Christoph Niemann: ilustrar desde la cotidianidad

Sus creaciones te sacuden. La mayor parte del tiempo, deseas que el dibujo que te observa desde las páginas de una publicación se te hubiera ocurrido a ti. Sientes envidia, pero también una enorme admiración. El ilustrador Christoph Niemann conjuga los elementos más inhóspitos con las ideas más brillantes. También teje relatos ingeniosos, carismáticos y llenos de humor que lo han convertido en uno de los creadores de referencia a nivel mundial. Todo lo que toca se convierte en oro. Nos adentramos en su estudio de Berlín para descubrir lo que hay detrás de una de las mentes más creativas del momento. Esto es lo que nos cuenta, en exclusiva. niemann de cerca Dicen que uno siempre vuelve a los lugares que le hicieron feliz. Christoph Niemann regresó a Berlín después de haber vivido más de una década en la que se considera «la capital del mundo»: la cosmopolita, vibrante e inabarcable Nueva York. Allí, a finales de los 90, arrancó su meteórica carrera profesional como ilustrador. También conoció a su actual pareja y se convirtió en padre. Los rascacielos de la Gran Manzana fueron el cobijo perfecto para que un joven Niemann dejara brotar su (ahora característica) sensibilidad artística. Pero, como suele pasar, el hogar llamó a la puerta. Cuando alcanzó la mitad de su treintena, Niemann llevaba un tiempo desarrollando arduamente su trabajo y se sentía realizado. A pesar de ello, comenzaba a acusar un agotamiento que le llevó a plantearse un cambio radical. Berlín, cuenta, fue la única opción que tanto él como su pareja consideraron. «Siempre he sido feliz con cada aspecto de mi carrera, pero hay que cambiar de dirección mientras las cosas van bien», ha apuntado en alguna ocasión. Hicieron la maleta y se mudaron a la capital alemana. Su estudio en Berlín, enclavado en una tranquila calle rodeada de naturaleza y cafeterías, es hoy el espacio desde el cual trabaja para el resto del mundo. The New Yorker, The New York Times o Wired son algunos de los medios con los que el ilustrador alemán colabora con relativa asiduidad. Para la conocida y prestigiosa revista neoyorquina ha firmado cerca de treinta portadas desde hace una década, algunas de ellas en estrecho contacto con las nuevas posibilidades tecnológicas (como demuestran sus números de junio de 2017, y septiembre y mayo de 2016 en los que se vale de la realidad virtual o la aumentada respectivamente). Christoph Niemann: ilustrador, diseñador, artista y, en definitiva, visual storyteller. Foto: Gene Glover. REVISTA GRÀFFICA 17 · ILUSTRACIÓN El sector editorial ha sido un refugio para Niemann, tal y como nos confiesa cuando damos comienzo a la entrevista. «Los primeros diez años de mi carrera trabajé exclusivamente para revistas y periódicos. Son mi hogar y siempre lo serán», revela el ilustrador, acostumbrado a desarrollar su trabajo en estos templos del periodismo contemporáneo. A pesar de ello, advierte que el trabajo editorial que crea en la actualidad tiene escasos puntos de encuentro, salvo, quizá, la «inusual» confianza que comparten. «Es necesaria entre el director de arte y el ilustrador para que todo funcione», arguye. El ilustrador no cree en el talento. Lo dice de forma clara y tajante. Sin tapujos. «Lo único que no puedes enseñar es la emoción por dibujar y crear ideas. Sin eso, no creo que nadie pueda dedicar la devoción o energía necesarias para tener éxito en esto», sostiene. Es un día relativamente tranquilo en su oficina. Christoph Niemann se formó en el sudoeste de Alemania. Contó en todo momento con el respaldo de sus progenitores, tanto financiera como emocionalmente. Pero su camino, advierte, no es el único posible. No existe un único sendero que conduzca al éxito que hoy en día atesora. Lo verdaderamente importante para el ilustrador reside en «invertir horas». «Además de no desanimarse por el fracaso (y menos por el éxito)», agrega. «La única manera de mantenerse en estos momentos es evolucionar constantemente». El trabajo de Niemann ha sido considerado como «brillante». Es fácil saber el por qué. La sensibilidad del ilustrador alemán, aderezada con un lápiz afilado, agudo y rápido, le distingue de otros muchos profesionales. Resuelve conceptos con una destreza impecable y envidiable. Un halo de reconocimiento puebla toda su obra a pesar de que haya utilizado diferentes recursos en sus