El señor Cattelan es un afamado artista conceptual, el señor Druet es un extraordinario escultor. Cattelan pone la idea, Druet la ejecuta, ¿de quién son los derechos de autor?
Las justicia francesa dictó sentencia el pasado viernes 8 de julio en el caso de infracción de derechos de autor entre los artistas Daniel Druet y Maurizio Cattelan. Los jueces que componían la 3.ª sala del tribunal judicial de París debían dirimir una disputa sin precedentes en el campo del arte contemporáneo: quién era el autor de ocho obras creadas por un artista conceptual, pero moldeadas por un escultor.
El escultor francés reivindicaba la paternidad exclusiva de estas esculturas realizadas por encargo de Maurizio Cattelan y su galería parisina entre 1999 y 2006, sin tener en cuenta el planteamiento del artista italiano en su conjunto ni sus intervenciones artísticas en diversos contextos que le dieron fama.
Los magistrados dictaminaron la inadmisibilidad de la demanda interpuesta por Daniel Druet. Y en la sentencia hecha pública este viernes se lee que «es […] indiscutible que las directrices precisas para la puesta en escena de las efigies de cera en una configuración específica, teniendo en cuenta en particular su posicionamiento dentro de los espacios expositivos destinados a jugar con las emociones del público (sorpresa, empatía, diversión, repulsión, etc.), sólo emanó de él solo [Maurizio Cattelan], estando Daniel Druet de ninguna manera en condiciones —ni siquiera tratando de hacerlo— de arrogarse la más mínima participación en las elecciones relativas al dispositivo escénico de puesta en situación de las mencionadas efigies (elección del edificio y dimensión de las salas que albergan a dicho personaje, dirección de la mirada, iluminación, incluso destrucción de un techo de cristal o de un suelo de parquet para hacer más realista y llamativa la puesta en escena) o para el contenido del posible mensaje a transmitir a través de esta puesta en escena».
los encargos
Desde finales de la década de 1990, el artista italiano le pidió a Daniel Druet, quien durante años fue escultor en el Museo Grévin (el museo de cera de París), que produjera una docena de figuras hiperrealistas en cera.
El galerista francés de Cattelan, Emmanuel Perrotin, quedó impresionado por la efigie del Papa Juan Pablo II de Druet expuesta en el Museo Grévin. Maurizio Cattelan le pidió que hiciera una estatua del pontífice, y en 1999 el artista y provocador italiano tuvo un gran éxito en la feria de arte de Basilea con La Nona Ora (La novena hora), una instalación escultórica que muestra al Papa tendido en el suelo, aparentemente golpeado por un meteorito.
Tras este primer encargo, Druet recibió una serie de encargos del artista conceptual, esculturas en cera, fibra de vidrio o resina de poliéster, incluida una estatua inquietante de un niño arrodillado que parecía ser un joven Adolf Hitler (Him, 2001).
La relación laboral entre Druet y Cattelan se volvió tensa cuando el escultor francés elevó los costos de las restauraciones de las obras de Cattelan a tarifas que Perrotin consideró «exorbitantes». Las partes dejaron de trabajar juntas y Cattelan encargó a otros artesanos que hicieran sus estatuas, incluida una versión de La Nona Ora.
El caso, que también implicó al galerista Perrotin, fue seguido de cerca debido a sus implicaciones potencialmente enormes para todos los artistas que dependen de colaboradores para ejecutar sus obras en parte o en su totalidad. Algunos artistas reconocen cada vez más el trabajo de los fabricantes y colaboradores en sus obras en catálogos o cartelas de exposición, pero no sucedía así en este caso, en que las obras iban únicamente firmadas por Cattelan.
«Las obras siempre se presentaban con el nombre de Cattelan. Solo él se ocupaba de su puesta en escena», una tarea que Druet «no pudo realizar», se especifica en la sentencia.
instrucciones vagas
Durante el juicio Druet afirmó que había recibido solo «indicaciones vagas» de Cattelan. «Me envió un fax de diez líneas o sus colaboradores italianos, que apenas hablaban francés, me dieron algunas instrucciones —cuenta Daniel Druet—. Todo era bastante vago, y dependía de mí resolverlo».
Y declaró que era libre de poner su toque personal en las esculturas. El abogado del escultor quiso hacer hincapié en que Druet: «Es único, no era un simple ejecutor, tiene algo de magia artística», y señaló que «el propio Cattelan admite que no sabe dibujar, pintar o esculpir». En su decisión del viernes por la tarde, los jueces respondieron que Druet había recibido indicaciones precisas sobre la apariencia y las medidas de las obras, a veces hasta el milímetro.
El abogado de la Galería Perrotin insistió en que la puesta en escena, incluida la colocación de la figura del Papa en el suelo, cortarle las piernas, sujetarla debajo de una piedra y romper un dosel de vidrio sobre ella, fue obra de Cattelan. La galería señaló que a Druet se le había pagado más de 141 000 € por su trabajo con Cattelan en el transcurso de su colaboración.
«La fabricación de la obra es secundaria a la concepción», dijo el abogado de Cattelan, para quien proteger la «propiedad intelectual» de un artista es aún más importante en la era del «arte conceptual», cuando algunos artistas imaginan sus obras pero no fabrican los objetos ellos mismos.
El asunto ha suscitado numerosos debates sobre la esencia del arte conceptual desde que se celebrara la vista el pasado 13 de mayo. Un colectivo de 65 profesionales del arte incluso emitió un comunicado en el que exponían que «la creación contemporánea aún se debate y suscita muchas fantasías, atajos y reduccionismos a priori. Estos debates no tienen en cuenta el proceso creativo de un artista como Maurizio Cattelan y de los artistas conceptuales en general. Peor aún, “tratan” de la inconsistencia del arte contemporáneo frente a un arte más tradicional, garantizado por el saber hacer».
Actualizado 25/07/2022