Emigrar o no emigrar, esa es la cuestión que acecha a muchos profesionales en España, en especial desde la irrupción de la crisis. Hace ahora un año, Albert Creus tomó la decisión de dar ese salto y probar suerte en China. Un país con una cultura completamente ajena a la occidental, con un idioma extremadamente complejo y muchas peculiaridades de las que uno no puede ser ajeno. A un año vista, Albert nos relata su experiencia y ofrece una serie de consejos para quien decida aventurarse por tierras extrañas.
En noviembre de 2013, cansado de la crisis, el pesimismo generalizado, una deriva absurda de mi profesión y la falta de estabilidad en mi Barcelona natal, decidí dar un salto a lo incierto. Un año después de ese salto puedo recapitular y analizar qué funcionó, qué fue útil y qué no. Espero que mi experiencia pueda ayudar a otros con un «salto a lo incierto» en mente. Esto fue lo que me funcionó a mí, cada persona y su condición es un mundo, no me hago responsable si seguís estos pasos y tenéis éxito.
Destino
Mi mudanza empezó 10 meses antes de pisar suelo desconocido. Dediqué unas semanas a analizar lugares teniendo en cuenta tantas variables como pude, buscando la apuesta más segura acorde con mi perfil. Mi razonamiento final se resume en:
– ¿Dónde se contrata diseño? Países en crecimiento. Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sur África).
– ¿Cual tiene un crecimiento más estable, ofrece un choque cultural más interesante y supone un mayor reto lingüístico? 中国 (China)
– ¿Cual es la ciudad de China con más negocios? (Luego, más oportunidades) 上海 (Shanghai)
Preparación
Los siguientes meses los dediqué en pleno a aprender sobre mi destino y planificar mi aterrizaje. Abandoné las redes sociales para centrarme y volví cuando lo tuve todo listo. Leí blogs sobre China —historia, actualidad, diarios personales— como si fueran libros. Estudié mandarín por mi cuenta, con un libro de gramática, otro de Mandarín para dummies y la web www.memrise.com para memorizar caracteres. Me saqué el primer nivel oficial, el HSK1, que a duras penas te permite entender cómo funciona el idioma y palabras básicas como 你好 «hola», 谢谢 «gracias» y 关系 «contactos».
Revisé la burocracia, visados y restricciones que implicaba establecerse en China. Cosa nada fácil debido a su ambigua y cambiante legislación. Analicé el funcionamiento de mi profesión allí, las estructuras, los tipos de trabajos, los tipos de clientes, los requerimientos, los tipos de contratos. Encontré una web, www.creativehunt.com dirigida exclusivamente al sector creativo en Shanghai, con una buena bolsa de trabajos y listados, recabé el máximo de información sobre cada compañía investigando sus webs y redes sociales.
Adapté mi portafolio y mi web a lo que consideraba interesante para ese mercado. Dí voces a todos mis allegados sobre mi destino que repercutieron en consejos, ayudas y nuevas amistades al otro lado. Contacté con todos los estudios, agencias y compañías un mes antes de irme. Intentando ser escueto, cercano, correcto y con un mínimo conocimiento de a quien me dirigía. Concerté algunas entrevistas por Skype y otras in situ a mi llegada. Compré un vuelo de ida y vuelta (son más baratos que sólo ida y para el visado de turista tienes que demostrar que sales del país al cabo de un mes). Arrendé un mes de estancia en diferentes casas de Airbnb ubicadas en los barrios más céntricos de la ciudad. Contraté un VPN para esquivar el bloqueo Chino. Monté una fiesta de despedida.
