«Lo que esconde una fotografía» por Óscar Guayabero

Una fotografía del Congreso Internacional de Constructivistas y Dadaístas celebrado en 1922 sirve de excusa para probar que los «ismos» y sus protagonistas convivieron y se divirtieron.

De izquierda a derecha. Fila superior: Max and Lotte Burchartz, Peter Röhl, Vogel, Lucia and László Moholy-Nagy, Alfred Kemeny. Fila del medio: Alexa Röhl, El Lissitzky, Nelly and Theo van Doesburg, Sturtzkopf. Fila de abajo (sentados): Werner Graeff, Nini Smit, Harry Scheibe, Cornelis van Eesteren, Hans Richter, Tristan Tzara, Hans Arp.

El otro día alguien colgaba esta primera imagen en una red social, la cual no me paga para que haga promoción, así que no voy a nombrar. La fotografía ya la había visto sin prestarle mucha atención.

Hay otras fotografías parecidas de ese mismo encuentro, en diferentes momentos del día, la más conocida es una en la que están tonteando alegremente. Pero en esta ocasión me atrapó porque estaban enumerados los nombres de todas las personas que aparecen.

Hay nombres más conocidos que otros. Como de costumbre, los de las mujeres permanecen más en la sombra. Pero solo con los que, de entrada, me sonaban hubo bastante para despertar mi curiosidad.

Así que me propuse saber más de la imagen, cuándo fue hecha y también saber más sobre sus protagonistas. No los enumeraré a todos porque eso sería propio de una tesis doctoral, pero sí me detendré en algunos que creo que pueden ser de interés.

En primer lugar, la foto se hizo en 1922 en la ciudad de Weimar, capital de la república resultado de la derrota del imperio prusiano en la I Guerra Mundial. Se trata del Congreso Internacional de Constructivistas y Dadaistas, el primero y que se sepa el último, ya que de algún modo este evento marcó el final (intrínseco en su propia génesis) del Dadaísmo. Aunque con Tristan Tzara y compañía nunca sabe uno si Dadá acabó entonces o tan siquiera si existió en algún momento.

lucia, fotógrafa de la bauhaus

Una de las cosas curiosas de estas fotografías es que nunca figura el autor/a. Varios/as de los/as que salen en la imagen podrían ser los/as autores/as puesto que hay diversos/as fotógrafos/as. Y lo escribo reforzando el posible femenino porque yo me inclino a pensar que la imagen es obra de Lucia Moholy, al menos de las dos más famosas.

De izquierda a derecha. Primera fila arriba: Lucia Moholy, Alfréd Kemény, László Moholy-Nagy. Segunda fila: Lotte Burchartz, El Lissitzky (con pipa), Cornelis van Eesteren, Bernhard Sturtzkopf. Tercera fila: Max Burchartz (con un niño en hombros), Harry Scheibe, Theo van Doesburg (con sombrero de papel), Hans Vogel, Peter Röhl. Cuarta fila: Alexa Röhl (mirando abajo), Nelly van Doesburg, Tristan Tzara, Nini Smit (Sophie Taeuber), Hans Arp. Quinta fila: Werner Graeff and Hans Richter (en el suelo).

Ella está en las dos instantáneas al fondo de la imagen, sin intervenir en la composición, así que sería sencillo con una cámara con trípode y un temporizador dejar la escena preparada y correr luego a colocarse detrás del grupo.

No sería de extrañar. Muchas (casi todas) las imágenes que nos han llegado de la Bauhaus son hechas por Lucia Moholy, aunque en muchos casos no figura su nombre.

La razón es que al huir de Alemania por el ascenso de los nazis, la fotógrafa dejó su fondo y negativos a László Moholy-Nagy que aunque ya estaban separados seguían en contacto. Laszlo a su vez, le entregó todo el fondo a Walter Gropius quien lo usó profusamente en exposiciones y libros, ya en su etapa en los Estados Unidos.

Lucia Moholy, desde Londres, tuvo que reclamar durante años que se reconociera su autoría, hasta que Gropius accedió, parece que bastante contrariado. Según él, el trabajo de Lucia Moholy como fotógrafa oficial de la Bauhaus entre 1923 y 1928 era propiedad de la escuela y no cabían autorías.

Gropius en este caso no sale muy bien parado, si bien es cierto que en enero de 1933, él mismo escribe una carta a Josep Lluís Sert en la que manifiesta que Lucia Schultz, ex-esposa de László Moholy-Nagy, necesita salir de Alemania y si desde Barcelona puede hacer alguna cosa. Lo cortés no quita lo ególatra.

nelly: artista, pianista y bailarina

Otro de los aspectos que llaman poderosamente la atención, es el evento en sí mismo, el Congreso Internacional de Constructivistas y Dadaístas. Parece que la organización corrió a cargo de Theo van Doesburg y eso en sí mismo es bastante interesante.

Conocemos a Van Doesburg por su labor de difusión del movimiento neoplasticista holandés, ya bajo en nombre de De Stijl, la revista que él mismo fundó y editó entre 1917 y 1931 cuando murió de un infarto.

Aquí, otra vez entro en la especulación y creo que Nelly van Doesburg fue un elemento importante en la organización de dicho congreso. Para esta hipótesis me baso en el hecho de que ella era artista, pianista y bailarina de vanguardia pero además también estaba acostumbrada a organizar eventos.

De derecha a izquierda. Werner Graeff, Mrs. Roehl, Peter Roehl, Theo van Doesburg, Cornelius van Eesteren, Nelly van Doesburg, Hans Richter, Mrs. Burchartz, Max Burchartz, Hans Arp, Kurt Schwitters.

