«Si se insiste mucho con el propósito funcional del diseño, terminamos despreciando su capacidad expresiva», Max Rompo

Responsable de una larga lista de títulos clásicos y contemporáneos para las casas editoriales más importantes de la región, el diseñador argentino Max Rompo define su diseño como «impresiones imperceptibles que ofrecen una perspectiva completamente nueva». A través de la siguiente entrevista, nos ofrece no solo sus reflexiones acerca del diseño editorial, sino un pormenorizado listado de editores, estilos y experiencias frente a la producción masiva de libros de arte y literatura.

Max Rompo

Ante todo, ¿nos puedes ofrecer un panorama de los últimos libros que diseñaste?

En Penguin Random House diseñamos portadas para libros de ficción, ensayo, investigación periodística, etc. con Agustín Ceretti bajo la dirección de Lucrecia Rampoldi. Es un ejercicio excitante porque llevamos muchos a la vez y hay que alternar la configuración de la cabeza varias veces por día, así que es difícil aburrirse.

Sin embargo, me divierte especialmente el diseño de series como la biblioteca de Jorge Luis Borges que se publica desde 2016. Había muchas ediciones en formato bolsillo y compilaciones, pero esta colección fue concebida en tomos individuales por los editores Juan Boido y Roberto Montes como un rescate de la experiencia de leerlo por primera vez.

Estudiamos sus primeros libros y reconstruimos el diseño tipográfico tanto en la maqueta interior (que Matías Gey cuida meticulosamente cada vez) como en las tapas. La aprobación del símbolo que ilustra cada tomo nuevo es un proceso exigente y lo revisamos hasta agotar objeciones, pero también es grato porque la discusión con (y entre) los editores es aguda y aprendo mucho.

También diseñé las primeras ediciones argentinas en Penguin Clásicos. Son títulos de los que existen muchas ediciones previamente ilustradas con retratos de los autores, escenas gauchescas y paisajes de fauna autóctona. Por eso creo que fueron audaces los editores, Mariana Vera y Mariano Kairuz, al optar por imágenes que expresan la brutalidad de los conflictos narrados, que actualizan su representación con tinta y sangre.

Otros libros que me gustó especialmente hacer fueron Poesía completa de Fogwill (Alfaguara), Este es el mar de Mariana Enriquez (Literatura Random House), la edición 50° aniversario de Cien años de Soledad (Sudamericana), la reedición de Yo, Robot (Sudamericana joven), el Diccionario amoroso del psicoanálisis de Elizabeth Roudinesco con ilustraciones de Aain Bouldouyre (Debate), 78. La historia oral del mundial de Matías Bauso (Sudamericana), la tapa ilustrada de En nuestro tiempo, de Ernest Hemingway con prólogo de Ricardo Piglia (Lumen) y la reedición de la biografía de Xul Solar de Álvaro Abós (Sudamericana).

Además, co-editaste y formaste equipo en distintos libros de arte, ¿cómo fue esa experiencia?

Así es. Vivo fuera de Capital Federal y cuando empecé a trabajar en Penguin Random House tomé la rutina de visitar en su casa al grafista parisino Francois Mussard. Fue una segunda formación. Estudiábamos mis bocetos y me permitía revisar los libros en los que él trabajaba. Llegué a conocerlos bien y por eso, años después, me encargó terminar dos de ellos: Calixto Mamani, el hombre del castillo de la artista Josefina Carón y Unreachable Empires del artista Sigismond de Vajay y del que fui, además, co-editor para el sello suizo JRP|Ringier.

Su diseño resuelve con el uso inteligente del espacio en blanco la disparidad que genera la traducción a tres idiomas de los textos que el escritor Mario Bellatín, el glaciólogo Bruno Jourdain y la geógrafa Elizabeth Johnson hicieron sin haber visto los dibujos.

Trabajamos con María Cecilia Cabrera y el propio artista para que las 70 acuarelas funcionen página a página como pasajes ilustrados de lo que cada texto relata. También con ellos, para JRP|Ringier y la asociación KBB, diseñamos Guillermo Kuitca Collected Drawings 1971-2017. Un libro monográfico con cuarenta años de dibujos del artista. Las más de 650 páginas fueron un puzzle difícil de descifrar para lograr exponer las múltiples recurrencias y transformaciones en la obra a lo largo de su vida. Fue un reto también en términos materiales porque es un libro realmente enorme.

Pude ver de cerca el trabajo de Guillermo Frontalini para lograr la reproducción impecable de más de 700 obras y ensayar muchas estrategias de producción gráfica gracias a la determinación de César Rodríguez en los talleres gráficos Índice (Barcelona), donde el proyecto se tomó como un desafío y agotamos las pruebas necesarias hasta dominar la encuadernación con sus pliegos extensibles, el efecto óptico y táctil del gofrado que pensamos para la cubierta y el entintado artesanal de los cantos.

En condiciones de tiempo, económicas y materiales, más ajustadas el cuidado de la producción gráfica de los catálogos que diseñamos con María Cecilia para el Ministerio de Cultura de la Nación los convirtió en buenos libros. Para la muestra Los ángeles de Charly (García) obtuvimos una fidelidad de reproducción muy celosa del trabajo de tres fotógrafas (Andy Cherniavsky, Nora Lezano e Hilda Lizarazu) con técnicas y estilos diferentes en colaboración con el equipo del taller Latingráfica en Buenos Aires. También en el de Trazos de vida de la ilustradora Lilian Obligado (que Graffica reseñó en su momento) que lleva también un bellísimo trabajo de encuadernación de Ricardo Laino en los talleres de Arcángel Maggio.