distintos trabajos. Todo lo que tocan las manos de Niemann es digno de ser contemplado (y disfrutado). Aun así, el ilustrador duda sobre el hecho de poseer un estilo propio. Incluso se atreve a señalar que no cree que sea «necesario» tenerlo. «Cuando trabajo para clientes del sector editorial, se me contrata por los conceptos. En estos casos, el estilo no es importante», explica. Los clientes, a los que no demoniza, sino ensalza, están sujetos a una gran presión. «Necesitan tener una idea definida de lo que pueden esperar», defiende preguntado por su relación con estos. Portada para The New Yorker. Serve (2015-2016). Portada para The New Yorker. A Rose (2015-2016). El universo editorial, el preferido de Niemann, no es una promesa eterna. A pesar de profesar un profundo respeto por sus clientes editoriales, el creador alemán es consciente de la necesidad de conocer otras realidades profesionales. Posicionarse desde esa perspectiva le confiere al ilustrador una enorme madurez; una madurez que solo proporciona la edad y la trayectoria. «Incluso si hoy en día estás 120% ocupado con el trabajo editorial, necesitas encontrar áreas donde puedas crecer. Debes estar listo para el próximo cambio», advierte el ilustrador firmemente. «Además, creo que es muy difícil ganarse la vida solo con lo editorial. Primero, porque es muy complicado encontrar suficiente trabajo; y, segundo, porque la única manera de mantenerse en estos momentos es evolucionar constantemente», menciona. Las nuevas oleadas que sacuden cada cierto tiempo los cimientos de las profesiones también han embestido el sector de la ilustración. Niemann admite que existe un «negocio» alrededor de los dibujos que él y otros profesionales firman todos los días. «No por ello es menos cierto que la industria ha cambiado mucho en los últimos dos años», puntualiza. No existen las garantías. «Me he acostumbrado tanto a los plazos que incluso me siento un poco desorientado sin ninguna restricción». el poder de crear y experimentar El ilustrador siempre ha reconocido que la ansiedad ha sido uno de sus motores creativos. Se convirtió en protagonista indiscutible de su libro Sunday Sketching (Abrams, 2016), donde se enfrenta a estos negativos sentimientos y analiza sus frustraciones creativas en un ejercicio introspectivo con múltiples lecturas. Su proceso creativo al descubierto. Niemann se pregunta en el libro si su trabajo es «suficientemente bueno»; si «su trabajo es irrelevante»; si un fatídico día puede llegar a quedarse «sin ideas». Se enfrenta a sus fantasmas enarbolando la espada de la razón. Una de sus últimas conclusiones reza lo siguiente: «Todo lo que puedo hacer es centrarme en mi trabajo, crear un entorno decente para ello y disponer de tiempo para pensar y experimentar. Todo lo demás es suerte». Los deadlines, en este contexto, se convierten en clave dentro del trabajo diario del creador. «Son un hecho en la vida», resuelve el ilustrador, que mientras habla con Gràffica tiene una gran cantidad de proyectos, con sus respectivas fechas de entrega, a la espera. El primer año llegaron a estresarle, pero admite que después acabó por hacerse a ello. «Con el tiempo, me he acostumbrado tanto a los plazos que incluso me siento un poco desorientado sin ninguna restricción», confiesa. «Cuando trabajo para clientes del sector editorial, se me contrata por los conceptos. En estos casos, el estilo no es importante». El trabajo para clientes se debe compaginar con lo autoral, lo propio, lo experimental. Para Niemann no cabe ni una sola duda al respecto. Incluso tiene una norma al respecto. «Mi regla es dedicarle un 20% de mi tiempo a experimentar: un día de cada cinco», alega. Motivado por el afán de probar nuevas ideas, sin clientes o fechas de entrega, surgió también su proyecto Sunday Sketching, una firme obligación de enfrentarse al papel en blanco para crear algo nuevo cada domingo (y también título de su libro monográfico que recoge parte de su producción creativa). REVISTA GRÀFFICA 17 · ILUSTRACIÓN Sunday Sketching, un proyecto en Instagram de Christoph Niemann. experimentos dominicales En esta exquisita publicación, el ilustrador alemán hace un recorrido a su carrera e incluye obras surgidas de estos experimentos dominicales. También demuestra un gran ingenio y sentido del humor al juntar elementos aparentemente inconexos con unos sencillos trazos sobre un