Amaia Arrazola: «Mi vida personal y profesional están totalmente unidas»

El trabajo de Amaia Arrazola transcurre entre el mural, el cómic y la publicidad. Con su último libro, “Totoro y yo” rinde homenaje al director japonés Hayao Miyazaki. Con ella hablamos de su trayectoria. Empezamos por tus comienzos. Eras directora de arte en Madrid antes de desplazarte a Barcelona para dedicarte a la ilustración a jornada completa. Eso es. En la agencia de publicidad hice mis primeros trabajos de ilustración pero es en Barcelona donde me convierto en freelance de la ilustración. Eres de Vitoria-Gasteiz, comienzas a trabajar en Madrid y empiezas de cero en una ciudad, Barcelona, que no es la tuya. ¿Cómo fue la experiencia? Muy buena. Me dieron una beca cuando los bancos aún las daban. Se llamaba Krea y me pagaban la mitad del master de comunicación en Elisava. Barcelona siempre me ha tratado muy bien, sobre todo la gente. Tuve la suerte de encontrarme con un par de personas que estaban en el mismo momento que yo, que querían ser ilustradores y lanzarse a trabajar por cuenta propia. Unimos fuerzas en ese momento y nos salió bien. Montamos un coworking antes de que se llamasen así y entre los cuatro íbamos tirando. Tu trabajo se especializa en dos campos: el editorial y los murales. Y la publicidad. Son los tres pilares de mi trabajo. Ninguno de los tres son continuos pero sumando todo tengo trabajo continuamente. ¿Cómo empieza tu relación con los murales? Yo venía de la publicidad. Cuando no me estaban llamando de publicidad intenté meterme en el campo editorial, pero era muy difícil así que en paralelo empecé a hacer murales. En mi trayectoria siempre ha ido así todo. Primero he ido haciendo sola las cosas y después ha venido la gente. Hice un proyecto que se llamaba "The Big W.I.P.", que consistía en pintar las paredes de una galería. Me hice un video, después me invitaron a un primer festival y empecé a conocer a gente que también pintaba en gran formato. La autora ha visto la evolución del muralismo en primera persona. ¿Has visto como ha crecido el muralismo hasta la tendencia que es ahora? No puedo generalizar porque solo conozco mi experiencia y la de mi entorno. Estaba el grupo de Rescate, Marina Capdevila en Barcelona... teníamos todos muchas ganas de pintar en gran formato. Íbamos probando y haciendo cosas muy feas al principio. Mucha gente venía del graffiti. En Barcelona había más permisividad. Ahora no pintas ni una puerta. En este tiempo nos hemos ido profesionalizando. Intentamos que las condiciones sean cada vez más seguras. Hace diez años te llamaban a un festival, te daban un bocadillo y adiós. Ahora las cosas son mucho más serias y nosotras mismas lo somos también. Hay gente que se ha quedado por el camino pero los que seguimos queremos que sea lo más profesional posible como en cualquier otra disciplina artística. Nuevos retos, nuevas herramientas. Las herramientas cambian en función del formato. Para tu primer libro empleaste materiales analógicos, después has usado el ordenador y para las paredes tienes que sacarte el carnet de máquinas pesadas. Te tienes que adaptar constantemente. Exacto. Pero es lo que más me gusta. Pasar de la acuarela al acrílico o al Ipad a mancharme las manos con el rodillo me va muy bien. Esos cambios hacen que me lo pase mejor. Cuando llevo tiempo sin pintar un mural disfruto con la grúa y el rodillo. Por otra parte, los murales son muy estacionarios. La gente no pinta en invierno, se hacen en verano. En otoño e invierno estoy más en casa haciendo proyectos editoriales y cuando llega primavera y verano salimos a la calle y pintamos. Se organizan los festivales y demás. ¿Qué tipo de cliente encarga murales? Por una parte está el encargo privado. A veces un hotel o similar te pide un mural interior o pintar una fachada o las estaciones de un tranvía por ejemplo. Después está el encargo público. Licitaciones que salen en todas las ciudades. Suele ser una ginkana burocrática pero se puede hacer y luego están los festivales, que son un mix. Suelen tener patrocinio privado pero también están implicados los ayuntamientos y demás instituciones. En los murales. ¿el tamaño importa? Siempre, es lo que más importa. Sobre todo hay que ver cómo está la superficie de la pared. Es lo que determina las horas que le vas a echar. Lo primero que pides es una foto buena de la pared con una persona cerca para ver las dimensiones reales, y otra foto más