Hace ya tiempo que se había convertido en un objeto obsoleto. De hecho, muchos nativos digitales se sorprenden al saber que era necesario colocar de forma milimétrica el papel, que había que cambiar cada dos por tres la cinta y que, en el ‘trágico’ caso de que se cometiera una errata, había que hacer virguerías con el tipp-ex para no tener que repetir el mismo texto en otra página. Los ‘analógicos’ nostálgicos (que también los hay) prefieren recordar el melódico tecleteo que animaba, casi de forma automática, a continuar la escritura, así como la elegancia y la originalidad de su tipografía, algo que convertía su práctica en una experiencia única.
La india Godrej and Boyce, una de las últimas fábricas de máquinas de escribir, echó el cierre hace unas semanas. Un buen momento para preguntar a los escritores qué se pierde la humanidad con la desaparición de estos aparatos.
+info: Adiós, vieja amiga [elmundo.es]
Actualizado 11/05/2011