Cuando desde gràffica me pidieron escribir sobre mi estancia tipográfica en la Universidad de Reading, accedí entusiasmada, aunque en seguida me di cuenta de que tenía que encontrar una manera personal de enfocarlo. Y eso no ocurrió hasta hace pocas semanas.
Cada día visito la Reading Room, o sala de lecturas, donde cientos, si no miles, de libros esperan a que alguien los saque de la balda. Y cada día leo, unos intensamente, otros simplemente por encima, los que me llaman la atención, los que me suenan, los que conozco o los que no conozco. Así que lo que haré a partir de ahora será compartir esos momentos de lectura que tanto me apasionan. Quizás llegue un momento en que pueda decir, como la señorita Beatrice Warde en su día, que de tanto leer «no pude evitar volverme una experta». Hasta entonces, seguiré ojeando y leyendo libros y revistas y, lo más importante, compartiendo esos momentos en estas páginas de manera personal y completamente subjetiva. Tengo que agradecer al Departamento de Tipografía –de la Universidad de Reading– especialmente a su director Paul Luna y a nuestra querida bibliotecaria Diane Bilbey, por ayudarme y permitirme publicar imágenes de sus libros.
Y para hacer honor al título de la sección, qué mejor que empezar por echar un vistazo a los libros de Stanley Morison con los que me he encontrado. El primero no podía ser otro que The Fleuron, la revista que SM (podría ser Su Majestad, pero son las siglas que se suelen utilizar para Stanley Morison) editó durante siete años (de 1923 a 1930) y de la que publicó siete números, cada cual más increíble que el anterior.
Comparado con las revistas actuales, The Fleuron parece más bien un libro, con una encuadernación impecable, de la que se editaban una versión normal y otra de lujo, y con un precio que para entonces era impagable para la mayoría de interesados. Hay que decir que, en realidad, los cuatro primeros números los editó Oliver Simon y los pagó su padre cuando se quedaron sin dinero. Con la llegada de Morison a la dirección también llegaron Beatrice y Frederic Warde, que le dieron –especialmente ella– un toque en la maquetación y en el estilo a los textos muy especiales. Morison, que debía de ser un hombre obsesivo, trató de mantener siempre un espíritu de calidad y el último número tardó más de un año en aparecer. Los colaboradores, que cobraban muy poco, eran tipógrafos e impresores de primera línea –entre los que figuraban Daniel B. Updike, Bruce Rogers o Jan Van Krimpen– y a lo largo de las páginas se mostraba el trabajo de otras editoriales e imprentas, con originales pegados sobre las páginas o con collotypes.
Ahora estamos muy acostumbrados a ver reproducciones de los trabajos de otros, pero esto no era tan habitual en aquella época. Lo mas llamativo de The Fleuron es el espíritu de cambio (y tradición) que tenían aquellos jóvenes, que impregnaba todo lo que tocaban. Su oficina cerca del British Museum era un lugar de encuentro y de conocimiento, y donde al parecer, todos aquellos que venían del continente (diseñadores y tipógrafos) siempre acababan recalando para charlar con Stanley y Oliver, convirtiendo aquella oficina en un punto clave en la historia de la tipografía durante los años 20.
Hablar de SM y de Beatrice Warde es hablar también de The Monotype Recorder, una publicación bimensual que editaba la empresa Lanston Monotype Corporation desde 1902, una especie de panfleto que con los años fue tomando forma, en el que se mostraban y se explicaban las glorias de Monotype. Es decir, estaba a caballo entre un objeto publicitario y un manual de imprenta que se enviaba gratuitamente a todos los impresores que tuvieran una Monotype, a los que estuvieran interesados, a los estudiantes, a los diseñadores y a otros muchos. Cuando Beatrice Warde asumió la dirección del Recorder, en el año 1927 –aunque probablemente ya llevaba un tiempo colaborando–, lo convirtió en una revista educativa, incluyendo artículos sobre historia de la tipografía además de los consabidos artículos sobre la maquinaria de la Lanston Monotype, y en la que aparecieron varios artículos de SM, que en esa época trabajaba como Typographical Adviser de la empresa.
Otro libro básico en la carrera de SM es Four Centuries of Fine Printing, una joya sobre la historia de la imprenta, pero de la de calidad. La primera edición que vi fue la de la biblioteca general, una edición casi de bolsillo con reproducciones de una calidad mediana. En la sala de lecturas tienen la edición de lujo que editó SM, de un tamaño que parece un incunable, en el que el tacto del papel te hace darte cuenta de la baja calidad actual, e impreso en una Monotype pero que casi parece composición manual… De esta obra se editaron unos 500 ejemplares, de ellos 100 en alemán y unos cuantos en una edición de lujo con papel hecho a mano. Este libro ha sido bastante criticado por el exceso de subjetividad de SM a la hora de elegir las imágenes y por contar la historia a su manera, pero cuando lo tienes entre las manos eso parece lo menos importante.
En último lugar, creo que para conocer la vida de SM casi como si fuéramos de su familia lo mejor es el libro de Nicholas Barker Stanley Morison. La copia bajo llave de la Reading Room no es como la versión de tapas blandas de la biblioteca central, sino una edición cuidada y con tapas duras. Sin ser una joya tipográfica sí que es útil para conocer cada pequeño detalle de la vida de SM y de sus allegados: Daniel B. Updike, los Warde, Eric Gill…
Sin duda hay mucho más en la vida de SM –sus libros y, cómo no, su Times New Roman que vuelve a saltar a la palestra–, pero por algún lugar había que empezar. Próximamente más.
Actualizado 20/02/2020