Los micromachismos (aquellas pequeñas prácticas cotidianas de desigualdad de género que suelen pasar desapercibidas y que reflejan actitudes machistas) parecen no conocer fronteras ni tampoco disciplinas pero, ¿hay micromachismos en el diseño? Hoy, 8 de marzo, con motivo del Día Internacional de la Mujer, hemos querido reflexionar sobre ello y conocer de primera mano qué es lo que perciben y lo que opinan las profesionales creativas. Desde aquí, agradecemos a P.A.R (Iris Tárraga y Lucía Castro), Pati Nuñez, Clara Montagut, Elena Mir, Emma Gascó y Susana Blasco sus reflexiones sobre una cuestión tan compleja como esta.
P.A.R es un estudio de diseño gráfico y de dirección de arte con base en Barcelona, compuesto por Iris Tárraga y Lucía Castro. Su trabajo se centra en el diseño editorial, en la creación de marca y en la dirección de arte. El estudio P.A.R ha realizado conferencias en el Blanc Bcn, El Diario de Blanc y en el Gran Chill Laus, Girls on Top. Su trabajo, además de mostrarse en exposiciones como GravurCondensed en el Centre de documentació La Panera de Lleida y en La Immaculada en el Centre d’Art Contemporani, está presente en varias publicaciones como Computer Arts, Design Matters, Issue 218; Computer Arts Collection, Vol. 2, Branding, Diseño digital; Suite de Identidad, Victionary.; Laus 2013, 43 ª Edición.; Laus 2012, 42 ª Edición; Galería de mejores gráficos del mundo, vol. 17. P.A.R ha trabajado para clientes como el Festival de Disseny Gràfic Blanc, CCCB, CompactFMRG, Garlic Films, ILEUD, La Patente, Lados Magazine, Libros de Cabecera, Majoral, Martín Azúa, Momentum, Strata Bakery, de SCPF, Solvia o Trelsa Sistemas.
«Si hay micromachismos, nosotras nunca los hemos sentido en nuestro entorno profesional.
Aunque sí que es cierto que, si analizamos el panorama actual del sector, hay muchos más hombres diseñadores y estudios en los que los cabeza de estudio son hombres.
Desconocemos los detonantes de esta situación, pero creemos que es una cuestión que va más allá del ámbito del diseño, ya que también vemos diferencias en el mundo de la gastronomía, de la medicina, etc. Aunque existan desigualdades de género, en nuestro caso nunca hemos tenido ningún problema por ser chicas. De hecho, nosotras decidimos montar nuestro propio estudio y no consideramos que hayamos tenido ninguna limitación por el hecho de ser mujeres, ni mucho menos.
En cuanto a la evolución de la presencia de la mujer en el sector del diseño, hemos observado que ha aumentado considerablemente en las aulas. Ahora que damos clase, nos hemos dado cuenta de que la gran mayoría de los alumnos son mujeres. Pero en el plano profesional, sobre todo en cuanto a visibilidad, es la presencia masculina la que predomina en el sector, cosa que nos sorprende.
Nunca hemos pensado que si hubiéramos sido hombres, hubiéramos tenido más oportunidades. No creemos que hayamos tenido menos posibilidades o menos trabajo, o incluso que se nos haya excluido de algún proyecto por ser mujeres. Si ha pasado alguna vez, nunca nos hemos enterado. Nunca nos ha sucedido nada relacionado con el machismo, o quizá no lo hemos sabido ver…».
Clara Montagut, de pequeña, quería ser pintora o trapecista, y en cierto modo lo consiguió al frente de la dirección de arte en Esquire, donde a diario se movía en la cuerda floja para hacer malabares entre publicistas, impresores y periodistas, estilistas de moda e ilustradores hasta dar un salto mortal que llega con la publicación mensual de un nuevo número de la revista. También estuvo al frente de la dirección de arte de Cambio16. Actualmente, trabaja como diseñadora freelance.
«Sí que hay micromachismos en diseño. Micromachismos y macromachismos. A lo largo de mi carrera los he sufrido, sobre todo, al trabajar en una redacción, donde la jerarquía adquiere mucha importancia.
No me gusta poner ejemplos ni generalizar porque siempre te dejas algo, pero están en el mismo lenguaje que empleamos todos los días, en cómo se dirigen siempre a un hombre por pensar que es el jefe, en cómo te excluyen en un correo electrónico, en la conciliación familiar (que aunque lo pretenda ser no es una solución), en la poca visibilidad del trabajo de las creativas, etc. El machismo está interiorizado en la sociedad.
