Después de haber agitado Francia durante varias semanas, el Mayo del 68 le dejó al mundo un sabor de revolución fallida. Pero a pesar de su fracaso político, la primavera francesa marcó el inicio de una nueva movida cultural y de un grafismo militante sostenido por la producción de más de 200 carteles originales.
Del artista al militante político
París, mayo 1968. Alrededor de 8 millones de personas toman las calles para expresar su inconformidad frente al régimen de Charles de Gaulle y pedir un cambio político y social. El descontento nacional necesita una voz y su voz nacerá impresa en monocromo sobre un papel barato en las universidades de arte transformadas en talleres de creación gráfica.
‘Fábricas, Universidad, Unión’. Las tres palabras irregularmente pintadas de blanco sobre un fondo negro marcan la creación del primer cartel de Mayo 68 y la alianza de los estudiantes de bellas artes al movimiento contestatario nacional. Así, el 14 de mayo de 1968, los estudiantes transforman la escuela nacional de Bellas Artes de París en un dormitorio improvisado, desde donde se unen a las manifestaciones. En el taller de litografía, cuatro estudiantes imprimen el primer cartel de Mayo 68, inmediatamente apropiado por los manifestantes y pegado en las calles y factorías ocupadas de la ciudad.
«La producción de carteles era una decisión evidente para expresar el poder de protesta de nuestra unión colectiva», comenta Philippe Vermès, co-fundador del Atelier Populaire, en su libro Beauty is in the Street.
El nacimiento de los talleres de serigrafía
Pero la litografía es una técnica larga y fastidiosa, que solo permite imprimir alrededor de treinta ejemplares en una tarde. Es entonces que Guy de Rougemont inspirado por el trabajo de The Factory, el estudio neoyorquino de Andy Warhol, propone montar un taller de serigrafía usando plantillas de seda, papel y cartón. Esta técnica asequible, móvil y eficiente aumentará la producción a más de «2000 ejemplares a la vez», comenta Vermès.
El 17 de mayo se realiza el primer cartel de serigrafía, marcando el nacimiento del Atelier Populaire, un taller de diseño e impresión dedicado a expresar la voz del pueblo. Vermès cuenta: «trabajábamos día y noche en turnos. La gente llevaba comida, café y ayudaba como podía». Durante el día, un centenar de jóvenes realizan los carteles y los someten al voto de la asamblea general. Los carteles elegidos se imprimen la misma noche, antes de ser masivamente pegados por la ciudad. «Los parisinos se despertaban la mañana siguiente y descubrían las nuevas impresiones», cuenta Vermès.
Cuando la técnica impone un modo de expresión
En Bellas artes, Rougemont establece los principios relativos a la identidad visual del movimiento, un dibujo simple, fácil de tratar con goma arábiga para tapar la seda, colores planos, sin media-tintas y un solo color por cartel.
La estética de Mayo 68 es directa, rudimentaria y desordenada. El cartel generalmente monocromo se imprime sobre un papel barato.
«Los periódicos y tiendas de impresión en paro nos proporcionaban papel y pintura», comenta Vermès. Inspirado en la iconografía relativa a la fábrica y al poder estatal, el grafismo retoma las características de la caricatura. Las formas toscas con contornos irregulares, no son las marcas de una dirección estética sino de una urgencia política. Combinados, la imagen y el lettering expresan un mensaje de solidaridad, contra el consumismo, la violencia policiaca y los ataques contra la prensa libre, con una simplicidad que revela el cierto amateurismo de los aprendices en serigrafía.
Así, los talleres populares introducen la prácticade la serigrafía en Francia. La técnica permite favorecer la autonomía de pequeños grupos y aficionados, para realizar imágenes y producir soportes propios. Poco a poco, los talleres de impresión van ocupando las factorías en paro, transformando las manufacturas corporativas en editoriales disidentes. En total una decena de ‘talleres populares’ son creados entre mayo y junio 1968.
El colectivismo contra el arte burgués
En el medio de la contestación contra el orden preestablecido, los talleres populares dibujan un nuevo paradigma artístico en ruptura con el arte burgués. En el taller, la “firma” individual así como el estatus especial conferido al artista desaparecen en favor de una obra colectiva incluyendo miembros no-artistas. El artista se vuelve un trabajador como los demás, al servicio del pueblo. Se desarrolla una relación íntima entre la práctica artística y práctica revolucionaria.
El 27 de junio 1968 la policía se introduce en la universidad para desmantelar el taller. «No hubo resistencia», afirma Vermès. Sin embargo, los estudiantes previamente avisados por un policía amante del arte alcanzan a llevarse el material y firman un último cartel, La policía se exhibe en Bellas Artes y Bellas Artes se exhibe en la calle, expresando su resistencia y la continuidad del movimiento a pesar de la desaparición del taller.
Aunque los ideales revolucionarios de Mayo 68 serán abortadas pocas semanas después con la reelección de un gobierno conservador, los talleres populares perdurarán y se convertirán en espacio de trabajo para la gente ordinaria.
Inspiraran el nacimiento de unos 30 grupos de creación gráfica en Francia y de iniciativas equivalentes en Inglaterra, Portugal, Italia o México.
Más que un surgimiento efímero, los talleres populares capturaron la imaginación y concienciación de la época y marcaron un momento fundador del diseño gráfico francés, enfocando la atención sobre las prácticas políticas del arte.
Imagen extraída del libro Beauty is in the Street por Phillipe Vermès y Johan Kulgeberg, cortesía de Letterform archive