de cerca para ver cómo está el ladrillo, si tiene grietas, su profundidad, si hay gotelé... Mural para el Festival Vigo Cidade de Cor de Vigo. ¿Cuál es el mural más grande que has hecho? El de Vigo. Para el Festival Vigo Cidade de Cor. Pintamos en O Carballal, que es una aldea cercana. Era gigante aquello. Fue un trabajo muy físico y muy psicológico. Estoy muy contenta con el resultado. Siempre estoy orgullosa del último trabajo que he hecho. Hace poco he estado en un festival feminista, que tiene una perspectiva de género. Al principio la profesión estaba muy masculinizada y las chicas han decidido hacer un festival en el que todas las artistas sean mujeres. Allí acabo de pintar un mural para una escuela y estoy contenta. El feminismo es algo que atraviesa todo tu trabajo. Y toda mi vida, claro. El color impregna los muros en el trabajo de Arrazola. Cuando haces un mural ya pertenece a la gente. Esto pasa también en los libros. Puedo estar nueve meses haciendo el libro de Totoro y yo, lo publicas y esas 3000 copias ya dejan de ser tuyas. Lo mismo con El meteorito, que habla de la maternidad. Al ser una experiencia tan transversal de muchas mujeres, cada una lo hace suyo y deja de ser solo tu historia pero a mi me va bien así. Forma parte del proceso creativo. Hablamos del campo editorial si te parece. Tu primer libro fue Corazón Robot. Para introducirme en el campo editorial hice un cuento con un amigo, Iñaki Oliver. Lo ilustré y lo guardé en un cajón hasta que en una inauguración una chica que tenía una editorial muy pequeña, Stendhal, me dijo que quería hacer algo conmigo y le contesté que tenía el cuento preparado ya. Y así nació Corazón robot. A partir de allí me surgió el proyecto un primer proyecto con Lunwerg. Uno de los grandes éxitos de la autora. La biografía de Audrey Hepburn para la colección Pequeña y grande. Cosas que nunca olvidarás de tu Erasmus con Raquel Piñeiro. ¿Cómo fue la experiencia? Super bien. Las dos estábamos muy ilusionadas. Además, yo venía tocada por mi propio Erasmus. Era de manual: me fui llorando, me eche novio allá, iba tachando todas las casillas así que lo viví con intensidad. Tus trabajos en el campo editorial se han ido convirtiendo en una especie de autobiografía tuya. Un poco sí porque voy reflejando lo que me pasa. Haces un trabajo que mezcla álbum ilustrado, cómic... Yo hago lo que puedo. Con las capacidades que tengo llego lo más lejos posible. Tampoco soy viñetista, entonces hago un mix con lo que se hacer y voy tirando para adelante. Con Lunwerg publicas tus libros más personales. Si trabajas bien con los editores y ellos están contentos contigo la relación se va estabilizando. Tu les presentas proyectos y ellos te dicen que sí. He intentado siempre trabajar en proyectos lo más personales posibles porque es lo que marca la diferencia. Wabi Sabi recoge el mes que pasó en Tokio de la ilustradora. Con una beca de Paradise Air vives un mes en Tokio y cuentas la experiencia en el libro Wabi Sabi del que eres autora completa. Eché la solicitud de la beca y allí ya expuse la voluntad de hacer un libro. Era una beca de tres meses que al final ganó un matemático pero les hizo la gracia la idea y me ofrecieron ir un mes a Japón así que yo encantada. Estuve dibujando un montón e intentando empaparme en la comunidad. Volví con un montón de dibujos y le propuse a mi editor, Javier Ortega, hacer el libro. Tuvimos que arreglarlo y ponerlo bonito pero salió tal cual. Wabi Sabi es un término que define la belleza de las cosas imperfectas. A medida que vas avanzando da la sensación de que vas quitando la preocupación por la parte más estética de tu trabajo para centrarte en el mensaje que quieres transmitir. En general es algo que me ha pasado a lo largo de mi carrera. A lo mejor al principio no estás tan segura de las cosas que tienes que contar, eres más tímida y te preocupa que te juzguen. Con el tiempo tienes intención de transmitir un mensaje, lo que me puede diferenciar y así salen obras como El meteorito. No es que te despreocupes por la parte estética, es que priorizas la expresividad del dibujo. El meteorito está dibujado solo con tres colores, un boli y dos rotuladores pero más que dibujado está arañado en el papel. Acabas Wabi Sabi hablando del kintsugi, que muestra con orgullo las grietas de la cerámica cuando se rompe y se arregla, algo que parece enlazar con El meteorito. Antes de ir a Japón se acabó una relación que tenía