La connotación sexual «no es aceptable» tratándose de un anuncio que está «en la calle a la vista de personas de todas las edades», declaraba el director general de la ARPP, Stéphane Martin, a la agencia Efe.
MÁS CARTELES POLÉMICOS
El cartel del film Les infidèles no es el único que ha quedado relegado por la censura. Otro caso también reciente, pero en esta ocasión en Inglaterra, es el del cartel promocional de Lulu, el último álbum de Metallica con Lou Reed y que era lanzado en octubre de 2011. Los responsables del Underground londinense decidieron que el póster promocional en el que se observaba un busto femenino con los brazos amputados no era una imagen tolerable para que los pasajeros lo vieran a diario en sus andenes. Lo pasmoso del caso no era la desmembración del cuerpo y que los caracteres de la tipografía imitaran un rastro de sangre, sino que las autoridades del metro entendieron que la estética de las letras se parecía demasiado a la de un graffiti, según informaba informa la revista New Musical Express (NME).Otros carteles que no vieron la luz en Francia son el de la película Larry Flint, que exhibía a su protagonista ‘crucificado’ sobre un cuerpo femenino en ropa interior y que fue sustituido por las denuncias recibidas por parte de asociaciones católicas. Y en 2009 la película Coco Chanel no pudo publicitarse en el metro de París porque la protagonista, Audrey Tautou, aparecía fumando. Lo mismo sucedió con el biopic sobre Serge Gainsbourg, censurado por los mismos motivos.
El porqué de tanta polémica son dos imágenes. En la primera, se observa a una mujer situada de espaldas y a la altura de la pelvis del actor protagonista. Sin mostrar nada explícito, esa imagen lleva a sospechar cierta práctica sexual que ha sonrojado a la ARPP. En un segundo cartel, se ven las piernas de una mujer boca abajo y al actor Gilles Lellouche (premiado protagonista en The Artist) con una mirada entre chulesca y guayona.
Al parecer, la cuestión de fondo está en que a ciertos ojos del público francés, ambas imágenes hieren la sensibilidad y dan por supuesto que ofrecen una idea vejatoria y de sometimiento en este caso de la mujer. La connotación sexual de ambos carteles «no es aceptable», afirmaba al respecto Stéphane Martin, la promoción de esa película «sobrepasa ciertos límites y daña la imagen de la persona humana».
Hasta qué punto esto es así o no, lo desconocemos. Sin embargo, no debería sorprender a nadie si se tiene en consideración que el film versa sobre el adulterio. Como es habitual en estos casos, las imágenes censuradas han saltado a las portadas de todos los medios de comunicación y lo que iniciamente se quería evitar [el visionado de esas imágenes vejatorias], se ha visto favorecido, incluso los dos carteles han dado la vuelta al mundo.
Finalmente, tras recibir varias quejas, la autoridad que autorregula el sector publicitario francés solicitó a JC Decaux, la empresa propietaria de los soportes publicitarios, la retirada de los carteles de la campaña. JC Decaux se comprometió con la ARPP a reemplazar los actuales carteles «como muy tarde» el viernes 3 de febrero. Así mismo, ha informado de que los nuevos, que se intuyen más recatados, ya se encuentran en fase de impresión.
Indudablemente, a parte de polémicas, todo ello nos obliga a varias reflexiones. En primer lugar, ¿hasta qué punto esa imagen es indecente o no? A nuestros ojos entendemos que la campaña no hiere la sensibilidad de nadie a excepción de las mentes más puritanas. Aunque claro, como siempre toda opinión es subjetiva y donde uno ve blanco otro ve nergo y entre medias hay cientos de tonalidades grises. Pero lo más preocupante es, desde el punto de vista profesional, ¿cómo puede un diseñador saber cuál es el límite y cuándo lo está traspasando? ¿Es posible que un día te lleves la sorpresa de que un proyecto para un cliente que ya ha visto la luz, en la que ya has comprado el espacio publicitario, de repente, sea retirado de la calle?
No hay que olvidar que el coste de esa campaña no ha sido poco: hay un trabajo de planificación, de estrategia, de diseño, de compra de medios… Por tanto, ¿qué consecuencias derivan de ello para el anunciante? ¿Y para la agencia o el estudio de diseño?
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