lienzo en blanco. Dos plátanos que se transforman en las patas de un caballo. Un centavo reconvertido en un helado. Papeles arrugados que simulan ser las flores de un jarrón. Experimentar tiene su propia fecha grabada a fuego en el calendario. Los límites entre ilustración y arte son difusos. La ilustración suele asociarse con el encargo, condición implícita para algunos profesionales. El arte parece aproximarse a una visión más autoral y libre del concepto de crear dibujos. Niemann se toma un momento antes de responder. Duda sobre esos criterios. «No creo que importe esa diferencia», acaba respondiendo. «A estas alturas, todas las revistas publican alguna pieza artística que no está conectada con un artículo escrito. Incluso si consigues ilustrar un artículo, tienes que ser capaz de que aporte algo totalmente inesperado», apunta el ilustrador. La capacidad de contar historias sigue siendo el leit motiv principal. Skillscreen: Relax. Christoph Niemann. Las líneas se resquebrajan todavía más cuando la ilustración se convierte en una lámina que cualquiera puede adquirir, en una obra que corona una pared o aparece encuadrada encima de un escritorio. El dibujo convertido en arte, en un objeto tangible dispuesto a alimentar el orgullo de quien lo compra. Para Niemann, crear su propia galería in-the-house fue un acierto, aunque también advierte que poner a disposición de su público las piezas no es necesariamente garantía de rentabilidad económica. «Hay una gran diferencia entre la gente que le da a like en tu feed de Instagram y la que realmente compra una pieza», precisa. Entre la ilustración y el arte existe un compromiso que los y las coleccionistas suelen asumir con una dedicación (también económica) que no todo el mundo está dispuesto a aceptar. «Construir una relación duradera con los coleccionistas requiere una cantidad bastante elevada de trabajo: esperan que el arte llegue en perfectas condiciones y requieren asistencia cuando existe alguna pregunta sobre el envío. También necesitas disponer de una adecuada cantidad de stock», revela el ilustrador. Por todo ello, no duda ni un momento en mirar a su alrededor: no podría imaginarse tan ardua tarea sin su equipo. El apresurado modo de vida actual no le es ajeno a Niemann. El ilustrador conoce el poder de las actuales redes sociales, que facilitan enormemente la relación entre la audiencia y el creador que se encuentra tras la pantalla. Una relación que tiene unas aristas más afiladas que otras. REVISTA GRÀFFICA 17 · ILUSTRACIÓN Serigrafías: NYC Downtown (blue), (2017); Flowers II (2019) y The Goods II (2019). «Antes, si tu trabajo no se imprimía, no existía. Solo cuando tenías un dibujo en The New York Times sabías que la mayoría de los directores de arte acabarían viéndolo. Hoy en día puedes realizar la portada de una revista importante y la gente puede ni enterarse de ello», apunta. También ahora es relativamente sencillo recibir feedback por parte de la audiencia, indica Niemann, que recuerda los «viejos tiempos de la prensa escrita», cuando apenas existía una respuesta por parte del lector. El dibujo surgía de sus manos, pero desconocía a dónde iba a parar o qué pensaría la gente al respecto. Las redes sociales, con su poderoso imperio de lo perfecto, tejen unas imposiciones que anteriormente no asfixiaban con tanta dureza a los profesionales. «El mayor problema que ocasionan a los artistas, al menos bajo mi punto de vista, es que no son opcionales», revela Niemann, a quien su propia confesión le resulta también ardua. «Además de la presión de nuestros trabajos, tenemos que ser editores y directores de arte de nuestros medios sociales», confiesa. Ello, además, entronca con las copias y las inspiraciones. Christoph Niemann sabe de su existencia, pero no es un tema que le quite el sueño. «Lo único que me molesta es cuando cogen, literalmente, mi trabajo, y lo publican como suyo», insinúa. También considera que su trabajo, «muy específico a nivel conceptual», no resulta muy fácil de adaptar para otros propósitos. El propio Niemann se pone ante el espejo en lo relativo a las comparaciones. Le preguntamos si él mismo ha copiado o se ha inspirado en alguna obra de otro profesional. «Si tuviera la más mínima sospecha de que un concepto en el que estoy trabajando se ha realizado antes, lo dejaría inmediatamente. Nunca, nunca, nunca, copiaría las ideas de nadie