Zahara de los Atunes: la raspa que abre el debate entre tradición y propiedad intelectual

El conflicto entre la marca de ropa de Paz Padilla y comerciantes locales por el uso de una raspa de pescado como logotipo reabre una pregunta compleja: ¿se puede registrar legalmente un símbolo de uso popular? ¿Y es lícito hacerlo?

Zahara de los Atunes, uno de los enclaves más visitados del verano andaluz, vive estos días una situación inesperada. El detonante no ha sido el turismo ni la masificación, sino una imagen: una raspa de pescado. Lo que para muchos es un motivo visual que representa la tradición pesquera de la zona, se ha convertido en el centro de un conflicto entre comerciantes locales y la marca de ropa NoNiNá, creada por la humorista Paz Padilla y su hija Anna Ferrer, que han registrado un diseño de raspa como logotipo comercial.

La polémica comenzó cuando varios negocios locales recibieron burofaxes solicitando la retirada de productos que utilizaban un diseño de raspa supuestamente similar al de la marca registrada por Padilla. Desde entonces, las calles de Zahara se han llenado de carteles en defensa del símbolo y las redes sociales han amplificado el caso. Por un lado, los comerciantes afectados afirman que la raspa es un emblema que lleva décadas usándose de forma libre en la zona. Por otro, las responsables de la marca sostienen que han seguido los cauces legales habituales para proteger su diseño e identidad empresarial.

Pero más allá de las posturas personales, el caso plantea una pregunta relevante para diseñadores, marcas, comerciantes y ciudadanía en general: ¿qué se puede registrar como marca? ¿Y hasta qué punto un símbolo compartido puede pasar a ser propiedad privada?

Qué dice la ley: originalidad, distinción y uso comercial

Consultados los términos del conflicto con expertos en propiedad industrial, nos explican que cualquier signo gráfico que permita identificar un producto o servicio en el mercado puede ser registrado como marca, siempre que tenga carácter distintivo y no sea genérico. Esto incluye palabras, logotipos, formas, colores e incluso sonidos. En el caso concreto de logotipos, lo que se registra no es la idea (por ejemplo, “una raspa”), sino la versión gráfica concreta del diseño.

“La ley protege el diseño exacto, no el concepto. Si la raspa registrada tiene una forma específica, con unos trazos y proporciones determinadas, se puede conceder el registro. Pero eso no significa que nadie más pueda usar una raspa distinta”, señala un abogado especializado en marcas consultado por Gràffica.

La Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) evalúa si el diseño tiene capacidad diferenciadora. Si considera que sí, otorga la marca. A partir de ahí, el titular tiene derecho a impedir que otros usen diseños similares en el mismo sector de actividad comercial, en este caso, la moda y los complementos.

¿Y si ese símbolo ya estaba en uso?

La situación se complica cuando lo registrado es, como en este caso, un símbolo de uso común en un entorno local. Varios comerciantes de Zahara alegan que llevaban años utilizando distintas versiones de la raspa en productos turísticos y de merchandising. Sin embargo, la mayoría nunca registraron sus diseños ni construyeron una marca en torno a ellos, lo que legalmente debilita su posición.

Desde el punto de vista técnico, la ley sí contempla excepciones si se demuestra un uso previo, notorio y continuado en el mismo ámbito. Pero, como apunta el experto consultado, “es muy difícil demostrarlo si no hay un rastro legal o documental. El uso informal, aunque sea generalizado, no tiene por sí solo fuerza para invalidar un registro si no se prueba de forma sólida.”

Este tipo de conflictos no son nuevos. En el mundo del branding, son numerosos los casos en los que empresas registran frases populares, expresiones culturales o elementos visuales de tradición colectiva. La legalidad del registro no implica necesariamente que su uso sea legítimo en términos culturales o sociales. Es el clásico choque entre el derecho y el contexto.

El caso de Zahara pone el foco en una fricción cada vez más común: la que se da entre las herramientas de protección de marca y los códigos compartidos de una comunidad. Desde el entorno de Padilla, la defensa se ha centrado en recalcar que no han registrado “todas las raspas del mundo”, sino solo su logotipo. Pero en la práctica, los burofaxes enviados han generado entre algunos vecinos la sensación de que se quiere limitar el uso de un símbolo que sentían propio, aunque no tuviera protección formal.

Diseño, identidad y responsabilidad

Para los profesionales del diseño y la comunicación visual, esta situación también plantea una reflexión interesante. ¿Qué responsabilidad tiene quien construye una marca cuando su identidad se basa en elementos reconocibles para una comunidad? ¿Hasta qué punto se puede apropiar visualmente de un signo que tiene carga cultural, aunque formalmente esté permitido?

La respuesta no está en los tribunales, sino en la sensibilidad con la que se opera en contextos con historia y memoria. Porque más allá del derecho a registrar una marca, existe el deber de entender lo que esa imagen significa para quienes la han usado durante años como parte de su identidad colectiva.

¿Debe haber protección para los símbolos locales?

El caso de la raspa de Zahara también evidencia una laguna habitual en la normativa: la falta de figuras legales que protejan los símbolos populares no registrados. Salvo que se trate de patrimonio cultural declarado o de marcas ya registradas por colectivos o instituciones públicas, muchos elementos gráficos locales quedan expuestos a ser apropiados y registrados por particulares o empresas.

Este vacío legal no es exclusivo de España y está en el centro de muchos debates sobre propiedad intelectual y cultura visual. La cuestión no es solo jurídica, sino también ética: ¿puede alguien registrar como propia una imagen que forma parte del imaginario de un pueblo? ¿Debería existir algún tipo de protección preventiva?

Por ahora, no hay una respuesta clara. Pero lo que sí ha dejado claro Zahara de los Atunes es que incluso un dibujo tan simple como una raspa puede abrir un debate complejo sobre memoria, derechos y pertenencia.

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