Fotos: Juan Martínez
El festival de diseño más fashion de la temporada cerró el sábado con la ‘felicidad’ transmitida por Stefan Sagmeister en su ponencia (la puedes ver aquí en versión reducida), pero con una horrible sensación de que alguien nos ha tomado el pelo.
Durante los tres días que ha durado el festival podemos sacar algunas conclusiones muy dispares. Por un lado, no podemos negar que el festival es un evento al que se puede asistir si quieres estar al corriente de muchas cosas. Grandes conferencias, talleres, actividades, contactos… Para aquellos que no tienen la oportunidad de asistir de forma regular a eventos de diseño es un lugar perfecto para llenar la mochila con todo lo que se cuece hoy: Gráfico, Motion, Video, Interactividad, Tendencias… y también un lugar donde pasar el fin de semana tomando cervezas con los colegas al más puro estilo festival de música.
Offf es un festival con gran experiencia, 10 años en los que han estado en Nueva York, París, o Lisboa. Con una trayectoria, que ahora parecen querer reiniciar con el slogan de Year Zero (una especie de volver a empezar) y una capacidad de atracción, tanto de ponentes como de público internacional, envidiable para la mayoría. Esto que aparentemente debería ser una garantía de buena organización y perfecta sincronía, este año ha sido uno de los puntos más débiles del festival.
La elección del lugar ha sido un total error o la avaricia por vender entradas ha superado a las instalaciones. No se pueden vender 3.000 entradas cuando en las salas apenas caben 1.000 personas (en algunas ni eso). ¿Qué pasaba cuando a todo el mundo le daba por ir a ver a alguien? Pues que tenías que hacer una cola interminable o simplemente no te dejaban entrar ya que estaba a reventar.
Pero incluso si conseguías entrar, burlando la vigilancia de los guardias del CCCB, podías llegar a la sala y optar por: 1. Sentarte, si llegabas muy pronto, pero sin posibilidad de levantarte para nada durante horas (algunos pensaron seriamente en sondarse para no mearse encima y por supuesto tenías que tener la mochila llena de víveres). 2. Quedarte de pie, con lo que al final del día estabas realmente perjudicado, además de haber visto la conferencia intentando sortear todas las cabezas. 3. Tirarte al suelo, con variantes: delante, laterales o pantallas interiores. En cualquier caso, si la mejor versión era encontrar asiento, las sillas eran infames. Sillas de plástico de camping-playa en las que apenas se puede uno sentar 15 minutos seguidos.
La organización pensó que no todo el mundo querría ver lo mismo a la vez y en ese caso puso unas pantallas en el exterior para que los que se quedaban fuera pudieran verlo sin problemas. Pero no contaron con la lluvia, y claro si encima de no poder asistir en directo, te mojabas para poder verlo… Casi era mejor quedarse en casa (u hotel) y verlo en streaming. Aun así, el video que se veía en las pantallas apenas tenía realización con lo que si el ponente tenía una pantalla con un titular durante 5 minutos eso era lo que se veía.
Tampoco se puede programar un evento, que aparentemente está pensado para profesionales o futuros profesionales, en el que es imposible ver todo lo que se programa. Como si la cantidad fuera una virtud. Con ello la opción del streaming era mucho mejor. Tres salas, tres pantallas, vas viendo cómo se desarrolla cada una desde tu monitor y te quedas con todo. En persona era imposible de los imposibles.
Problema añadido fue el idioma. Si bien parece que el 80% del público era extranjero y el idioma común es el inglés, muchos de los asistentes nacionales y alguno internacional se quedó sin poder entender nada ya que todas las conferencias eran en inglés (incluidas las de los españoles) sin traducción simultánea. Esto no es un problema, se avisa y uno opta. Pero sin previo aviso es directamente un engaño.
Imagínense a un ‘offfer’ vestido con sus mejores zapatillas, con la bolsa vintage y las gafas de colores entrando por la puerta del Offf después de pagar sus buenos euros en viaje, hotel, comida y entrada. Llega a la puerta de una de las salas y no le dejan entrar a ver a uno de sus diseñadores favoritos, va a la otra y hay una cola (totalmente parada) en la que si sale uno entra otro. Se acerca hasta una de las pantallas y descubre que Alex Trochut está hablando en inglés y no entiende nada. Y por si fuera poco se pone a llover. Cabreo monumental.
Pero más allá de los problemas de organización que son muy importantes, hemos percibido algo que ya olfateamos en el MAD. El festival esta bastante vacío de Concepto. Parece que los eventos de diseño, incluso algunos ‘workshops’ se han convertido en una especie de caja registradora para fans del diseño que poco les importa lo que les maltraten o incluso que lo que les cuenten o enseñen no sirva para nada, con tal de ver a su ídolo de vivir la experiencia de estar cerca y ver cómo otros han conseguido el éxito que nosotros no conseguiremos jamás.
Más que un acto profesional y de búsqueda de conocimientos se han convertido en actos sociales y de ocio. Si te abstraes un poco es como estar en el Primavera Sound. Incluso los mismos comentarios: «A este no voy a ir que ya lo vi en Madrid» «Esto es lo mismo que ‘toca’ en todos los ‘conciertos’». Señores conferenciantes, por favor, cambien sus presentaciones de vez en cuando, que algunas ya huelen. O mejor, señores organizadores exijan a los ‘artistas’ que hagan algo diferente, algo especial para que valga la pena volver a verles porque a poco que hayas ido a un par de festivales ya has visto todas las presentaciones en un par de años.
No importa pasar frío, calor, sudor, hambre, apretones o gastarse el dinero con tal de estar en primera fila para ver el espectáculo y poder luego conseguir un par de autógrafos. Lo más grave es que la capacidad crítica de la gente que acude a estos eventos es, salvo excepciones, nula. La mayoría están encantados. Comentábamos entre algunos asistentes qué pasaría si esto mismo hubiera sido una reunión de abogados. Pues que hoy la organización tendría unas miles de demandas presentadas en los juzgados que superarían en valor a los 400.000 euros de presupuesto del festival.
Como resumen, podemos aconsejar que acudir a eventos de diseño puede ser muy interesante y enriquecedor, pero también muy frustante. Antes de comprar la entrada, entérate bien de que, cuando, como… porque con lo que algunos han gastado en el Offf2011 bien podían pagarse un buen Master para aprender de verdad. Tendrán que esforzarse mucho para que en la próxima edición, al menos el público español, vuelva de forma incondicional.
ACTUALIZACIÓN: Parece que ya ha habido reacción de los Offfers en la web Actuable en la que piden una compensación por los problemas sufridos. También en un blog los estudiantes del IED Barcelona se quejan del trato recibido por el Offf 2010 Paris en el que llegan a acusar al festival de esclavitud.
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