Las mujeres son mucho más prácticas y por ello, en ocasiones, se sienten obligadas a elegir por el bien común (la familia, el trabajo, etc.). No nos importa llegar tarde al trabajo y que nos echen la bronca si ha sido por llevar a tu hijo al colegio, por cuidar a tu padre, a un hermano… Esto hace que las mujeres dejen atrás muchas cosas».
Emma Gascó es diseñadora e ilustradora freelance especializada en cartelería para organizaciones sociales y en ilustración para prensa y materiales de sensibilización y difusión. Licenciada en Traducción e Interpretación, empezó a vincularse con colectivos sociales en Amiens y Cambridge. Tras cursar el máster en Cooperación para el Desarrollo organizado por el Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación, trabajó en esta institución en el área de publicaciones durante un curso. Después de ser evaluadora externa de proyectos de cooperación para Agroconsulting SA, entró a trabajar como empleada en el periódico Diagonal, donde coordinó campañas de captación de suscriptores durante dos años y medio. Forma parte del colectivo editor de Diagonal desde 2006. Es coautora del libro Crónicas del Estallido (Icaria Editorial, 2013) y colaboradora en Pikara Magazine. En los últimos años ha trabajado como freelance en el ámbito de la redacción y la ilustración/ diseño gráfico en: Diagonal, Público, eldiario.es, Números Rojos, El Ecologista, Píkara Magazine y Otramérica, entre otros.
«Hay machismo, micro y macro, en todas las áreas de trabajo, el diseño y la ilustración no se libran. El machismo es como la humedad, se nos cuela dentro. El tema es darnos cuenta e intentar quitárnoslo todos los días.
No me pasa a menudo, porque suelo tener muy buena sintonía con mis clientes, que por lo general son instituciones, cooperativas, colectivos sociales y ONG que tienden a ser muy respetuosos. Sin embargo, el año pasado tuve un cliente al que le hice una rebaja muy fuerte porque era conocido de un amigo. La coordinación con él fue complicadísima: daba por hecho que iba a trabajar en mis vacaciones de verano, de repente desaparecía y luego le urgían cambios justo antes del fin de semana. Me pedía que hiciera modificaciones constantemente porque pensaba que “quedaban mejor” y no se fiaba de mis recomendaciones (y no es que él se dedicara a un área afín). El proyecto se cerró y volvió a abrir durante meses, por poquísima retribución. Me prometí a mí misma ser más selectiva con mis clientes, pero me pregunto qué hubiera pasado si en vez de ser una mujer joven y amable por teléfono se hubiera encontrado con una voz seca y masculina… Y me pregunto también por qué a mí me costó tanto defender mis derechos.
Las ilustradoras, como parte del gremio, se enfrentan, según un estudio de la Asociación Profesional de Ilustradores de Madrid (APIM) del año pasado a una menor retribución. Frente a los 16.323 euros que ganan de media los ilustradores al año, las ilustradoras ganamos de media 9.473 euros.
Hay una parte sobre la que es difícil incidir, que tiene que ver con encargos privados, pero sí podemos incidir en cuanto a los encargos y contrataciones públicas. Cuando los museos y centros de arte públicos apuestan solo por artistas hombres, afianzan la discriminación, explican desde hace décadas el colectivo feminista estadounidense Guerrilla Girls. Si no recibes el mismo reconocimiento, la misma remuneración, tienes una desventaja de cara a competir en el mercado, a emprender proyectos. ¿Qué ocurre con los presupuestos públicos? Si la herramienta política por excelencia es el presupuesto, que pagamos entre todo el mundo, deberíamos saber cuánto dinero llega a las mujeres.
Alguna gente dirá que estas afirmaciones son exageradas, pero como muestra tenemos las cifras de la asociación Mujeres en las Artes Visuales (MAV) sobre ARCO2016 (todavía no tenemos el informe de ARCO 2017). MAV explica que solo el 25% de los 3.700 artistas que participaron en ARCO2016 eran mujeres, y solo un 4% españolas.
En cuanto a los clichés o estereotipos, diría que se presupone que tenemos una “sensibilidad especial”. Y creo que a menudo se piensa que, por defecto, nos vamos a dedicar a temáticas decorativas, que vamos a ser suaves, si no cursis, en nuestra propuesta estética y que no vamos a tocar temas políticos o de humor. Por desgracia, en los talleres y formaciones, es muy común que casi todas las referencias sean masculinas. Este verano estuve en un curso maravilloso, con un profesor terriblemente bueno, citó fácilmente unos treinta nombres de referencia, y ni uno solo era de mujer… Aunque entiendo que, afortunadamente, esto está cambiando cada vez más. La dibujante de cómic Marika Vila cuenta que en los 60 y 70 la principal reivindicación era la autoría de las mujeres, porque no estaba bien visto que una mujer fuera guionista ni ilustradora. Eso ha ido cambiando y, lo que queda por cambiar, cada vez se nota más, como sucedió el año pasado en el festival de Angoulême».
