas y propuestas a partir de tus bocetos iniciales», indica el ilustrador. Mientras que las cabeceras españolas parecen carecer de coherencia al hablar de cambios o matices en las ilustraciones, en los medios de comunicación neoyorquinos es habitual el trabajar codo a codo con el ilustrador para exprimir y alcanzar la mejor versión posible.
«El trayecto es mucho más duro, pero lo que obtienes en el camino y el resultado final hacen que llegar a la meta sea más satisfactorio», concluye Mir.
Su nombre solo es uno de los últimos que se ha colado en una larga lista de profesionales españoles que han colaborado y colaboran con medios norteamericanos. Sin ir más lejos, el célebre y peculiar dibujante Javier Mariscal lleva más de dos décadas trabajando con publicaciones neoyorquinas a través de, por ejemplo, sus portadas para la revista The New Yorker. También es el caso de Ana Juan, que colabora desde el año 1995 para la misma publicación. Entre las más de 20 portadas que ha realizado para esta publicación, destaca su homenaje a las víctimas del atentado del 11-S en Nueva York y la publicada tras el atentado de Charlie Hebdo en París. Ambos profesionales, además, demuestran con esta actividad que es más común ilustrar portadas en Estados Unidos que en España, donde las ilustraciones siguen quedando limitadas al acompañamiento de textos.
Diego Areso, director de arte en El País, no percibe sin embargo que haya una denigración hacia la ilustración en España. «En El País Semanal, Babelia, Ideas o Negocios muchas semanas llevamos ilustraciones en la portada», indica. «No creo que la diferencia esté tanto en que haya o no ilustraciones… Lo que creo es que aquí no tenemos revistas equivalentes, por ejemplo, a The New Yorker, que siempre lleva ilustración en portada», agrega.
Para Areso, por otro lado, trabajar con publicaciones norteamericanas tampoco se convierte en la panacea, y señala que depende mucho de diferentes factores aunque, eso sí, existen dos elementos principales que diferencian su determinación. «Muchas veces las publicaciones norteamericanas están más abiertas a utilizar nuevas firmas, y aquí parece que siempre acabamos colaborando con los mismos. Yo intento romper esa tendencia, y he encargado ilustraciones a profesionales que me ha enviado su portfolio, o he llamado a gente por ver su trabajo en redes sociales», indica. «También es cierto que en Estados Unidos parece que no tienen el pudor que tenemos aquí por pedir cambios. No tienen miedo a solicitar modificaciones si consideran que va a quedar mejor», explica Areso.
Otro elemento diferenciado, además, depende de los presupuestos; «[aquí] son inferiores, pero es por el mercado». Cuando se obtiene un hueco en alguna publicación norteamericana, por otro lado, el caché del profesional asciende: «La cotización del ilustrador que publica en The New Yorker o en The New York Times sube como la espuma, por el prestigio». Por último, el director de arte de El País Semanal hace un inciso en cuanto a la calidad de las ilustraciones se refiere: «Tienes que hacer un buen trabajo. Un mal ilustrador, por mucho que envíe su portfolio, no va a conseguir nada. No todo vale».
No solo en Nueva York se lleva la ilustración española. The Boston Globe, diario de Massachusetts, escogió para uno de sus números varias ilustraciones de Pablo Amargo. The New Yorker, además, lo seleccionó como ilustrador para una imagen que anima a sus lectores a suscribirse al periódico, y también formó parte de la sección de Book Review del diario The New York Times. En ella, ilustró un artículo sobre cómo la contaminación en la tierra afectará a generaciones futuras y augura el fin de la humanidad en nuestro planeta.
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«Son colecciones donde las ilustraciones trabajan juntas y crean una pequeña narración» cuenta Pablo Amargo.
Amargo, que también goza de igual prestigio tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, como demuestra los galardones que tiene en su haber (Premio Gráffica 2016, Award of Excellence Illustration Annual otorgado por Communication Arts en EEUU en los años 2013, 2014 y 2016…), tampoco pinta de color de rosa las colaboraciones extranjeras, y destaca que en ocasiones también puede resultar «un poco frustrante». «En España no he tenido que hacer trabajo extra de defensa o de protección de mi lenguaje. En Estados Unidos es distinto, son tres o cuatro días trabajando, haciendo mínimo 3 bocetos, para que escojan uno», alude.
«Todo es muy profesional, se paga mucho más, el escaparate de medios es extraordinario, pero el trabajo se va devaluando porque quieren varios bocetos, opinar sobre ellos y pedir cambios», comenta en relación con las modificaciones solicitadas por los distintos clientes.
Miguel Gallardo, conocido en el mundo del cómic español por ser el creador de ‘Makoki’, es otro de los nombres que podemos encontrar en el ámbito nacional e internacional. Fue en el año 2013 cuando The New Yorker le encargó a algunas ilustraciones, momento cumbre en su carrera profesional, y que le permitió llevar a cabo una paleta de colores escueta y un trazo garabateado conducido hacia la más alta expresividad.
No todos, sin embargo, reciben una llamada directa del diario para trabajar con ellos. Eso no significa, por otro lado, que no existan vías para conseguirlo. Es lo que demuestra el caso de Álvaro Domínguez, quien decidió, directamente, mandar su portfolio a Matt Dorfman, director de arte de The New York Times. El resultado: logró impresionar a Dorfman, quien le encargó una imagen para el diario en cuestión de muy poco tiempo. Esta colaboración marcó de forma determinante un antes y un después en su trayectoria profesional; además de esto, ha colaborado en secciones neoyorquinas de Book Review en varias ocasiones.
Y no solo eso: a través de este ejemplo, Domínguez aporta un interesante pretexto: ¿Por qué esperar a recibir un encargo cuando, en la prácticamente instantánea era de Internet, es más fácil derribar fronteras (incluso, geográficas) y contactar con quien se desea? Para poder llegar a ese punto, no obstante, no vale solo enviar un correo y quedarse a la espera. Una vez se mande el portfolio, este debe estar actualizado y demostrar que su profesional está en activo. Por tanto, el consejo es claro: no hay que dejar de crear, experimentar y probar cosas nuevas.
Otros nombres que se suman a esta larga lista son Rafael Álvarez, ilustrador español con residencia en Berlín, y con ilustraciones para The New York Times y Playboy; Iker Ayestarán, que llegó a ilustrar la portada de la sección Book Review de The New York Times; Riki Blanco, con ilustraciones con carácter crítico para The New Yorker, The New York Times o The Wall Street Journal; Gerard Armengol, con una viñeta para The New York Times, una entrevista, y una ilustración; o María Corte, que realizó para The New York Times una ilustración sobre el turismo gastronómico, y al que le siguieron otros encargos para The Washingont Post, the Wall Street Journal, Corriere della Sera, The Times o Playboy, entre otros medios. No conviene olvidar, además, a otros profesionales habituales: Javier Jaén, con numerosas aportaciones para The New York Times; y Luci Gutiérrez, con ilustraciones para The New Yorker y también The New York Times.
El futuro de la ilustración española es prometedor. Si las generaciones anteriores consiguieron conquistar Estados Unidos gracias a su talento, pasión y constancia, solo cabe desear que las de ahora, en un mundo más globalizado, no hagan sino seguir su estela e incluso superarla. Si la ilustración española es de las que conquista territorios, sin duda, es por algo.