Annie Atkins es una diseñadora especializada en diseño gráfico para el cine. El invierno pasado dejó su estudio de Dublín para trasladarse hasta la frontera germano-polaca, donde rodeada de nieve, estuvo trabajando como diseñadora gráfica principal en El Gran Hotel Budapest, el último film de Wes Anderson. Además del cartel y los títulos de crédito, Atkins ha estado trabajando en el desarrollo de todas las piezas gráficas –billetes, pasaportes, packagings…– que dan forma a Zubrowka, ese estado ficticio ideado por Anderson.
Annie Atkins empezó trabajando en publicidad, en McCann en Reykjavik. Tras conocer a Tom Conroy, diseñador de producción de Los Tudor, descubrió las posibilidades que ofrecía el universo del diseño dentro del cine y el audiovisual. Entre 2012 y 2013, Atkins ha trabajado en el diseño de pósters de películas para varios directores irlandeses –Rebecca Daly, Michael Lavelle, Lenny Abrahamson, Paul Duane…–, pero su oportunidad en Hollywood ha llegado con Wes Anderson y El Gran Hotel Budapest.
Quienes sigáis la cinematografía de Wes Anderson habréis notado la sensibilidad que el director de Houston muestra en el apartado estético y gráfico de sus films. Un par de ejemplos: en 2009 Anderson no dudó en llamar al director de animación Mark Gustafson para realizar en stop motion la estupenda Fantastic Mr. Fox, y en Moonrise Kingdom (2012) contó con Jessica Hische que se encargó de diseñar un fabuloso lettering para los títulos de crédito y los carteles de la película. Ahora, en esta nueva película sigue la misma línea de cuidar el apartado en la dirección de arte y el diseño, contando con la buena mano de Annie Atkins para hacer todos los apoyo gráficos.
El proceso de desarrollar las piezas para El Gran Hotel Budapest ha implicado una dedicación total y diaria. El trabajo de diseñar los elementos ficticios como pasaportes, billetes, banderas, sellos, telegramas y todo tipo de documentos del supuesto estado de Zubrowka ha estado supervisado y coordinado Adam Stockhausen, director de producción del film El Gran Hotel Budapest, quien ha su vez ha realizado la labor de acopio de objetos y documentación que le sirvieran a Annie Atkins de inspiración para captar la estética imaginada por Anderson. Y así, de la nada la diseñadora ha conseguido que nos creamos sin poner una sola pega la existencia de un país imaginario situado la Europa del Este y ambientado en el periodo de entre guerras, en los años 30 del siglo pasado.
Aparte del diseño, uno de los aspectos más difíciles de lograr era que todo pareciera real. Para conseguir esa sensación Annie Atkins ha utilizado métodos tradicionales: una máquina de escribir de 1930 para redactar los documentos oficiales, una pluma de escribir y tinta para realizar los letterings de las cartas manuscritas. Y para que esos papeles –unas 600 piezas aproximadamente– tuvieran una pátina avejentada, la diseñadora ha echado mano a una gran cuba de té y un secador de pelo. El proceso ha sido muy artesanal, también en el apartado tipográfico, en su mayoría realizado a mano imitando el trabajo de los antiguos artistas de un siglo atrás.
Así en el rótulo identificativo de la puertas de entrada al hotel se imitó los caracteres que Wes Anderson había visto en un hotel en Egipto. Annie dibujó los caracteres siguiendo el mismo estilo, incluso cuidando que el kerning irregular del original se mantuviera. Los aspectos gráficos también se han cuidado en las señalizaciones y la tienda del hotel estilo Art Nouveau, el packaging de los productos, el libro que introduce la historia, incluso los periódicos que aparecen en la película. Un diseño de cine; una auténtica locura.
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