Pati Nuñez es una de las más reconocidas diseñadoras españolas con diversas consideraciones profesionales. Fue la primera mujer galardonada con el Premio Nacional de Diseño. Es especialista en imagen corporativa, imagen de producto y campañas de comunicación gráfica. Ha realizado proyectos para Cacao Sampaka, System Action, Loewe, Armand Basi, Mango, Opel, Caixa de Catalunya, Camper, Colegio de Arquitectos, Danone, Acosta, AD, Ayuntamiento de Barcelona, Aldeasa, American Prints, Anagrama Editorial, Antonio Miró, A Punto, Big Ben, Bulevard Rosa, Café de L’Acadèmia, Campos de Ibiza, Generalitat de Catalunya, RCP Saatchi and Saatchi, Vinçon, Zas, Zebra, entre otros.
«Ahora mismo no vivo el machismo en el diseño. Lo viví cuando tenía 16, 17 años, cuando empezaba en el sector. Desde entonces creo que el panorama ha cambiado bastante.
Cuando yo empecé era necesario demostrar el triple que un hombre para tener credibilidad. Luego, cuando ganas experiencia, ya no es tan frecuente este problema.
Sí que me encuentro a veces en presentaciones en ferias, por ejemplo, con hombres de mucho poder como directores generales de grandísimas empresas que tienen un ego gigante y que no soportan que una mujer les pueda dar una lección, aunque sea de diseño. En esos casos intentan rebatir lo que estás exponiendo, pero como yo tengo argumentos sobre diseño y ellos ninguno, es fácil ganarles e incluso ridiculizarles elegantemente.
Para las mujeres que empiezan no sé si ahora se encuentran en la misma situación que yo me encontré hace cuarenta años. Yo creo que antes era muy diferente. Por ejemplo, en los años 80, cuando ibas a buscar trabajo te decían cosas como “vale, si te enrollas conmigo te doy el trabajo, si no, no”. Y no solo una vez, era bastante habitual. Al menos me pasó cuatro o cinco veces…
En los años 90, cuando trabajaba con un grupo de diseñadores en una empresa muy grande, con clientes muy importantes como Iberia, Gas Natural, Telefónica, etc. me costaba mucho que siguieran las presentaciones, sobre todo si me ponía falda. Por ello solía vestir discretamente, porque en general solían mirar más mis piernas que escuchar lo que tenía que decir. En aquella época, con ese tipo de ejecutivos, ocurría eso… era difícil que mantuvieran la atención.
En la actualidad, por suerte, la situación ha mejorado notablemente. Yo doy clase desde hace cuarenta años y ya se ve en las aulas, con alumnos mixtos. Al final es cuestión de individuos y no de sexos. Es decir, muchas veces son las mujeres más audaces que los hombres y viceversa. Y entre los alumnos ya se ve que no existe ese problema. También es cierto que la desigualdad de género se trata de una cuestión cultural. Quizás en las ciudades más industriales como puede ser Barcelona haya ya más mujeres en puestos de poder en muchísimas áreas. Los hombres ya hace mucho tiempo que se han acostumbrado a ello. Tal vez, en comunidades más pequeñas, donde el nivel cultural sea más bajo y donde no se ha tenido esa experiencia, todavía pongan problemas. Yo desde luego, en toda mi carrera he tendido a fichar a más mujeres que a hombres. Por general somos más versátiles, podemos hacer más proyectos a la vez. Los hombre son más lineales y necesitan hacer las cosas de una en una, y las mujeres son más radiales; podemos tener las antenas puestas en muchas cosas a la vez».
Elena Mir es diseñadora gráfica, web y multimedia en Srpulpo desde hace más de 9 años. También lleva a cabos proyectos de papercut, instalación audiovisual, ilustración e investigación. Es una devoradora insaciable de cultura visual –ilustradores, cómics, animación…– y una consumidora musical feroz pero «muy selectiva». Locuaz, inteligente e inquieta hasta la médula, estudió en Valencia y Winchester donde entró en contacto con la escultura y los medios audiovisuales y experimentó con diversos materiales: desde la piedra a la tela y el papel, pasando por sensores, ordenadores, circuitos eléctricos. Su otro yo artístico se centra en la ilustración como una parte más gráfica de su trabajo.
«Tengo que decir que en mi trayectoria profesional nunca he tenido ninguna experiencia en la que mi trabajo se haya visto desprovisto de valor por el hecho de ser mujer.
Más bien, en mi experiencia, he sentido mucho más apoyo por parte de compañeros y clientes que han valorado mi trabajo de forma positiva, y que han sido incentivo de nuevos encargos y proyectos.
