Desde 1993, con el gobierno en coalición de Rita Barberá y Vicente González Lizondo de Unión Valenciana, el logotipo del ‘Ajuntament de València’ dejó de llevar el acento que le corresponde. Ahora el gobierno de Rita Barberá (qué pasa si le quitamos el acento al apellido de la alcaldesa, Barbera) ha acatado el dictamen de la Acadèmia Valenciana de la Llengua sobre la necesidad de colocar el acento en la marca del Ayuntamiento.
Por aquel entonces, Rita Barberá aupada al poder por González Lizondo, accedió a las peticiones del presidente de Unión Valencina para modificar el logo del Ajuntament (luego también lo hicieron con otras instituciones) ya que a los seguidores de Lizondo les parecía que un acento abierto en la marca del ‘Cap i Casal’ era demasiado ‘catalanista’. ¡Pecado mortal!
Para hacernos a la idea de lo que este elemento gráfico significa, pongamos un ejemplo. Veamos el caso de una marca con solera y bien conocida por todos como es El Corte Inglés. ¿Qué pasaría si un buen día llega una circular por la que el consejo directivo obligatoriamente decide eliminar el acento a la ‘e’ de inglés de todos los elementos gráficos sobre los que aparece la marca? Y así, de repente, en las marquesinas, carteles y publicidad exterior, bolsas, folletos corporativos,… lo que podemos leer es El Corte Ingles. ¿Acaso nos querrían indicar que los grandes almacenes por excelencia han cambiado de actividad y ahora los 8 días de oro consisten en que te hacen precios económicos para rasurarte la entrepierna? Sería poco menos que cachondo ver la cantidad de situaciones confusas que se producirían. Por ejemplo, viene tu padre y te dice: “vengo de ahí, del Corte Ingles”, imaginaos el shock…
Que sí, tenéis razón. Es cierto que somos un poco exagerados y que la situación descrita es algo inverosímil por no decir imposible. Pero lo que nadie puede negar es que la tilde es un signo ortográfico propio de ciertas palabras y que no es un capricho, sino que tiene una funcionalidad ya que sirve para acentuarlas. Si a una palabra o una marca le robamos este elemento gráfico le estamos quitando no sólo su carácter y su rango visual, sino también su pronunciación correcta.
No caer en el error y evitar llegar a estas situaciones de besugos es fácil. De hecho, para esto existen las normativas. En el caso del diseño de una marca, contamos con el manual de identidad corporativa como guía de todas nuestras aplicaciones. En lo que concierne a la parte de textos, son las academias de la lengua correspondientes las ejercen esta tarea y dictan las normas lingüísticas. El ‘empastre’ se produce cuando alguna de las partes no quiere seguir la norma.
Y esto mismo es lo que sucedió cuando una minoría política decidió hacer su propia norma lingüística y eliminó de tajo el acento de València en el logotipo del Ayuntamiento. Si ya en aquel momento se tuvo que invertir tiempo y dinero para eliminar la tilde de la discordia de todos los elementos visuales: papelería de todo tipo, elementos de señalética, indicaciones, parque móvil, carteles, uniformes de personal, etc. el esfuerzo llega ahora de nuevo para deshacer el entuerto.
Que hay normas que no nos gustan ni en diseño ni fuera de él, pues vale; que si cada cual adereza la normativa según el gusto propio tenemos el lío asegurado, también. ¿No será mejor ser coherente para hacerlo todo más fácil?
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Actualizado 05/11/2009