«Yo no me presentaría», por Víctor Palau

Hace unos días, me preguntaron si el concurso de la imagen de las Fallas 2019 estaba amañado. «Eso estará dado ya, ¿no?» Mi respuesta fue: «NO. Pero yo no me presentaría». Mi propia respuesta me sorprendió y es lo que me ha motivado a escribir este artículo.

Los concursos de diseño, que ahora llaman ‘llamadas a proyectos‘, son procesos limpios –eso no me cabe duda–, pero son procesos sin garantías. Ahí mi rotunda respuesta. Cualquiera que se haya presentado –o que haya analizado el resultado de los premiados en los últimos años– se da cuenta rápidamente de que las opciones son limitadas.

En primer lugar, yo no me presentaría porque si me considero profesional, exijo que la parte contratante lo sea. No me presento a un proceso en el que no sé quién me va a juzgar; tampoco a un concurso en el que el precio me lo imponen y, mucho menos, me presento a un proceso en el que puedo acabar en los juzgados. No way.

Antes la gente decía: «Se lo dan ‘a los de siempre’». Yo ahora digo: «Se lo dan ‘a los de ahora’». Y ese es el punto que traté de explicarle a la persona que me preguntó.

La mayoría de los profesionales y empresas que se presentan, lo hacen con la ilusión y la sana idea de que tendrán alguna oportunidad. Una oportunidad que no existe. Primero, porque debes tener un cierto nivel y, aunque parezca mentira, muchos no lo tienen. Diría incluso que la mayoría. Y eso, el jurado, aunque sea muy torpe, lo ve. Y lo digo por experiencia. Hace unos días estuve de jurado. Es duro decirle a la gente que no es tan buena como cree.

Y lo segundo, y más importante, es que ‘no eres de los de ahora’. Ser ‘de los de ahora’ es ser conocido entre las personas que te juzgan. Estar en la órbita de las juntas de las asociaciones, tener amigos entre el jurado, haber hecho otros proyectos con visibilidad… En definitiva, ‘ser alguien’ dentro del mundillo.

Es normal. Esto es así porque el proceso de selección es subjetivo y no medible. Por tanto, está sujeto a los vaivenes e influencias del jurado. Esto pasa en España y en todas partes del planeta. Algo totalmente humano y comprensible. No es malo, es así y hay que aceptarlo hasta que no se cambien las reglas. Y es lo que hay que exigir, que cambien y que, al menos, se valore de forma medible y no subjetiva. ¿Quién va a ganar? Pues alguien de ‘los de ahora’. Acepto apuestas (este artículo se escribió antes de conocer el resultado del concurso de Fallas, que ha sido otorgado a Dani Nebot –¡Enhorabuena! Una elección inmejorable– y parece que la apuesta la habría ganado).

Así que la respuesta es clara. Yo, en tu lugar, no me presentaría. Y, ojalá, no se presentara nadie y, de ese modo, se optaría por la contratación directa (que es lo que en el fondo es una ‘llamada a proyecto’). Una contratación sin rodeos, sin jugar con la ilusión de la gente. O que la ausencia de candidatos hiciera cambiar las reglas y que se midiera las propuestas de forma objetiva y medible. Así, muchos sabrían dónde fallan y dónde otros ganan.

Ahora es un proceso populista en el que los políticos aprovechan para darle difusión y relevancia al acto. Que todos participen, aunque saben, a ciencia cierta, quienes serán los que verdaderamente tiene opciones. Es una contratación menor, pero vamos a hacer un poco de espectáculo y así tenemos al gremio entretenido. Y los diseñadores hacemos de palmeros.

Presentarse significa validar el sistema, estar de acuerdo. De nosotros depende. De ti depende.

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