Con motivo de los concursos de diseño que se hicieron públicos en los últimos días en Galicia, han sido varias las diseñadoras y diseñadores gallegos, asociadas a la DAG (Asociación Galega de Deseñadores) o no, que entraron en contacto con la asociación, bien para conocer nuestra opinión o bien demandando un posicionamiento al respecto.
–
Desde su fundación, en el año 2006, la DAG viene manteniendo una postura de claro rechazo de este tipo de prácticas que, bajo el disfraz de oportunidad profesional, en realidad ocultan un daño continuado a nuestra profesión.
El problema de los concursos de diseño
La DAG, junto a muchas asociaciones profesionales de diseño, tanto del estado como internacionales, se ha manifestado en reiteradas ocasiones contraria a la organización de este tipo de convocatorias y recomendando a sus asociados abstenerse de participar. Desde la DAG nos resulta muy complicado comprender la obstinación, tanto de la administración pública como de muchas empresas privadas, en insistir en la promoción de concursos abiertos de diseño en un momento en el que la práctica totalidad de los profesionales del diseño expresan su oposición y la necesidad de poner fin a este tipo de de prácticas.
Los concursos abiertos de diseño, en esencia, promueven el trabajo especulativo y la precariedad de un sector ya de por sí muy afectado por la situación actual. En un país como el nuestro, tan necesitado de buen diseño en tantos terrenos, no se comprende la proliferación de convocatorias que, en último término, provocan que muchas horas de trabajo de muchos profesionales del diseño sean totalmente improductivas y tengan como único fin terminar olvidadas en un cajón.
Trabajar gratis
Aunque resulte evidente a estas alturas, es preciso recordar que la creatividad y las horas de trabajo dedicadas a estimular esta, son el principal activo de la profesión del diseño y el único recurso disponible para garantizar su viabilidad económica.
A diferencia de otros sectores empresariales, no existe la posibilidad de generar plusvalías por la venta de un producto manufacturado. Nuestro producto es la creatividad, y, por definición, no se puede replicar como si fuera un bien de consumo más. Por tanto, es el trabajo gratis y no remunerado lo que en realidad promueven los concursos de diseño, contrariando toda lógica económica, tanto para el sector del diseño en concreto, como para el conjunto de la sociedad en el general.
Sobre los objetivos y los resultados de los concursos
Por si no fuera razón suficiente para abandonar esta manera de contratar servicios de diseño, resulta habitual encontrar en la redacción de las bases otros muchos agravios que, en último término, hacen cuestionarse si las entidades que lo convocan tienen como objetivo emplear el concurso como un medio para obtener un buen diseño, o si, por el contrario, el diseño importa poco en realidad, y lo que se busca es que el concurso sea un fin en sí mismo y una herramienta de promoción (de bajo coste) para esas mismas entidades.
El hecho de que la retribución económica de los premios sea proporcionada al trabajo demandado tampoco valida la organización de un concurso. En la DAG tenemos el firme convencimiento de que el beneficio de una sola persona no puede justificar nunca el perjuicio a toda una comunidad. En esas situaciones lo correcto sería iniciar un proceso de selección para contratar a un profesional adecuado al perfil de la convocatoria, y más en el momento actual, cuando a diferencia de otras épocas, resulta muy fácil conocer el trabajo de la gran mayoría de los profesionales del diseño.
Los resultados que vienen generando este tipo de concursos, en muchos casos poco profesionales y de escasa calidad, no vienen sino a confirmar un error de concepto desde su formulación inicial.
¿Concursos abiertos?
A día de hoy, con un tejido de diseñadoras y diseñadores gallegos organizado y con capacidad profesional más que contrastada, con una red de centros de formación que imparten grados y másteres de diseño en las cuatro provincias del país, resulta del todo incomprensible que los concursos de diseño se continúen formulando con carácter abierto y sin demandar ningún tipo de experiencia previa o capacitación profesional.
Solo puede ser resultado del desconocimiento y de la irresponsabilidad el pensar que cualquier persona está capacitada para afrontar de manera profesional un trabajo de diseño, y supone, en último término, denigrar la profesión de diseño a una afición o pasatiempo. Contratar a un profesional sin referencias, algo que no haría ninguna persona en su quehacer diario, lo elevan a la categoría de normalidad la administración y las empresas privadas cuando convocan concursos abiertos de diseño.
Cláusulas abusivas
Algunos otros puntos que habitualmente forman parte de la redacción de las bases no es preciso siquiera explicarlos para comprender su carácter abusivo: premios y remuneraciones económicas bajas e inferiores a las valoraciones estándar de mercado, escasa o nula presencia de profesionales del diseño en los jurados, obligación por parte de los participantes de ceder no sólo los derechos de explotación, sino también la propiedad intelectual de los trabajos premiados y de todas las obras presentadas, etc.
