En el Día Internacional de la Mujer, la ilustradora argentina Eugenia Mello –reciente Oro de la Sociedad de Ilustradores– nos ofrece una mirada detallada sobre su actividad profesional, su experiencia con Marshall Arisman en School of Visual Arts y algunos aportes acerca de La Fuerza, su próxima muestra en Buenos Aires.
Ante todo, nos gustaría que nos contaras tu perspectiva desde el ámbito de la ilustración, ¿crees que existen prácticas de desigualdad de género en la profesión? ¿Cuál fue tu experiencia tanto en Buenos Aires como en Nueva York en ese aspecto?
Creo que, pese a que la situación de ‘igualdad’ parece estar encarándose más a conciencia estos días –ya sea en Buenos Aires o en Nueva York–, todavía hay mucha disparidad visible en los puestos más altos de dirección o en los trabajos con más exposición donde todavía suele ser un hombre el que está a cargo de la tarea.
En cuanto a lo personal, trabajo de manera independiente y a veces no soy del todo consciente de si a mis colegas hombres les ofrecen presupuestos más altos o si les llegan más propuestas laborales. Intento no abordar el tema por ahí para no comenzar el día muy abajo. Prefiero celebrar los esfuerzos, especialmente los iniciados por mujeres, por generar más plataformas de exposición y distribución del trabajo de otras mujeres ilustradoras o artistas. Por ejemplo, en Nueva York hace más o menos un año comenzó una iniciativa de Julia Rothman y Wendy MacNaughton, un sitio llamado Women Who Draw a con la meta de generar un espacio virtual inclusivo para visibilizar el trabajo de mujeres ilustradoras, en especial de aquellas que pertenecen a grupos minoritarios, que por lo general no disfrutan de igualdad de condiciones para acceder a las mismas oportunidades. El sitio funciona como buscador para agentes, directores de artes, editores o agencias, quien sea que tenga la intención de colaborar con mujeres ilustradoras pero no sabe bien dónde buscar. Creo que se necesitan más espacios como este.
Esto de las oportunidades es quizás para mí el problema más a la vista y creo que parte del esfuerzo que podemos hacer entre todas las mujeres es trabajar en red, generar más espacios de diálogo y conversación, colaborar e invertir energía en alentar el proyecto individual de la otra o buscar y compartir nuestro trabajo de manera colaborativa.
Comprometida con la causa, creaste para el 8 de marzo una serie de ilustraciones para el Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires ¿en qué consiste el proyecto?
El proyecto se llama La Fuerza, en parte porque esta fue la consigna inicial en el pedido que hizo el director de arte Ariel Chiesa. Ocho retratos de mujeres que tengan “fuerza”. Pero, ¿cuál es o dónde está la fuerza de la mujer? Y cómo se visualiza esta ‘fuerza’ ¿Cómo mostrarla a través de personajes que aún no conocemos, ya que no serían retratos de mujeres famosas, reconocidas socialmente por su fortaleza o trayectoria? El pedido fue retratar a mujeres con las que pudiéramos identificarnos, tarea para nada fácil. Pronto me di cuenta de que para mí, la fuerza debía estar entre las sutilezas de la expresión de una mirada y en los gestos que indican una actitud ante su contexto (que es el nuestro, el de todas). Los retratos irían luego aplicados y adaptados en distintos formatos y piezas para la comunicación del centro cultural durante los meses de marzo y abril; y también serán traducidos/traspasados a murales sobre la fachada y una sala completa del centro cultural.
En cuanto a las decisiones de arte, fue importante para mí ser coherente no solo respecto a la actitud de la mirada, sino también desde la técnica o la herramienta que eligiera utilizar. Las elecciones debían ser contundentes y sin timidez. Por eso el negro, el rojo, los trazos intentando evocar decisión. Fue un gran proceso, intenso por el corto tiempo que había, pero muy valioso para dedicar espacio a la reflexión en torno a qué significa e implica retratar a la mujer. Lo que más destaco y agradezco del proyecto es el espacio, la oportunidad de exposición para proponer sin lugar a dudas. Agradezco mucho los proyectos que ponen a prueba mi coraje, fue un gran aprendizaje.
