30 años después el logotipo creado por Josep Maria Trias para Barcelona 92 es una importante muestra del diseño español reconocido en todo el mundo.
Josep Maria Trias es el diseñador que creó el logotipo de los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Su propuesta fue la elegida mediante un concurso en el que participaban seis diseñadores y un jurado de 30 personas pertenecientes a organizaciones relacionadas con el diseño, la estética, la imagen… El resultado fue el logo-atleta, una figura antropomorfa, dinámica, cálida y humana.
En pleno bullicio por la preparación de las Olimpiadas, la ciudad de Barcelona intentaba ‘acicalarse’ y ponerse ‘guapa’ para el evento. En 1983, Josep Maria Trias (Barcelona, 1948) recibió el encargo de presentar una idea para el logo de la candidatura olímpica de Barcelona 92. En ese momento, su propuesta no fue la ganadora, sino que quedó en segundo lugar ya que se trataba de un concurso en el que participaron seis prestigiosos diseñadores.
Sin embargo, tres años más tarde, cuando definitivamente la ciudad fue seleccionada oficialmente como sede, la propuesta de Trias fue la elegida. En el camino se quedaron los diseños propuestos por América Sánchez (que fue quién diseñó la imagen de la candidatura), Cruz Novillo, Carlos Rolando, Yves Zimmermann y Enric Satué.
Tras la designación de Trias, el proyecto se vio envuelto de cierta urgencia, según declaraciones del diseñador para El País: «Pasaron muy pocos meses desde que se designa a la ciudad y se decide el logo, había urgencia para que se empezaran a hacer los contratos con las multinacionales».
Sin duda, un proyecto complejo por la multitud de aspectos a tener en cuenta. Por un lado, había que eliminar antiguos clichés y esa imagen viciada asociada a España que tradicionalmente llevaba a la ecuación ‘sol + playa + flamenca’. Se pidió que fuera una propuesta creativa y Barcelona apostó por una imagen moderna, pero sin perder sus raíces y su cultura mediterránea. Y así es como se fue forjando la asociación ‘Barcelona = diseño’.
Por otro lado, Josep Maria Trias no quería que la imagen se pareciera a la de anteriores Olimpiadas, donde tradicionalmente abundan las líneas geométricas y el encorsetamiento técnico.
El proyecto debía hacer gala de una gran originalidad, pero al mismo tiempo debía tener un lado más cálido y humano. Pintores y artistas como Picasso, Miró, Dalí, Gaudí o Tàpies habían estado tradicionalmente asociados a la ciudad y en cierto modo, esa premisa sirvió como punto de partida.
unificador de mensajes
Además del aspecto cultural, el logotipo debía generar un código que permitiera unificar los múltiples mensajes y elementos comunicativos que conllevan unos juegos olímpicos. Todo ello sin olvidar el componente comercial, ya que un evento de este tipo está asociado ineludiblemente a la venta de derechos de la imagen olímpica y a la generación de una exorbitante cantidad de merchandising (publicidad de las marcas patrocinadoras, packaging, licencias de objetos múltiples…)
Durante una época en la que prácticamente el Mac era un desconocido, Josep Maria Trias se puso manos a la obra con unos cuantos folios DIN A4, papel cebolla, un rotulador Edding negro y otro Pantone gris muy oscuro como únicas herramientas. Con todo ello fue trazando a mano en blanco y negro las líneas del logotipo. Así surgió el logo-atleta, símbolo de Barcelona 92.
Tres pinceladas daban forma a este símbolo con carácter humano con una remarcada actitud dinámica: en la parte superior la cabeza, en la parte media los brazos abiertos y en la parte inferior las piernas. Por primera vez en los Juegos Olímpicos modernos se iba a utilizar un logo con figura antropomórfica.
Esa imagen facilitó el diseño de los pictogramas: 32 correspondientes a los deportes olímpicos y otras 82 figuras para la señalización de servicios, áreas de entrenamiento y en el entorno de los equipamientos.
El logo inicial nació en blanco y negro. Cuando Josep Maria Trias tuvo el símbolo, a posteriori llegó el cromatismo: azul, rojo y amarillo. Colores vivos y vibrantes, como en en un cuadro de Miró, pero que en aquella época estaban muy «marcados políticamente», según declaraciones de Trias. El trabajo estaba dotado de un presupuesto de tres millones de pesetas (18.000 euros), una bagatela si pensamos en la difusión de un proyecto de esta dimensión. Trias también se encargó del desarrollo de la imagen posterior, con un presupuesto superior que le permitió cubrir los costes del equipo de 12 grafistas vinculados a la empresa.