de más de diez años. Cuando hice el libro sentía que mi vida, que había sido muy perfecta, estaba siendo imperfecta. No me sentía con el valor de contarlo en aquel momento. Con el paso del tiempo vas ganando ese valor. Iba por allí todo ese espíritu de las grietas. En mi siguiente proyecto, El meteorito, ya me daba igual el que dirán y hablo desde dentro, de cicatrices y de todo. El 6 de octubre de 2018nació Ane, un meteorito que cambió la vida de Amaia para siempre. Un meteorito de nombre Ane que te cambió la existencia. Mi vida personal y profesional están totalmente ligadas. Son un mismo churro. Nació Ane y la única manera de sanarme de todos mis problemas de maternidad era este libro. No lo quería publicar, solo quería dibujarlo. Encontrar el tiempo y la posibilidad de hacerlo. En el libro rompes con la imagen idílica que se transmite de la maternidad. Es un diálogo con tu yo del pasado para prepararle para lo que viene. Claro. Yo no me veía capacitada para dar consejos sobre lo que es o no ser madre así que me dirigí a mi yo del pasado, que vivía totalmente despreocupada, para avisarle de lo que se le venía encima. La maternidad es un tsunami. Hay gente que igual está más preparada o tiene más entorno cercano que le ayude pero yo lo viví muy sola con mi pareja. No teníamos redes. Nuestros amigos eran creativos con pocas ganas de ser padres o de tener hijos cerca y tu vida artística, que necesita mucha energía lo nota. Para hacer murales necesitas tiempo, litros de pintura, grúas... lo opuesto a la crianza de un bebe. Dejas de poder hacer cosas y te preguntas quién eres por que yo me había definido por lo que hacía, así que mi vida pegó un vuelco y tuve que reencontrarme de alguna manera. Te reencuentras con tus raices. En el libro se asoma un personaje, tu abuela, que te aconseja. Mi amama, sí. Ella siempre me daba muy buenos consejos y no llegó a conocer a Ane. Muchas de las cosas que llevo dentro vienen de ella. El sueño de mi vida es escribir un libro sobre mi abuela Karmele, que era un mujerón como la copa de un pino. Hablas de la conciliación pero los cambios son también físicos. Comentas como, en una revista, te retocaron para “arreglarte”. Yo tenía unos kilos del embarazo y me retocaron con el ordenador la papada y demás y cuando vi la foto no me reconocía. Este tipo de libros puede llegar a un público muy amplio que se puede sentir identificada con lo que cuentas. La maternidad está ahora más tratada que cuando hice el libro. De hecho, cuando fui madre busqué ensayos de otras mujeres que habían sido madres porque pensé que eso no lo había vivido solo yo. En la librería me llevaron a la zona de autoayuda. Ahora mismo ya no es así. Hay muchos libros sobre la maternidad ahora pero entonces no los había así que quise hacer un libro, por una parte con una portada negra como el pozo en el que me encontraba, nada de rosa o morado. Y que tuviese el nombre de El meteorito para demostrar el fenómeno que fue para mí. El meteorito surge en medio de una pandemia mundial. De hecho, mi pareja y yo nos dividimos los tiempos. El trabajaba a las mañanas y yo a las tardes. Tenía dos horas y era en esos momentos en los que él se quedaba con la niña cuando yo escribía como loca. Entiendo que la maternidad lleva a una gestión del tiempo que afecta a la producción. Exacto. Por eso los pocos colores, los rotuladores... es pura urgencia. A partir del nacimiento de Ane aumenta tu producción de libros infantiles. No sé si tiene algo que ver. Todo tiene algo que ver. Si mi feminismo marca mi carrera, la maternidad también. Todo está atravesado por Ane. La ilustración es un juego constante. Con libros como Animales fantásticos pareces jugar con ella. Sí por que durante la pandemia lo único que entraba en casa eran las cajas de Amazon. Con esas cajas le hice a Ane una especie de cuentitos. Aquí son importantes las redes sociales porque los colgué en instagram y me llamaron de la editorial Flamboyant. Les había gustado y lo querían publicar. Primero nació Animales fantásticos, después Hola, ¿Cómo estás? y les propuse posteriormente hacer Simón. Una de las reflexiones de El meteorito es que quieres dejar un mundo mejor para tu hija y haces libros como Simón en el que hablas de diversidad y formas de ser distintas. Esto viene por Ane también. Cuando estaba embarazada vieron que podía tener los pies zambos y podía ser una deformación. A los ocho meses de embarazo casi me da un