Además de la Universidad de Buenos Aires, te formaste en School of Visual Arts ¿puedes contarnos la experiencia de estudiar allí? ¿qué tipo de visibilidad te permitió?
En el invierno del 2014 decidí realizar una residencia de verano en la escuela de artes visuales de Nueva York (SVA) donde por un mes se trabaja a ritmo intenso para tener un acercamiento a la industria de la ilustración en USA. Fue una gran experiencia, especialmente por la calidad humana y profesional de los alumnos que asisten, hoy grandes amigos. Y también por la oportunidad de conocer a Marshall Arisman, quien dirige el máster de ilustración en la misma institución (SVA). Marshall es un gran maestro con una presencia y visión muy especiales y particulares. Luego de hablar con el sobre mi portfolio sentí, por lo particular de su mirada, que ese era un espacio para aprender algo sobre lo que todavía no había transitado mucho. Así que decidí hacer lo posible por estudiar allí. Así fue.
El programa de máster de ilustración que propone está centrado en la investigación de la ‘voz’ propia. Lo llaman Ilustración como ‘ensayo visual’. Son dos años dedicados a la búsqueda, de esa voz, que es tanto el cómo, técnicamente, como también el qué. Hay muchos trabajos que tienen que ver con contar historias y la temática es siempre libre lo que permite que, si uno está dispuesto a hacer un trabajo profundo consigo mismo, de a poco empieza a esclarecerse un hilo entre las historias que uno elige contar y cómo elige contarlas.
Los dos años son también una gran experiencia en conjunto, en comunidad. Parte de la propuesta del programa es que utilices el espacio de estudio que te ofrecen. Hay 40 pequeños espacios de estudio en un mismo piso. Así, todos los estudiantes de los dos años pasan cuantas horas del día y noche deseen en sus espacios. A medida que avanza el año cada espacio esta totalmente tomado por el universo de cada uno. Es una gran ensalada de ideas, prácticas y proyectos. Un invernadero intensivo, se aprende y crece infinitamente observando y compartiendo los procesos de tus compañeros.
Terminé esta experiencia con la sensación de tener menos certezas que antes y muchas preguntas nuevas, pero al mismo tiempo con una nueva sensación de calma sintiendo haber encontrado una especie de brújula sensible, herramienta para guiarme.
En ese momento llegó el Oro de la Sociedad de Ilustradores, ¿verdad?
Así es. En simultáneo ocurrió lo del video de animación. Fue una oportunidad que vino de Demo Duck, unos productores con los que vengo trabajando hace unos años. El video fue para una organización que se llama Hope for the Day. Son una serie de relatos en off sobre momentos difíciles emocionalmente y relacionados con la depresión y van acompañados de ilustraciones animadas. Fue un proyecto muy lindo, y en retrospectiva, un producto directo de lo que había aprendido los últimos dos años. En principio porque requirió conectarse con la temática que ya de por si me era afín, y traducir emociones con encuadres, o pequeños movimientos. También fue un desafío porque era la primera vez que animaba un corto completo. Solo me lancé un poco por ignorar el trabajo en el que me estaba metiendo, y otro poco porque me repetí una y otra vez que solo era dibujar mucho.
De todos los resultados posibles, creo que salió ampliamente mejor de lo esperado. Y algo bueno del espíritu con el que lo hice se debe haber colado, porque luego decidieron premiarlo en la Sociedad de Ilustradores -con una medalla de oro en la categoría institucional de su anuario de ilustración-.
La medalla de Oro es un premio medianamente reconocido dentro de ese mundo, que no importa mucho salvo para generar oportunidades para compartir con otros mi trabajo, se hace una ceremonia el día de entrega de premios y es un lindo momento para conocer a ilustradores y directores de arte reconocidos por la calidad de sus trabajos.
Formaste parte como docente de la Cátedra Longinotti. En ese caso ¿cómo vinculás tu formación de ilustradora con el diseño tipográfico?
Estudié diseño gracias a un amor temprano por la tipografía. Formar parte de la cátedra fue una gran suerte; un tiempo muy valioso, fundamental para mí. El espacio de la cátedra fue siempre un gran campo para compartir ideas, para aprender el valor de proyectar. Admiro y agradezco mucho a ese equipo.
