Milton Glaser, la humildad del éxito

TEXTO PUBLICADO EN LA REVISTA GRÀFFICA N.7 ÉXITO Y FRACASO. Milton Glaser está considerado la personificación del diseño gráfico americano de la segunda mitad del siglo XX.. En 1974, estableció su propio estudio. A lo largo de su carrera, fue un prolífico creador de carteles y grabados. También dedicado al diseño editorial y la identidad corporativa, el estilo del diseñador se caracteriza por su eclecticismo. Son las tres y media de la mañana hora española. Un escueto correo electrónico llega al servidor de nuestra redacción. Apenas lo componen tres contundentes sentencias: un saludo, una despedida, y una pregunta. «¿Qué es lo que os gustaría saber sobre éxito y fracaso?». Casi excesivamente terrenal, amigable, teniendo en cuenta quiÉn la firma: «Milton». Milton Glaser. Cuando una se pone en contacto con un referente del diseño a nivel mundial, siempre está escéptica sobre su respuesta. Correos que no llegan, se cuelan en la escurridiza bandeja de spam, o resultan poco interesantes para la persona que los lee. La historia de siempre. Quizá por ello, la pregunta de Milton Glaser, realmente interesada sobre el tema del éxito y el fracaso, es la oportunidad idónea para hablar con él y degustar con detenimiento cada uno de los conocimientos que ha cosechado durante su extensa trayectoria. A sus 88 años, el diseñador gráfico neoyorquino sigue activo. Su estudio, nacido en 1974, está emplazado en Murray Hill, un humilde barrio situado al sureste de la ciudad que, como el propio Glaser, ha crecido sin olvidar su honestidad. Densos parques, rascacielos, y un colegio componen su entorno de trabajo, acotado en un edificio de cuatro plantas y sin ascensor donde el diseñador da rienda suelta a una vocación que lleva alimentando desde hace más de 60 años. Y los que le quedan. Porque no, Glaser no piensa en retirarse. «Quizá con jubilación te refieres a morir», nos indica cuándo le preguntamos sobre sus planes de futuro, «no estoy del todo preparado para eso». «La jubilación es una conspiración para conseguir que la gente deje el trabajo a la fuerza», alega el diseñador, que también añade que no está interesado en ello. Admite que no tiene la energía o pasión de antaño, pero que incluso el hacerse mayor conlleva ventajas: «Cuando envejeces dejas de malgastar el tiempo» es su contundente mensaje. El tiempo, precisamente, no lo ha perdido. Tras estudiar en la Escuela Superior de Música y Arte y la Escuela de Arte Cooper Union en Nueva York, obtuvo una beca Fullbright. Destino: Bolonia. Allí, aprendería junto con el pintor Giorgio Morandi, uno de los nombres imprescindibles de la pintura italiana del siglo XX. Unos años más tarde, a su regreso a Nueva York, fundaría el revolucionario Push Pin Studios con Seymour Chwast. El famoso cartel de Bob Dylan o su célebre I New York (esbozado en una servilleta para fomentar el turismo en la Gran Manzana) serían solo otros de los logros que, hoy, figuran en una larga lista de éxitos que han llevado a Glaser a convertirse en un personaje imprescindible en el diseño del siglo xx. El éxito no le es desconocido. «¿Quieres decir por éxito cuánto dinero o fama he adquirido? Tengo bastante de ambos», resuelve el diseñador sin un ápice de soberbia. No es para menos: además de sus hitos anteriores, el neoyorquino ha rediseñado importantes publicaciones como Paris Match, L’Express, Esquire o La Vanguardia, y su obra ha recibido el cobijo de instituciones como el Centro Georges Pompidou de París o el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Cualquiera diría que el fracaso nunca se ha interpuesto en su camino. Pero no. Glaser sabe lo que es fracasar. Es más: alaba el fracaso. Para él es la única manera de avanzar, de desarrollarse, de evolucionar. Cada nuevo fracaso genera una nueva oportunidad de aprendizaje. Una, otra, y otra vez. Resulta para- dójico, pero así es: «El modelo para el desarrollo personal es contrario al del éxito profesional». Lo reveló Milton Glaser cuando, preguntado por estudiantes de la Escuela de Comunicación de Berghs (Estocolmo), se enfrentó a lo que implicaba el miedo al fracaso en una ronda de testimonios que recopilaron los jóvenes para su acto de graduación. Su valiosa lección, de solo siete minutos y disponible en la plataforma Vimeo bajo el título de «Miedo al fracaso», sigue siendo consultada hoy por miles de creativos en todo el mundo. La dimensión más personal de Milton Glaser queda comprobada al preguntarle, directamente, sobre fracaso, una palabra que se despega de sus labios con frecuencia. «La falta de atención sobre otros es el fracaso más significativo en la vida», nos revela. La trascendental contestación evidencia su lado más íntimo. También lo hace cuando fija la vista en el horizonte de la cultura visual. «Los retos en este sector pasan por cómo reformar la cultura mundial para ser justo y generoso con todos», advierte. Quizá el fracaso tiene mucho que ver con nuestro lado más humano. Quizá Glaser lo sepa mejor que nadie. No por ello, sin embargo, renuncia a expresar los errores del sector. Y lo hace con la misma contundencia: «Algunos proyectos fracasan porque las personas que los compusieron fueron estúpidas; otros, porque los proyectos en sí eran estúpidos». La cuestión de la «mala suerte» también aparece en su discurso, pero le resta importancia rápidamente. La responsabilidad de llevar adelante un proyecto no entiende de azares. Sin embargo, ni siquiera ello es negativo: «Si no fracasáramos, ¿podríamos definir el éxito?», nos pregunta en un ejercicio de meditada reflexión. «No sé la respuesta» es su sencilla confesión. «Para triunfar, es suficiente con ser competente y encontrar a alguien dispuesto a pagarte por hacer un trabajo profesional de nivel medio». No parece, a primera vista, complejo. Pero entonces entran en juego las expectativas: «Si tienes falsas expectativas sobre el diseño, probablemente se extienda a todo lo demás en tu vida también». Consejos que van más allá del propio sector. «Los falsos genios son muy difíciles de distinguir de los verdaderos», recapacita. No nos despedimos sin una última pregunta que roza lo más recóndito de sus recuerdos: ¿se arrepiente de algo en la vida?, ¿algo del pasado? «Para citar a un filósofo olvidado: “Si hubiera sabido que iba a vivir tanto habría cuidado mejor de mí mismo”», parafrasea. 88 años de vida, la más poderosa maestra, a sus espaldas. Toda una existencia dedicada al diseño con honestidad, humildad y responsabilidad. ¿Lamentos? Pocos. ¿Triunfos? Muchos. Y, antes del adiós definitivo, una contundente respuesta que define, de nuevo, el espíritu de Milton Glaser: «El éxito, para mí, es vivir feliz mi vida».

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