conscientemente», resuelve tajante. «El mayor problema de las redes sociales es que no son opcionales». la mirada del ilustrador Alguien que se dedica a ilustrar no deja de representar el mundo que contempla con sus propios ojos. Convertir esa mirada en algo que pueda ser identificado por otras personas resulta un reto. «Es difícil», confiere Niemann, asintiendo con la cabeza, «los artistas tienen un gran impacto en cómo se percibe el mundo». La responsabilidad pasa por escoger qué representar, pero también quién lo representa. «Si en una revista de negocios cada personaje que aparece es una persona blanca de mediana edad, prepara a la audiencia para una realidad completamente equivocada. Incluso puede provocar un daño real», apunta. No es ajeno a tal situación, pues es un asunto sobre el que ha reflexionado larga y profundamente. «Es un tema en constante evolución, y espero que algún día no tengamos que pensar más en ello. Hasta entonces, necesitamos considerarlo caso por caso», señala. El humor gráfico, en la actualidad una de las grandes bazas de los ilustradores e ilustradoras en las redes, podría ser uno de los nichos más complejos en este sentido. «Si quiero dibujar algo divertido, incluso ligeramente mezquino, por ejemplo, un dibujo sobre cómo la gente a veces se comporta de forma idiota; mi instinto me instaría a dibujar a cualquiera. Pero si ese “cualquiera” fuera una persona blanca de mediana edad, seguramente alguien lo podría considerar equivocado», nos reitera. Sucede lo mismo con el mensaje que lleva implícito el dibujo. «A veces, para hacer reír a diez personas, tienes que arriesgarte a que un 90% de la gente no lo entienda. Siempre se puede perder algo por el camino», puntualiza. «La única manera de mejorar en esto es mostrar constantemente tu trabajo a las personas en las que confías y pedirles que te expliquen lo que ven», contesta Niemann. REVISTA GRÀFFICA 17 · ILUSTRACIÓN Foto: Matthew Priestley. futuro(s) Su portada en realidad aumentada para The New Yorker ha supuesto un antes y un después en la forma de poder aproximarse al trabajo editorial. La tecnología permite un sinfín de posibilidades que no se le escapan tampoco al sector de la ilustración. «La mayor ventaja de lo digital es que a menudo te permite crear arte por ti mismo; lo que normalmente requería antes un equipo entero de personas y un presupuesto enorme (o una cantidad insana de tiempo)», señala. No por ello, sin embargo, Niemann piensa que las últimas tendencias tengan que dictar su forma de ejecutar el trabajo. Para un momento, reflexiona unos segundos. Esperamos su respuesta. No, definitivamente, no es así. «Trato de evitar que las tendencias influyan en mi trabajo, aunque estoy seguro de que sucede inconscientemente lo quiera o no...», confiesa. «Hay tendencias (es decir, una forma de representación ubicua) y, luego, el lenguaje visual contemporáneo: si todo el mundo usa emojis, se convierten en un nuevo tipo de vocabulario visual que permite nuevas conexiones», medita. Sobre el futuro, apenas puede decir nada. La conversación está llegando a su fin y el ilustrador se toma muy en serio cómo el horizonte de la profesión puede verse amenazado por los nuevos y apabullantes cambios. «No puedo predecir nada salvo que hay algo que nunca cambiará: después de un tiempo, el público se cansará incluso de la nueva tendencia más sexy», señala Niemann. «Cuando vemos demasiado arte vectorial, empezamos a ansiar piezas hechas a mano hasta que eso se convierte en demasiado, y entonces queremos ver collages, o trabajos en 3D, o bordados», pone como ejemplo. «No puedo predecir nada salvo que hay algo que nunca cambiará: después de un tiempo, el público se cansará incluso de la nueva tendencia más sexy». «La bendición y la maldición de la profesión es que podemos/debemos reinventar constantemente la forma en la que estamos creando imágenes». Lo dice un creador que un día viajó a Nueva York con un billete de vuelta. Que crea imágenes inolvidables, ahora desde Berlín, que permanecen para siempre en la retina. Conviene seguirle la pista. Esta entrevista apareció publicada por primera vez en el número 17 de la Revista Gràffica dedicado a la ilustración. Para leer más entrevistas como esta, suscríbete a Gràffica o adquiere tu ejemplar en Tienda Gràffica. DESCUBRE LA COMUNIDAD GRÀFFICA

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