Salto
Pasaporte, 16 kg de equipaje, abrazos emotivos, avión eterno, y, Shanghai. Sólo tenía un mes de visado de turista (ampliable a un segundo), y un billete de vuelta. Tras el jet lag y celebrar el año nuevo indio (cosas…), tomé el pulso de la calle y aprendí a moverme. Fácil, las ciudades son fáciles y Shanghai es una ciudad recién salida del horno. Me registré en la comisaría de policía. Tienes que registrarte cada vez que te mudas, viajas, cambias de visado o cruzas la calle. Me hice con una SIM china (China Unicom me funcionaba mejor). Analicé supermercados y restaurantes de mi zona para mi subsistencia. Mi primer restaurante chino era (bajo mi desconocimiento) cocina de Sichuan (四川), la comida más picante del mundo, desintoxiqué mi cuerpo por todos los poros. No hice turismo, descubrir Shanghai fue algo contextual. La primera semana quedé con todos los contactos que había hecho de antemano, hice todas las entrevistas que pude y contacté con más compañías. En total conocí a unas 30 personas. Aunque algunos contactos sean infructuosos mantienen la moral alta. Hice algunos trabajos de «freelance» y decliné otros que me hubieran quitado demasiado tiempo. Al cabo de tres semanas: «We would like to offer you the position. Looking forward to having you on board!» : D
Establecimiento
Contrato en mano el preciado visado de trabajo se pone de cara, súmale un título universitario, dos años de experiencia, un par de cartas de recomendación y una etiqueta de Anís del Mono (opcional). La burocracia es tediosa, pero la experiencia del chequeo médico en hospital chino no tiene precio. Alojarme en pisos de Airbnb el primer mes me ayudó a saber qué valorar en mi futuro piso: proximidad con la oficina, buena climatización y un water occidental.
Abrir una cuenta en un banco es fácil. Aunque ellos no hablen inglés, eres dinero. Comprar cosas por China no es fácil. Intentar comprar una tostadora puede ser una quimera. Pero hacer un pequeño esfuerzo para registrarte en Taobao (la web donde se vende todo en China) te hace la vida más fácil. Si te toca regatear compara el precio del producto en Taobao. Enséñaselo al vendedor, o te echa de la tienda o admite su derrota. La comunidad internacional es muy amigable, y rápidamente una ciudad de 23 millones de habitantes se convierte en un pueblo lleno de cotilleos. Te dirán que no te fíes de los chinos, que son unos interesados, no te fíes de los extranjeros.
Trabajo
En China las cosas no son para ayer, son para antes de la dinastía Qing. La prisa lo es todo y la calidad es una característica opcional. Toca pensar mucho cuál es la manera más eficiente de afrontar un proyecto antes de empezarlo. Los profesionales nativos no son competencia, aún, pero ya empiezan a despuntar algunos, nos doy 4 años de gracia. El mito de la productividad China está fundamentada en el número, no en la capacidad individual. Un diseñador occidental equivale a unos 4 de locales, pero ellos son muchos más. Si trabajas en una empresa china será una experiencia muy auténtica, pero lejos de nuestro concepto laboral occidental, aunque se respetan las 40 horas semanales (más o menos). En una empresa internacional puedes aspirar a más comprensión y valoración, además de trabajar para clientes globales y abrirte puertas alrededor del mundo, aunque te das cuenta que la incompetencia también es global. Yo estoy en el segundo grupo. Todo lo que sea trabajar para China alberga ambigüedad e incertidumbre, y al final, ganan ellos, estás en su casa. El país está construido sobre la obsolescencia, bajo la idea que todo será actualizado (a veces a mejor) en un futuro cercano, y el proceso de actualización será un desastre con final feliz. Intentar hacer las cosas «bien» (nuestro «bien») es una entelequia. Pero está cambiando, justo ahora, y esto es una experiencia única. El idioma no supone una gran ventaja para los profesionales creativos, jamás lo dominarás como para poder trabajar en chino, y tras China tendrá un valor muy relativo. Lo que sí crea una ventaja es entender la cultura y la sociedad para adaptarse a su lenguaje.
Consejos extra
• Observar y respetar a los locales es la mejor manera de entender todo aquello que al principio se considera «choque cultural». Al final terminas adoptando algunas de sus costumbres como beber agua caliente o bajar a la calle en pijama.
• No ser «expat», ser «emigrante».
• Aprender tanto chino como puedas para conseguir el mayor número de sonrisas y el respeto de los nativos.
• Comértelo todo. La cocina China es exquisita y variada, aunque no sepas qué comes en el 72% de los casos. Si tienes alergias o eres pejiguero aprende a contarle al camarero tus problemas. Prepárate para el picante y para el ardiente.
• Si trabajas con teclado inglés aprende dónde están los acentos y caracteres españoles, son 5 minutos y es por respeto a tu propia lengua.
• Compra una máscara de filtros. Si eres gafapasta que la máscara tenga válvulas, o se te empañarán los cristales. Si eres hipster de barba frondosa igual no necesitas máscara.
• No bebas agua del grifo, pero no hace falta lavarse los dientes ni ducharse con agua mineral.
• Sal de China cada 6 meses. China puede ser muy intensa, va bien airearse. Viaja aunque sea un fin de semana. Asia es un lugar fascinante.
• Disfruta la experiencia.
Actualizado 21/04/2015