Hemos probado Nano Banana: alucinante, pero no es tan perfecto como parece

Google lo ha vuelto a hacer: ha conseguido que medio mundo creativo hable de una herramienta con nombre de chiste —Nano Banana— y que, sin embargo, esconde un músculo tecnológico de esos que prometen cambiar la manera en que editamos imágenes. Su nuevo modelo de inteligencia artificial, integrado en Gemini, convierte instrucciones escritas en ediciones fotográficas con una precisión que, en sus demos, parece rozar la magia. Borrar a una persona de una foto, recolocar un objeto, fusionar imágenes, darle coherencia a un personaje en diferentes escenas… todo a golpe de texto. Hasta aquí, la parte brillante. Despues de eliminar la revista original, le pedimos que colocara nuestra revista. Pero la verdad es que tras los aplausos iniciales, cuando uno se sienta a trabajar en serio con Nano Banana, empiezan los tropiezos. Y no son pocos. Porque lo que en los ejemplos de Google funciona como un truco de magia pulido, en la práctica se traduce en resultados caprichosos, incoherencias visuales y frustraciones de manual. Entre la fascinación y el churro La parte fascinante es evidente: nunca había sido tan sencillo probar cómo quedaría tu gato convertido en un personaje de anime o verte de la mano de tu actor favorito en un festival de cine. El realismo de algunas composiciones es tal que cuesta distinguir lo generado de lo real. Y Google, consciente del riesgo de los deepfakes, ha incorporado un sistema de marcas visibles e invisibles (SynthID) para dejar rastro de que esas imágenes provienen de una IA. El modelo sorprende sobre todo en la consistencia de personajes y objetos. Lo que antes era un quebradero de cabeza en Midjourney o DALL·E —que un mismo personaje apareciera reconocible en varias escenas—, aquí está bastante resuelto. Puedes pedirle que tu perro salga en tres situaciones diferentes y Nano Banana lo mantiene reconocible en cada imagen. Esa coherencia abre posibilidades narrativas interesantes para cómics, storyboards o campañas publicitarias rápidas. Sin embargo, cuando intentas llevarlo a terrenos de precisión, el sistema se desmorona. Una cosa es generar un selfie creíble en la alfombra roja y otra muy distinta pedirle que diseñe una portada de revista basada en un mosaico geométrico. Lo hemos probado: queríamos ver cómo resolvía una composición con patrones regulares, formas repetidas y equilibrio visual. El resultado fue un auténtico churro, con baldosas que parecían derretirse y un caos de proporciones imposibles. La misma frustración aparece al intentar trabajar con tipografía: letras deformadas, palabras ininteligibles, logotipos irreconocibles. Lo curioso es que los fallos no se limitan a lo visual complejo: tareas básicas como recortar una imagen en un formato exacto también se le atragantan. Usuarios en Reddit se quejan de que, por mucho que insistan, Nano Banana devuelve siempre la foto completa con un texto explicativo, pero sin hacer el recorte pedido. Algo tan elemental como aislar un cuadrante concreto sigue fuera de su alcance. Lo que funciona… y lo que no El atractivo de Nano Banana está en la inmediatez. Para un creativo acostumbrado a pasar horas con Photoshop afinando selecciones, la idea de escribir “quita a la persona del fondo y pon un perro sentado en la silla” y obtenerlo en segundos es un caramelo difícil de rechazar. Para prototipos rápidos, moodboards, pruebas de estilo o simple experimentación lúdica, la herramienta es casi insustituible. Sobre todo por la enorme facilidad con la que se interactua, le dices en lenguaje directo, lo que quieres y lo hace. La imagen que adjuntamos es un buen ejemplo. Le subes una cara, un objeto y un escenario y con un prompt tan sencillo como 'ponme a la chicha hablando con el movil al principio de las escaleras', te sale esto. Y a partir de ahí a la chica mantiene la consistencia del personaje. Ese tipo de experimentos abren puertas a disciplinas como la ilustración, la arquitectura o la dirección de arte, donde los collages visuales forman parte del proceso. Pero a la vez, los problemas se acumulan en cuanto se busca control. Nano Banana no responde bien a instrucciones muy específicas ni a encargos que requieren