parraque. Me hice la amniocentesis, que consiste en que te saquen líquido amniótico para ver si puede haber algún tipo de deformación. Durante los cinco días que duraron los test pensé en que igual mi hija no podría correr, no podría andar... y entonces nació Simón que es un camaleón que va al contrario del resto. Simón, un canto a la diversidad. En Wabi Sabi ya avisabas de tu pasión con Miyazaki. En Totoro y yo revisas algunas de las películas más emblemáticas del director. Una cosa te lleva a otra. En Wabi Sabi cuento cuando fui al Museo de Gibli. Lunwerg empezó a hacer un par de años más tarde una colección de libros ilustrados centrados en directores de cine. Cuando se plantearon hacer un libro sobre el estudio Gibli, Javier Ortega se acordó de las dos páginas que hice y me lo propuso. Para mí fue un regalo, aunque luego he tenido que trabajar un montón. Uno de los mayores retos de la carrera de la autora, una revisión a las principales películas del mítico director de La Princes Mononoke. Nace como un encargo pero se convierte en algo propio. Ellos me dan mucha libertad y lo he hecho como si fuera mi propio proyecto. Primero tuvimos que reducir el libro a un solo director de la productora, Miyazaki. El descubrimiento de su obra en el libro es el mio también. Nausicaa o El viento se levanta, por ejemplo, no las había visto. Cada día me tenía que enfrentar al síndrome del impostor porque hay mucho y muy bien escrito por especialistas en el tema. Yo no lo soy y tenía que encontrar la manera de hacerlo mío. Lo encontré con esta especie de diario personal en la que charlo con quien lo está leyendo. El libro incluye tu forma de ver la vida. Las mujeres de Miyazaki son muy poderosas en la ficción aunque en su vida personal el director fuese distinto. No creo que Miyazaki se considere a si mismo feminista pero sus personajes sí que lo son. Es un tema muy curioso que voy viendo desde mi voz. La editorial nunca me ha dicho lo que tengo que decir, he podido escribir lo que he querido siempre. De todos modos es el libro que más me ha costado hacer con diferencia. No solo se trata de dibujar, cuando los dibujos originales son excelentes, también hay que escribir y conseguir que interese lo que escribes. Es todo un reto y tengo que ver qué puedo aportar yo. Tuve muchas dudas a lo largo del camino pero yo soy de acabar las cosas. En este libro se ven estructuras narrativas para condensar mucha información del modo más gráfico posible. Claro. Lo que quieres es que el libro sea ameno pero que tenga contenido. Tenía mucha información en la cabeza y tenía que buscar cómo transmitirla. Tenía un personajillo en la cabeza para poderme ayudar. Son estrategias que vas descubriendo para contar todo lo que quieres. El libro es una distendida charla con el o la lectora en el que Amaia cuenta sus propias experiencias con la obra de Miyazaki. ¿Cómo está siendo la respuesta al libro? Me ponía nerviosa porque todo el mundo tiene su cariño a Totoro pero nadie se ha quejado. El libro lleva tres ediciones, se va a publicar en Francia y en ruso también. No engaño a nadie. Es un libro de Amaia. En la portada salgo yo como un personaje más. En tus libros el texto lo tratas como parte de la imagen de la página. ¿Cómo se traslada a otros idiomas? Por lo general lo sustituyen por una tipografía bastante caligráfica. En ediciones como la francesa me ofrezco a transcribirlo pero prefieren hacerlo ellos a su modo. ¿Qué importancia tienen las redes sociales en tu trabajo? No sé si desgraciadamente pero es importante para promocionar mi trabajo. Es una especie de canal de publicidad. En El meteorito hablabas a tu yo de ayer. ¿Qué le dirías a esa joven Amaia que un día quiso irse a Barcelona a vivir de la ilustración? Le diría que siga adelante. Que se deje guiar por lo que sienta y que tire. Soy una persona muy trabajadora que me he sabido rodear de gente maja. He buscado compaginar la vida personal con la profesional. No creo que haya hecho nada excepcional. ¿Proyectos? Más de lo abarcables. Como te decía voy trabajando los tres pilares a la vez. Tengo un proyecto importante de mural para diciembre. En el campo editorial voy a seguir con el tema japonés pero contando leyendas chulas del país. Tengo pendiente hacer otro libro de Simón y siempre van surgiendo cosillas que ir haciendo.

Amaia Arrazola: «Mi vida personal y profesional están totalmente unidas»

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