El libro Cesc Cartellista de Jordi Duró repasa el trabajo comercial y de compromiso social que realizó el ilustrador Francesc Vila, Cesc, a lo largo de su vida.
Durante mucho años en mi estudio había una viñeta donde un agricultor con una azada mira a una carretera que se está asfaltando y que se dirige a una col que tiene plantada y dice: «Pues no quiero sacarla».
Siempre me pareció una imagen que ilustraba a la perfección la impotencia del ciudadano de a pie ante la estructura burocrática institucional o si me apuras ante una idea de progreso que parece imparable. Y al mismo tiempo, la capacidad de resistencia, ahora diríamos resiliencia.
francesc vila, cesc
El dibujo era de Cesc (Barcelona, 1927-2006), uno de los ilustradores más prolíficos del panorama catalán y diría que estatal de la transición. Su trazo siempre fue sencillo, sus personajes también. A veces usaba la ironía pero nunca el cinismo, era un humor blanco aunque no exento de crítica.
Son muchos los que han crecido viendo sus portadas de Cavall Fort, o sus carteles de fiestas diversas y ahora están de enhorabuena. Jordi Duró ha recopilado parte de su trabajo publicitario tanto para empresas como entidades y también parte de su trabajo más activista en cuestiones sociales y políticas en un volumen bajo el nombre de Cesc Cartellista, editado por Univers.
Jordi Duró es una rara avis del diseño gráfico, su vocación de rescatar del pasado le lleva a visitar cada domingo, religiosamente, el Mercat de vell de Sant Antoni a la búsqueda de joyas olvidadas entre tanto papel impreso. Ese mismo afán le ha llevado a publicar libros sobre Pla-Narbona, uno de los pioneros de nuestro diseño i ahora a publicar esta baúl de sorpresas sobre la parte menos conocida del dibujante Cesc.
Daniel Giralt-Miracle lo presenta en el prólogo del libro como a un Saul Steinberg más amable, la comparación no es descabellada.
Daniel Giralt-Miracle lo presenta en el prólogo del libro como a un Saul Steinberg más amable, la comparación no es descabellada. Esa sencillez en el trazo que sin necesidad de grandes aspavientos resume perfectamente la idea que intenta transmitir y una mirada centrada en las personas los une.
Pocos son los dibujos de Cesc donde no aparezca un humano. En realidad seria más apropiado hablar de un humano de base, porque sus personajes son gente de a pie, sin ínfulas, personas que se miran el mundo desde el banco del parque o desde la cola del pan. Y Cesc, a pesar de usar el humor, cuida a esas personas, que a menudo se ven desbordadas por la vida.
Como Steinberg, Cesc nos muestra el desconcierto de lo doméstico, el surrealismo cotidiano que nos rodea sin ser detectado y al hacerlo, ambos nos abren la mirada hacía la sutileza, los detalles que hacen de nuestro día a día un lugar insólito.
imaginario infantil
Pero en el trabajo de Cesc también hay espacio para la alegría, quizás por su acercamiento a los imaginarios infantiles, a esos niños que pese a ser de los 60′ o 70′ te los imaginas en los terrados de los bloques obreros de la posguerra, jugando con una caja de cartón o una cometa hecha por ellos.
Sus niños son libres porque no tienen muchas cosas. Quiero decir, que son niños no tutelados, ni por mayores ni por la televisión, son niños que nos les sobran zapatos pero que juegan sin reglas de adultos ni límites. Es esa infancia que pasó el propio Cesc donde entre la miseria de la posguerra también habitaba la libertad de una generación que creció casi por si sola, a pesar de la escuela franquista y de los «Planes de desarrollo».
En qué momento la publicidad perdió esa capacidad de apostar por las ideas por encima de los estudios de mercado.
Hay también toda una parte del trabajo más publicitario de Cesc que nos lleva a preguntarnos, en qué momento la publicidad perdió esa capacidad de apostar por las ideas por encima de los estudios de mercado. Es cierto que en aquel momento, tanto el público como las agencias operaban desde una cierta inocencia que hemos perdido, pero llaman la atención algunos anuncios gráficos de una sencillez extrema que hoy parecen imposibles.
Grandes marcas dejando que un ilustrador juegue con su logotipo y rebaje el caché para hacerla cercana, casi hogareña. Me pregunto cuántas personas estaban en aquel momento entre el creativo y quien decidía y cuántas docenas de personas hay ahora para ese mismo cometido.
implicado
Pero si algún aspecto el libro nos sorprende es en el capítulo «Implicado», como bien explica Jordi Duró, la posición de Cesc, visto como un ilustrador afable, sin una excesiva carga ideológica y con un estilo que tiende a la conversación reposada más que al grito de manifiesto, ayudó a que la censura le permitiera algunos gestos que otros autores hubieran visto censurados.
Él mismo tuvo problemas con la censura, pero lo sobrellevó con ese humor blanco rozando una aparente ingenuidad pero siendo en muchos casos altavoz de reivindicaciones de todo tipo desde las vecinales a las identitarias.
De hecho es en la defensa de la cultura y la lengua catalana donde su papel fue más activo. Se echa en falta esa defensa de, por ejemplo, una escuela pública de calidad, más allá de modelos lingüísticos. Sus niños, con bata de rayas, son verdaderos portavoces de unas demandas que hoy vuelven a ser, tristemente, actualidad.
Hay además un aspecto que personalmente me ha interesado. A pesar de su colaboración con diseñadores como Ricard Giralt-Miracle i Jordi Fornas, en muchos de sus carteles Cesc no solo se hacía cargo de la ilustración sino también de la composición y la tipografía.
ilustración y letraset
Puede parecer una nadería, en este momento donde los programas de autoedición ayudan a no equivocarte en exceso, pero pensar que esas tipos están puestas ahí con Letraset y que hay una retícula ahí debajo que sustenta la composición me parece relevante.
Además hay que tener en cuenta que sin ser un alarde de técnica y composición sus carteles se aguantan bastante bien. Es decir, que Cesc no solo era un magnifico dibujante sino también un diseñador gráfico más que correcto. Según Jordi Duró, Cesc consultaba a menudo a Jordi Fornas (del que hablamos en un artículo anterior) para estos temas más gráficos.
El libro reúne muchas piezas inéditas, a pesar del gran reconocimiento que ha tenido el autor y quizás es debido a que son encargos comerciales y por tanto podrían parecer menos «de autor». Duró explica que el motivo más probable es que, «como ésta no era su vocación, le quitó importancia a lo largo de los años. Por eso el trabajo de recopilar estas piezas debe de haber sido largo y, seguramente, todavía no está completo. Pero gracias a la familia, amigos, instituciones y la generosidad de coleccionistas entusiastas, podemos reconstruir una gran parte de su legado».
Y en ese legado se puede ver cómo el talento, la generosidad y el humanismo de Cesc desborda los encargos para construir piezas con un discurso propio, coherentes con sus trabajos más editoriales.