Algunos años más tarde, en 1929 organizó la ESAC (Expositions Sélectes d’Art Contemporain) de la «pintura joven parisina contemporánea» en el Stedelijk Museum de Ámsterdam y Pulchri Studio en La Haya.

Nelly van Doesburg también participó en esta exposición bajo el seudónimo de P. Cupera. Ya había usado otro seudónimo, el de Pétro para crear obras dadaístas y de hecho, al año siguiente de esta fotografía, ella y Theo, junto a Kurt Schwitters y Vilmos Huszár hicieron una gira Dadá por Holanda, donde Nelly tanto exponía obra como bailaba o tocaba al piano piezas de Satie.

theo, el constructivismo y el dadaísmo

En todo caso, la idea de intentar converger dos corrientes, de entrada, alejadas como el Constructivismo ruso y el Dadaísmo nacido en Zurich, es del todo contradictoria con la imagen de las vanguardias y al mismo tiempo sobre la imagen de artista estratégico, ambicioso y manipulador de Van Doesburg que a menudo nos cuentan los libros.

El propio Hal Foster, en una crítica sobre la exposición que la Tate Gallery hizo sobre el creador holandés, confiesa su sorpresa: «La exposición anuló mis conceptos erróneos uno por uno. Van Doesburg surgió menos como un empresario en movimiento por Europa Occidental que como un idealista comprometido con un modernismo internacional, y menos como un aficionado a la publicidad que como un artista novedoso para quien la creación de redes de personas, proyectos y publicaciones era el trabajo principal. Aunque su política era vaga —el tema principal era la denuncia del individualismo nefasto—, Van Doesburg estaba comprometido con la vanguardia como un pequeño colectivo que podría desencadenar una revolución espiritual (una especie de leninismo sin Lenin en el arte)».

Su utopismo se formuló al margen de la realidad política, como si el hombre nuevo, que había de formar la nueva estética, prescindiera de todos los viejos parámetros. El cambio social había de producirse por el arte y a través del arte.

Para Theo van Doesburg el cambio social había de producirse por el arte y a través del arte.

Theo van Doesburg, suele ser reconocido como el agitador de un grupo de artistas que toman la abstracción como herramienta para transformar el mundo. Esta imagen convencional está totalmente en las antípodas del movimiento dadaísta, que empleó el error, lo absurdo, el azar y la subversión para rebelarse contra las normas  y el positivismo de la cultura y la ciencia europea después de la Primera Guerra Mundial.

Uno podría esperar el entusiasmo de Van Doesburg por el Constructivismo ruso, de hecho fue uno de sus impulsores en Europa. Sin embargo, junto con su adhesión a la fe utópica de los constructivistas en la abstracción, Van Doesburg experimentó con Dadá la fascinación del caos y la provocación irreverente.

Mientras los rusos desfilaron con los Soviets, los dadaístas jugaban al ajedrez con Lenin por las tardes. Resulta que el Cabaret Voltaire estaba en el mismo callejón Spiegelgasse de Zurich, donde el ruso estaba exiliado, acabando de ultimar los preparativos de su vuelta a Moscú y de la revolución.

Quizás por eso hay dos fotografías, en la primera posan formales, casi serios, como constructivistas y en la segunda posan como unos bufones de Hugo Ball en el cabaret suizo.

Por eso es fascinante ver juntos a El Lissitzky y Tristan Tzara (este último, con monóculo, besando la mano de Nelly Van Doesburg en la versión Dadá). El Lissitzky marcó en buena medida la gráfica De Stijl pero también y de rebote la de la Bauhaus.

De izquierda a derecha. Kurt Schwitters, Raoul Hausmann, Theo van Doesburg, Cornelis van Eesteren, Hans Richter, Nelly van Doesburg, desconocido, El Lissitzky, Ruggero Vasari, Otto Freundlich, Hannah Höch, Franz Seiwert and Stanislav Kubicki.

Con Molohy-Nagy, Mies van der Rohe, Hans Richter y Jean (Hans) Arp (dadaísta por cierto), constituyó el Grupo G, una publicación que no solo daría fama al arquitecto Van der Rohe sino que sentaría las bases del diseño moderno en los siguientes años.

Pero ¿y Tristan Tzara? Pues justamente en mayo de 1922, Dadá organizó su propio funeral. Según Hans Richter, el entierro tuvo lugar en Weimar, donde los dadaístas asistieron a un festival de la escuela de arte Bauhaus (no se especifica qué festival), durante el cual Tzara proclamó la naturaleza esquiva de su arte: «Dadá es inútil, como todo lo demás en la vida. [ …] Dadá es un microbio virgen que penetra con la insistencia del aire en todos esos espacios que la razón no ha podido llenar con palabras y convenciones».

Más allá de eso, el fotomontaje muy utilizado por constructivistas y también en la Bauhaus, fue una aportación del dadaísmo. El fotomontaje nace como combinación elaborada con imágenes preexistentes con George Grosz y Hannah Höch como una especie de visueller Anarchie (anarquía visual). En todo caso, será a partir de la asistencia a este congreso que la Bauhaus proyectará dedicar un volumen de su colección a Tristan Tzara y que maquetará Moholy-Nagy. 

Seguiría y seguiría rebuscando en libros y redes, información sobre todos y cada uno de los personajes de la imagen pero, de momento, me quedo con los apriorismos que esta imagen por sí sola desmiente. De Stijl, constructivistas, dadaístas y miembros de la Bauhaus, juntos y bien revueltos. El utopismo obrero y el nihilismo intelectual no estaban tan lejos como podría parecer, en una época que fue tan fascinante como aterradora, por la bestia negra que iba creciendo en Weimar y en el resto de Alemania, en esos mismos días.

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