Los falsos argumentos
Las entidades que convocan este tipo de concursos acostumbran a emplear dos argumentos para legitimar y justificar su convocatoria: los concursos son también un medio de promoción para los diseñadores y la participación es libre y no obligatoria.
La visibilidad como recompensa
Sobre el primero de los supuestos solo cabe recordar que la única manera válida de pagar un servicio de diseño, así como cualquier otro servicio profesional, es la que se negocie en igualdad de condiciones entre cliente y diseñador, y que la «visibilidad» y la «repercusión» no están reconocidas como moneda en curso por el sistema bancario. Los concursos de prestación de servicios profesionales de diseño no son concursos de «talento» como pueden ser los concursos literarios o de pintura, donde sí es posible imaginar que un escritor o un pintor participe con el interés de difundir su obra, además de por el premio asociado. No obstante, si a ese mismo escritor le encargan que redacte un texto específico para satisfacer una demanda concreta -un servicio profesional- lógicamente exigirá ser remunerado por su trabajo y por todo el tiempo dedicado.
En el contexto actual, en el que muchas diseñadoras y diseñadores se ven en la obligación de aceptar devaluaciones económicas muy importantes de su labor para garantizar la subsistencia precaria de su actividad, las administraciones y las empresas deberían mostrar la responsabilidad suficiente para no contribuir a aumentar esa precariedad, y, en el peor de los casos, sacar provecho de ella.
La libertad de elección
El argumento sobre la libertad de participación supone, una vez más, denigrar el concepto de libertad a una mera capacidad de elección entre dos opciones, como si se tratara en definitiva de adquirir un producto concreto entre una serie de ofertas disponibles. Que los profesionales del diseño tengan la capacidad de decidir no presentarse a un concurso porque piensen que atenta contra su dignidad no puede legitimar nunca su convocatoria, y menos aún cuando supone un claro perjuicio a un colectivo en su totalidad.
¿Qué hacer?
Tal como viene haciendo hasta el día de hoy, la DAG trabajará, por vía de la información, la concienciación, y la colaboración con otras asociaciones y comunidades de diseñadores, para reclamar de los organismos competentes una regulación normativa de este tipo de estas prácticas.
Al mismo tiempo la DAG está propiciando un proceso de debate interno con sus asociadas y asociados con el objetivo de redactar un documento definitivo sobre esta problemática, en el que aparezcan expuestos, a modo de manual: los argumentos en contra de la convocatoria de concursos abiertos de diseño, posibles alternativas y una serie de recomendaciones genéricas.
En la lógica de la colaboración creemos necesario compartir, de manera provisional, una serie de medidas correctoras que contribuyan a disminuir sus aspectos negativos en aquellos casos en los que el concurso sea la única modalidad formulada para contratar servicios de diseño. Todas estas recomendaciones son fáciles de implementar y tienen como fin último someterlas a consideración de las entidades convocantes.
- Eliminar el carácter abierto de los concursos, permitiendo solo la participación de profesionales del diseño y, si fuera el caso, de la ilustración y de la publicidad.
- Convocar un concurso restringido entre profesionales seleccionados mediante un envío previo de «portfolios» y currículos.
- Que todas las propuestas remitidas por los profesionales previamente seleccionados sean remuneradas.
- Aumentar la cuota de diseñadores en el jurado, como mínimo, hasta la mitad más uno de sus miembros.
- Equiparar la valoración económica de los premios a una remuneración estándar de mercado, especificando de manera clara en las bases el uso y la difusión que se le va a dar a la propuesta premiada.
- Que los diseñadores mantengan siempre la propiedad intelectual de su trabajo, y que lo que se le ceda al promotor del concurso sean solo los derechos de explotación, definiendo previamente la duración del tiempo en que la cesión de derechos estará vigente.
- Mejorar la descripción de las necesidades específicas de diseño enunciadas en las bases.
Construir colectivamente
Por último apelamos a la responsabilidad de los profesionales del diseño para que evalúen la conveniencia de participar o no en este tipo de concursos, partiendo de la consideración de que las acciones individuales tienen siempre consecuencias en el conjunto de la comunidad de diseñadores, de la que todos, sin exclusiones, formamos parte; y os emplazamos además a que os acerquéis a la DAG para contribuir colectivamente a mejorar las condiciones en las que ejercemos nuestra profesión hoy y en el futuro.
Actualizado 07/02/2020