En este artículo, Álvaro Pons nos recuerda que el cómic —como «noveno arte»— es un reflejo de nuestra historia, de nuestra vida y una ventana a nuestro futuro.
Decía Paul Éluard en su carta para Theophrastus Phillippus Aureolus Bombastus von Hohenheim, más conocido como Paracelso que «hay otros mundos, pero están este». Y aunque la frase fuera popularizada por los investigadores de lo paranormal como supuesta explicación de lo inexplicable, lo cierto es que el poeta surrealista tenía los ojos puestos en ese territorio fronterizo donde las definiciones pierden su sentido, esos márgenes de lo establecido que se vuelven brumosos y confusos, donde aquello que se da por sentado muta en mil formas.
El cómic se encuentra a gusto en ese espacio movedizo, experto desde sus ocultos inicios en ser elusivo y reacio a la categorización, mirando siempre con sorna y divertido a esos académicos que se desgañitan en ponerle límites y fronteras a modo de definición. Lenguaje, arte, medio, industria…
lo abstracto
El diagnóstico del cómic es tan inasequible que vale la pena hablar de un complejo síndrome, que se deja entrever por esa capacidad de estar en todas partes. Cuando el cómic alcanza sus límites y se mueve con garbo por los afilados bordes de la abstracción o de la no narratividad, hay algo que brilla en el fondo y que nos dice: «Hay otros cómics, pero están en este».
Por raro y ajeno que nos parezca el cómic a lo que hemos leído por tradición, captamos sutiles esencias que están ahí traviesamente escondidas, retando al lector. Hasta en el cómic más abstracto que podamos imaginar hay una línea que nos trae efluvios de Foster, de Hergé, de Ibáñez o de Bretécher, recordando esos otros mundos.
Esa capacidad única del noveno arte es la que le permite estar en constante evolución y mutación, en un teseracto infinito del que apenas somos capaces de ver una mínima proyección en el papel, pero que está generando conexiones imposibles en el espacio creativo. Por desgracia, los humanos somos incapaces de ver ese objeto inmaterial llamado «noveno arte» en toda su extensión, nuestra percepción limitada necesita de esas proyecciones en un papel, en una pantalla. Pequeñas ventanas que nos dejen dar un vistazo a esa construcción vitalista y dinámica de la que solo llegamos a imaginar una parte.
forn de calç
Forn de calç (Extinció Edicions) es una oportunidad maravillosa para entrever esa dimensión desconocida, ese constructo en evolución llamado cómic. Las creaciones de Pep Brocal, Berta Cusó, Genie Espinosa, Laura García, Nadia Hafid, Peter Joiaio, Andrés Magán, Mar Mascaró, Ganriel Molist, Alexis Nolla, Sergi Puyol, Lorena Rivega y Cristian Robles transitan por caminos muy alejados, aparentemente dispares, pero cuando damos un paso atrás, vemos por el rabillo del ojo que todas están conectadas por líneas inaprensibles, formando un todo en ese universo de formas indefinidas que muestra la portada de la publicación dirigida por Marc Charles.
El cómic existe en un espacio de dos dimensiones que no sabe de tiempos, que vive una línea única de pasado-presente-futuro donde todos los cómics son posibles.
Forn de Calç es un catálogo de futuros de la historieta, de lugares por donde el cómic transitará en nuestro presente, porque el cómic existe en un espacio de dos dimensiones que no sabe de tiempos, que vive una línea única de pasado-presente-futuro donde todos los cómics son posibles, mezclándose y alimentándose unos de otros hasta que una mente creadora lo proyecta en esa pequeña ventana de papel que se nos permite ver.
No se lo pierdan.