Para mí, el problema dentro de las diferencias de género en el mundo del diseño y en otras profesiones creativas, está sin duda relacionado con ese techo de cristal existente en muchas profesiones. En el caso del diseño, la visibilidad de la mujer creativa como personalidad de referencia, parece mucho más lejano para ellas que para ellos. Si valoramos y contabilizamos la exposición pública, tanto en medios de comunicación como en entornos de reconocimiento y valor, vemos que son muy pocas las mujeres que llegan a ese status. Ese criterio de no equidad me preocupa, pues es un claro síntoma de que aún queda mucho por hacer, y de que al final de la carrera para ciertos espacios de prestigio no somos iguales ni contamos lo mismo.
También veo un cliché claro en esa supuesta “manera de hacer” que se dice tener según si el que realiza el trabajo es un hombre o una mujer. En tono despectivo se ha tratado este hecho cuando se identifica más el trabajo de las mujeres con algo sensible, ñoño o afeminado, cuando no tiene por qué ser así en absoluto, y que en el supuesto de serlo, tampoco tiene por qué ser un criterio negativo.
Ese tipo de pensamientos genéricos me parecen incomprensibles, al igual que los argumentos periodísticos que acompañan las imágenes de trabajos similares, siendo el caso de las mujeres acuñados con calificativos sensibles y blandos, y el de los hombres fuertes y con personalidad. Estas circunstancias moldean un pensamiento poco objetivo e inadecuado, cuando el género condiciona sobremanera nuestra percepción y nuestra forma de referirnos al trabajo creativo, que debería estar fuera de este tipo de prejuicios».
Susana Blasco (la creativa tras las 4.000 portadas únicas y diferentes del número 4 de la revista Gràffica, ‘Creatividad. ¿Todos somos creativos?’) lleva más de 10 años trabajando como diseñadora gráfica y directora de arte. Para ella, lo que hace tiene que ver más con el juego y la experimentación que con la expresión artística. Su formación y su carrera ha dado algún que otro giro y viraje. Susana estudió dos carreras en Zaragoza, una de ellas Publicidad. Después de trabajar en varias agencias y estudios gráficos, en 2007 decide probar suerte, se independiza y empieza a trabajar por su cuenta. En ese momento coincide que le conceden una beca para ampliar sus estudios artísticos en el extranjero y se traslada a Londres, donde estuvo hasta 2011 alternando el trabajo como freelance con diferentes cursos monográficos en Central Saint Martins College of Art and Design. Tras su vuelta a España, pasa unos meses por Berlín. Actualmente, Susana Balsco está felizmente instalada en Bilbao.
«Sí, claramente hay micromachismos en diseño. Obviamente, no es una cuestión particular del diseño, sino que es de toda la sociedad.
Lo que sí es cierto es que en una profesión como la nuestra [el diseño], la visibilidad es tan importante –no es cuestión de ego sino que nos jugamos el pan–, que cuanta más visibilidad tienes, más trabajo te llega, y la percepción es que es un trabajo de hombres. Siempre se visualiza su trabajo y parece que sean ellos los más grandes, los mejores… y nosotras siempre estamos por detrás. Claramente no hablo de mi trabajo particular porque no me considero de las mejores, pero sí que hay trabajos de muchas mujeres que no se visualizan lo suficiente. Esto no es culpa de los hombres, es culpa de todos. Nosotras tenemos que aprender a hacer más visible nuestro trabajo y los hombres, por su lado, deben ser conscientes de que entre ellos se fomentan esos círculos de poder y que practican esas dinámicas que hacen que sean ellos los que al final estén ahí.
La percepción de que las mujeres trabajan de una manera y los hombres de otra puede venir tanto de clientes como de los mismos compañeros. A mí me ha pasado estar en un festival de diseño, por ejemplo, y encontrarme en una discusión informal con gente a la que yo respeto y admiro opinando que las mujeres trabajamos de forma distinta y que en los resultados se nota que son fruto del trabajo de una mujer. A mí esto me parece un error garrafal porque no es así, y menos en diseño.
Yo trabajo sola, y sí que es verdad que al final las relaciones que establezco tanto con clientes como con colaboradores, están hechas a mi medida y cuando se produce alguna situación machista, elimino rapidísimamente la conexión. Pero he trabajado como directora de arte en agencias de publicidad, y aunque de esto hace ya muchos años, eran mucho más frecuentes las situaciones machistas. Hoy en día sigue pasando constantemente en la vida cotidiana. El otro día fui a comprar un ordenador a Apple y fui con mi chico –que es diseñador gráfico también– y se lo explicaban todo a él, aun cuando el ordenador era para mí y la que hablaba era yo».
Actualizado 08/03/2017