En tu incesante vínculo con el mundo de las tapas de libros, diseñaste la colección The Papertracks, de reciente impacto en redes sociales, ¿en qué consiste el proyecto?

Con Juan Bergerot pensamos The Papertracks como una serie de títulos populares ilustrados únicamente con portadas de discos conocidas. Aunque nos gusta creer que esta “colección de libros reimaginados para melómanos” podría convertirse en realidad, no es más que un simulacro. Un juego entre amigos que empezó en la editorial donde trabajamos juntos (Juan específicamente en audiolibros) y que expone las cuerdas con que se articula el sentido.

No hace falta haber leído a Freud para tener una opinión sobre sí o poder adivinar algunos hábitos de sus lectores. Aprovechándose de esto, una mínima economía de recursos basta para que sea verosímil y en su sencillez está la gracia.

De hecho, ni bien los pusimos en Instagram, recibimos muchas sugerencias para títulos nuevos sin haber tenido que explicar nada porque no se trata de volcar nuestra propia cultura visual sino de avivar prejuicios y saberes populares latentes para despertar un cosquilleo.

Como ejercicio puede ser de interés para quienes estamos involucrados o sentimos curiosidad por los mecanismos de producción del discurso simbólico porque expone nuestra vulnerabilidad como lectores ante las intenciones de un editor hábil. ¡Ah! y también vale como tenue festejo del Nobel de Bob Dylan, ¿verdad?.

Hay un sentido de apropiación en el diseño de The PaperTracks, ¿sintetiza tu propia cultura visual, tu propio bagaje de influencias, tan presente en tu obra gráfica?

Intento que el lector asimile lo más intensamente posible cada pieza más allá del tema o el formato sin distinguir imágenes y palabras. Si se insiste mucho con el propósito funcional del diseño terminamos despreciando su capacidad expresiva. La imagen es texto y me gustan aquellos en los que se puede leer más que lo explícito (ERORR). Evocar connotaciones para hacerlo memorable y contagioso.

En muchas ocasiones ofreces tu mirada social a través de afiches, colaboraciones para otros proyectos o simples opiniones diseñadas acerca de los temas de la actualidad. Frente a eso, ¿cuál es la actual situación del profesional del diseño argentino, entre los vaivenes del mercado, la precaridad del sector y la oferta laboral?

Mala, pero tanto como la de otros sectores. El diseño sirve para interpretar y transmitir ideas. Como tantos otros oficios se desprestigia cada vez que las condiciones laborales, educativas y culturales empobrecen. En especial porque una sociedad que no puede interpretar su realidad es dócil y es en épocas de crisis cuando más se intenta poner en duda la importancia del lugar que ocupan los demás en la sociedad. No hay que caer en la trampa ni perder el foco: no sobra nadie, excepto los que excluyen.

“Recordé que es fama entre los etíopes que los monos deliberadamente no hablan para que no los obliguen a trabajar…”. El inmortal (El Aleph, de  J.L. Borges)

Volviendo a las grandes casas editoriales, ¿cuáles son las condiciones o los requerimientos de tapa que imponen para llegar a mas lectores? ¿Ofrecen libertad de acción en el diseño?

El lenguaje muta y no hay fórmulas, aunque las intentemos todo el tiempo. Los involucrados en la publicación de un libro trabajamos en propiciar las condiciones para que llegue a manos del lector indicado. La biografía de un cantante romántico necesita una arquitectura distinta a la de un manual de economía. Se trata de sembrar pistas como migas para registrar cada libro en el universo simbólico que sus potenciales lectores habitan. En las librerías reina un orden tácito por género y un status que está repleto de rasgos sutiles y evidentes.

Al final se trata de un juego de seducción que busca el equilibrio preciso entre las propiedades que clasifican a un libro y la inserción de anomalías que lo distingan de sus parientes.

Entonces, es importante atender cada detalle porque, por ejemplo, un buen título en la tipografía equivocada y viceversa pueden arruinar el plan. En la editorial se trabaja con libertad dentro de este laberinto y la aprobación de las propuestas no depende de nada más que los buenos o malos argumentos. Es cierto que tener que defenderlas —sobretodo cuando hay fatiga y prisa— puede ser frustrante, pero solo de esa manera conseguimos buenos resultados. No debería ser de otra forma en cualquier parte, porque si no se defiende el albedrío, vamos fritos.

Para lo que resta de 2018, ¿en qué nuevos proyectos de diseño trabajas?

Con Fito Paez hicimos el mes pasado la promoción de su concierto en el Carnegie Hall y resultó muy bien. Ahora toca preparar la presentación del 30º aniversario de su disco Ey! en el teatro Gran Rex de Buenos Aires. Siempre tuvo un desarrollo visual de altísimo nivel y en especial el diseño de sus discos que hizo Alejandro Ros. Es una bella responsabilidad. De los libros en los que estoy trabajando, el que más me entusiasma es el de dibujos y estampas de María Elena Scollo que espero poder editar yo mismo muy pronto.

→ maxrompo.com

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