precisión matemática. Las formas geométricas perfectas se deforman, los objetos cambian de tamaño sin lógica y las repeticiones regulares se convierten en mutaciones aleatorias. Para un diseñador gráfico, que vive de la exactitud de una retícula, esto es poco menos que desesperante. Y hay más: en algunos casos, la IA devuelve simplemente la misma imagen de partida con un texto diciendo que ha aplicado los cambios solicitados… aunque no se note ninguno. O lanza mensajes de error, obligando al usuario a reformular el prompt varias veces hasta obtener algo mínimamente funcional. En palabras de un usuario en foros: “Lo probé diez veces y me devolvió siempre lo mismo, acompañado de un texto genérico. Es frustrante porque parece que ignora lo que le pides”. Abajo dice que la chica del teléfono de antes está en la oficina. La percepción de la comunidad En internet las reacciones se dividen en dos bandos. Están quienes alucinan con la posibilidad de crear retratos falsos con celebridades y quienes destacan lo rápido que genera variaciones estilísticas. Y están, cada vez más, los que se topan con los límites y lo expresan sin rodeos: “Es genial para un selfie con tu ídolo, pero inútil si quieres un cartel en condiciones”, resume un comentario en Reddit. Otros usuarios han probado a usarlo en producción profesional y las críticas son aún más duras. En proyectos de arquitectura, por ejemplo, Nano Banana altera proporciones de muebles o de fachadas, lo que lo hace inviable para un render de presentación. En packaging, los textos legales y logotipos salen deformados, lo que destruye cualquier viabilidad real de usarlo más allá de un mockup divertido. La sensación general es que Nano Banana está diseñado para impresionar en la primera prueba, pero no tanto para resistir en un flujo de trabajo exigente. Funciona como una demo espectacular, pero no como una herramienta profesional que sustituya a los programas de edición consolidados. Aunque a poco que la utilizas empiezas verle los límites y sus posibilidades. Con apenas unos minutos ya pudimos levantar nuestra portada encima de una mesa, aunque la tipografía es un desastre, esto puede ahorrar muchas horas de estudio. Lo que se abre para el sector creativo ¿Significa eso que Nano Banana es un fracaso? Ni mucho menos. Es, de hecho, un paso más en la dirección que todas las grandes tecnológicas están tomando: democratizar la edición avanzada, haciéndola accesible a cualquiera que sepa escribir una frase. Y esa democratización siempre genera tensiones en el mundo del diseño. Por un lado, se abre un horizonte inspirador: cualquier persona, sin experiencia técnica, puede prototipar imágenes, jugar con composiciones y abrir la puerta a ideas visuales que quizá un profesional nunca hubiera explorado. Por otro, se erosiona la frontera entre la experimentación casual y el trabajo de oficio. La pregunta que muchos diseñadores se hacen es si estas herramientas acabarán sustituyendo tareas cotidianas de estudio, o si quedarán relegadas al terreno del juguete creativo. La respuesta, por ahora, parece intermedia: Nano Banana deslumbra en lo lúdico y experimental, pero cojea en lo profesional y riguroso. Para un briefing de agencia que exige un cartel con tipografía perfectamente alineada, sigue siendo inútil. Para un director de arte que busca generar atmósferas visuales en cuestión de minutos, es oro puro. Magia a medias Al final, probar Nano Banana deja un sabor contradictorio. Es imposible no asombrarse ante su capacidad para generar imágenes verosímiles con solo unas palabras. Pero también es imposible no desesperarse cuando lo pones a prueba con encargos que exigen precisión, tipografía clara o geometría impecable. Quizá lo más honesto sea reconocerlo: Nano Banana es alucinante, sí, pero no es para nada perfecto. Tiene más errores que una escopeta de feria cuando se le exige lo que el diseño profesional necesita. Y ahí está la clave para nosotros, los creativos: aprender a usarlo en lo que brilla, pero no confiarle lo que todavía solo se resuelve con criterio humano, oficio y las herramientas de toda la vida.

Hemos probado Nano Banana: alucinante, pero no es tan perfecto como parece

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