En relación con lo que después sucedería con las colaboraciones entre Yani&Guille/Sudtipos y yo, pienso que los años en la cátedra también llevó conmigo el aprender el valor gestual de lo tipográfico, del ritmo y la identidad que puede construirse desde las decisiones de uso.
Ya mudada a NY, lo que implicó una colaboración a distancia, surgió el proyecto de Envelove. Trabajamos con Yani & Guille primero con Quotes y luego Envelove. Nos entendemos muy bien casi sin necesidad de palabras. Es ideal. Admiro muy profundamente su trabajo, lo siento muy cercano. Es de esos encuentros donde se coordinan los espíritus por casualidad por maneras de trabajar afines.
Envelove, particularmente es una fuente con gestos muy musicales, muy rítmica. Y se dio que yo también estaba investigando el movimiento y la música desde lo pictórico. El resto fue prueba y error de buscar qué herramienta producía una línea que acompañara a lo tipográfico y lo levantara, sin opacarlo.
Se le suma a que la finalidad de los catálogos es mostrar la fuente en uso y por ende las frases para el uso tienen contenido. En este caso seguimos trabajando algo que ya habíamos empezado con Quotes. Las frases son partes de canciones, en su mayoría, conocidas. Y para mí eso le suma algo muy lindo a las piezas finales, si el que las lee tiene en su memoria las canciones, se le termina sumando una capa de música a los dibujos. Para mí, lograr ese tipo de magia es parte de lo que le da sentido al trabajo.
Tu estilo de ilustración es muy animado, con movimientos fluidos y colores acuarelados, ¿puedes contar más acerca de tu técnica?
Mi manera de trabajar responde un poco a esa búsqueda musical. Me ayuda mucho pensar el dibujo como si fuera una pieza de baile, pensar qué ritmo le corresponde a la sensación que siento o quiero o necesita la pieza a comunicar. Mi manera de procesar los pedidos tiene mucho que ver con conectarme con eso. No diría que me fue sencillo llegar a esta conclusión ni que es una buena fórmula para otros, pero se ha vuelto indispensable para mí, una especie de método para el desarrollo de mi oficio: conectarme con qué sentimiento/ritmo tiene la pieza/el artículo/el encargo. Cuando no me es posible hacerlo, me suelo perder en detalles menores, que me hacen dar muchas vueltas en redondo y entorpecen el trabajo.
En cuanto a la técnica, trabajo digitalmente, por lo general, a conciencia de qué herramientas o procesos digitales se corresponden con sus ‘equivalentes’ análogos. Es decir, trabajar en capas como si fuera una impresión serigráfica O pensar en que los pixeles del trazo son tinta o pigmento y que pueden mezclarse o esparcirse sobre el lienzo como lo harían sobre un papel. Me ayudó mucho el trabajo a mano especialmente durante el máster. Dediqué varios meses a investigar con qué material sentía que el trazo se alineaba con mi sensación interna. La fluidez del medio, la fricción con el papel, la transparencia, la textura, la consistencia del material, son todos aspectos que cambian un gesto. El pastel tiza es mi favorito por el momento. Me gusta como se combinan la manera de pensar analógica y la manera digital y de ambas el error y la sorpresa son la mejor parte. Creo que de todas formas priorizo el dibujo y la expresión y el proceso fluido. Me voy moviendo tratando de encontrar el medio que mejor me lo permita.
Por último, ¿cuáles son tus influencias en lo que se refiere a los ilustradores de la actualidad?
Admiro y trato de aprender de todo, el cuerpo de trabajo de Jillian Tamaki, la variedad de Eleanor Davis, el detalle, las texturas y los personajes de Júlia Sardá, los experimentos de Petra Börner, las formas de Eleni Kalorkoti, la calidad del trabajo y la técnica de Ping Zhu, la sensibilidad de Kaye Blegvad, la forma de contar historias de Francesca Sanna y todo el trabajo de Violeta Lopiz. También el trabajo de algunas compañeras a lo largo de los años cuyo trabajo me inspira a crear. Cynthia Alonso, Helen Li, Aura Lewis, Ana Sanfelippo, Carolina Silvero de Guardabosques, ShinYeon Moon, Genevieve Irwin, Wenyi Geng, Meghan Tempelhof, la lista es larga.